15. Summer of ´69. Bryan Adams

Para obtener el título oficial de Técnico de empresas y actividades turísticas no era suficiente con completar los tres años de Universidad, sino que había que realizar una reválida que, una vez superada, te permitía conseguir el ansiado título oficial. En mi primer intento en el mes de junio no lo conseguí y no tendría otra oportunidad hasta el año siguiente así que tenía doce meses por delante para prepararla.

En aquellos años 1993/94 sufrimos en España una crisis económica de las más graves de los últimos tiempos que se llevó por delante millones de puestos de trabajo. Evidentemente, el sector financiero, donde trabajaba mi padre fue de los primeros en verse afectado y las cosas se pusieron realmente mal en casa. En una de esas comidas donde daba rienda suelta a mis ocurrencias, mi padre nos informó de lo que realmente pasaba. La situación era tan mala que o empezábamos todos a aportar con lo que fuera, o debíamos poner la casa en venta y buscar alguna otra más acorde con la economía del momento. Aquello era demasiado para todos, para mi madre la primera, puesto que significaba vender la casa de sus padres y para nosotros, los hijos, porque suponía irnos del lugar en el que todos habíamos crecido y habíamos sido tan felices. Aquella bofetada de realidad nos hizo despertar a todos y de la manera más cruel nos hizo pasar al mundo adulto. Agarrados de la mano y con lágrimas en nuestros rostros, nos prometimos que no dejaríamos que eso sucediera. Fue la primera vez que fui consciente de la unión que habíamos forjado mis hermanos y mis padres y del auténtico poder de esta unión. Recuerdo aquel momento como uno de los más intensos que, como familia, hemos tenido que afrontar. Todos y cada uno de nosotros pusimos todas nuestras energías al servicio de remediar el descalabro sufrido y conseguimos que aquello no pasara de ser un gran bache que consiguió reforzarnos como familia.

Mi primer trabajo más o menos diario aunque, por supuesto, sin contrato alguno, fue el de repartir propaganda de una agencia inmobiliaria en Madrid, que conseguí junto a mi amigo Quique (el que casi perdemos en el tren). Todas las mañanas íbamos desde El Plantío hasta Esperanza para distribuir la publicidad por aquella zona. Acabamos conociendo esos barrios madrileños al dedillo y sabíamos qué portales contaban con el mayor número de buzones y cuánto tardábamos en cada uno de los sectores, además de conocer todas las panaderías porque la parada a las 11:30 para desayunar caña de chocolate, refresco y drakis, era obligatoria. En aquellos días y durante los dos años que estuvimos trabajando afianzamos nuestra amistad y la llevamos un escalón más allá.

Por las tardes, volvía a Madrid a una academia donde preparaba la reválida que me costeaba con lo que ganaba del reparto de publicidad. Esa era mi manera de aportar en casa, simplemente no pedir y pagarme todos mis gastos. Durante esos años, además de este trabajo, y gracias siempre a mi hermano Luis, conseguí otros varios con los que obtuve cierta independencia económica al tiempo que quitaba presión a las ajustadas cuentas de mis padres. Uno de aquellos trabajos, que mi hermano y yo compartimos y que siempre recordamos con cariño, fue en un cocedero industrial de mariscos durante unas Navidades. Había dos turnos seguidos de 12 horas cada uno. En el de la mañana de 05:00 a 17:00, el nuestro, cocíamos langostinos sin parar para proveer a todos los Alcampo de Madrid y en el segundo, de 17:00 a 05:00, hacían lo mismo con pulpo. El olor a pulpo cocido que había en la nave cuando llegábamos era insoportable, pero poco a poco iba desapareciendo y pasábamos las 12 horas en un proceso sin fin para cocer toneladas, no exagero, de langostinos. Los descansos los aprovechábamos para acercarnos a los congeladores donde guardaban cajas y cajas de profiteroles que comíamos mientras escuchábamos y cantábamos a voz en grito la canción del momento, “Zombie” de The Cranberries que ponían en la radio cada hora. En los 16 días que estuve me pagaron a 10.000 pesetas el día y con aquel dinero abrí mi primera cuenta corriente, dinero que acabaría gastando en algún viaje a esquiar con mi amigo Víctor y en entradas para mis conciertos.

Otro de los trabajos que recuerdo fue el de clasificar arenas para un ingeniero de caminos. Iban sacando sacos y sacos de arenas arcillosas y teníamos que colocarlos en función de la profundidad de la que procedían. Estuve una semana aproximadamente. El último día el señor ingeniero tenía cierta prisa y en lugar de llevarme a casa, como había hecho hasta ese momento, me dejó en la plaza de Colón, en mitad de Madrid, con toda la ropa, los brazos y la cara completamente llenos de arcilla de varias tonalidades. No me quedó más remedio que tragarme la vergüenza, las miradas y los comentarios ofensivos, y subirme al metro y al autobús para volver a casa. La suerte fue que como ya tenía la cara de varios colores nadie la distinguió roja por el bochorno.

En la segunda ocasión que me presenté a la reválida conseguí aprobar y afronté el verano sin ninguna obligación estudiantil, con un trabajo que me permitía contar con algo de dinero en los bolsillos y con muchas ganas de pasármelo bien. Había sido un invierno difícil, pero todo había salido bien. Conservábamos la casa, había acabado definitivamente mi carrera universitaria y tenía entradas para el conciertazo del verano, Bryan Adams con Texas en la plaza de las Ventas. La vida me sonreía, aunque todavía no sabía hasta qué punto.

Primer concierto de Bryan Adams. He ido a varios más pero no sé porque no guardo las entradas.

Siempre con mis nervios por llegar pronto a los conciertos para coger buen sitio y no tener que estar mirando entre los huecos que dejaban las cabezas de los de delante para ver a mis grupos favoritos, aquel día, empecé a meter prisa a todos mis amigos para salir pronto de casa y llegar antes de que abrieran las puertas para no arriesgar. No contentos con tener esa noche el concierto de uno de nuestros músicos favoritos, habíamos organizado para después la fiesta de cumpleaños del primo Mike que había sido una semana antes. El plan era perfecto, concierto y después fiesta con piscina y barbacoa. No se podía pedir más para un 8 de Julio.

La apertura de puertas era a las 17:00, hora torera, y a las 16:55 asomábamos nuestras cabezas por la salida del metro de Ventas para comprobar con alivio que no había demasiada gente. En aquel mismo momento los operarios comenzaron a abrir las diferentes puertas y la gente que estaba sentada en el suelo empezó a levantarse, así que nosotros, aprovechando la pequeña confusión y el hecho de que ya estábamos de pie, nos infiltramos uno a uno en el comienzo de la cola y conseguimos entrar de los primeros sin levantar mucho revuelo. Una vez dentro aprovechamos nuestra velocidad para adelantar a un montón de chicas y sus acompañantes y llegamos a colocarnos en primera fila ligeramente escorados hacia la izquierda. No estábamos perfectamente centrados (en ningún sentido) pero la localización prometía. Mike, Víctor, Javi, David, Natalia, amiga del colegio de mis amigos, y yo, todos bien agarrados a la valla y con una visibilidad perfecta, afrontamos al primer músico al que no hicimos mucho caso y pasó rápido. Después salió mi amada Sharleen con toda la banda Texas para ofrecernos un concierto inolvidable, como cada uno de los suyos. En aquella ocasión estaban presentando el “Rick´s Road”, probablemente el disco que más me gusta de su repertorio, pero también tocaron canciones de los dos primeros discos, “Southside” “Mothers Heaven”. Los pobres de seguridad tuvieron que usar varias fregonas para recoger el charco de babas que fui dejando durante toda su actuación. El listón estaba muy alto, pero si había alguien que pudiera mejorarlo ese era el amigo Bryan. Cuando la noche se cernía sobre la plaza de toros, salió el músico canadiense con su aspecto juvenil y su fender colgada al cuello. Ya podía cantar lo que quisiera que me la iba a saber enterita y así estuvimos en primera fila, cantando, bailando, brincando y disfrutando del espectáculo y de la simpatía de Bryan Adams.

En un momento dado, entre canción y canción, se paró y comenzó a hablar con el público. Todos mis amigos iban a un colegio bilingüe y si en algún momento me perdía con algo que estuviera contando, ellos me lo traducían. Lo que sí pude entender perfectamente fue cuando, dirigiéndose hacia nosotros que no parábamos de armar jaleo y llamar la atención, comenzó a preguntarnos si queríamos salir a cantar con él. Mi primera reacción fue: “No te flipes Bryan”, sin embargo, la de mis amigos no fue exactamente la misma y comenzaron a jalearme y a levantarme, conscientes de que me sabía todas las canciones. Cuando me quise dar cuenta, ya me habían levantado la mitad del cuerpo por encima de la valla y los de seguridad me ayudaban a pasar la otra mitad. De esta manera, sin comerlo ni beberlo, me vi subido al escenario ante 15.000 personas ayudado por el mismísimo Bryan Adams, con mis pantalones cortos de deporte y a punto de cantar junto a él su gran éxito “Summer of 69”. Yo había ido con mis amigos, pero sabía que mi hermano Pichi también estaba por allí con los suyos y mi hermana Camino también. Os podéis imaginar su sorpresa cuando vieron subir a un chaval con unos pantalones iguales que los míos. Cuando llegó al escenario, el chaval se giró y anunció su nombre: “Soy Marcos”. Después de frotarse varias veces los ojos, comprobaron que efectivamente el que había subido era yo. Los que estaban cerca de ellos comprendieron rápidamente por los gritos de ambos que el que estaba a punto de cantar era el hermano de los dos histéricos que gritaban fuera de sí: “¡¡¡¡Es mi hermano, es mi hermano!!!!”

Después de las primeras presentaciones y abrazos (menos mal que tiene tamaño hobbit como yo) mientras miraba completamente alucinado el recinto abarrotado de gente y veía las luces de cientos de flashes de cámaras de fotos, Bryan me cedió el micro y empezó con el conocidísimo riff que da comienzo a su canción más clásica. Se suponía que al tercer o cuarto acorde yo debía empezar a cantar: I´ve got my first real six string, pero, aunque tenía perfectamente agarrado el micro y sabía sin ningún género de dudas la letra de la canción, de mi garganta no salía nada y el tiempo se congeló por un instante mientras yo pensaba: “Vas a hacer el mayor ridículo de la historia, quién te mandará…”. Bryan me miró calmadamente, volvió a tocar el riff y con un gesto con la cara me dio la señal para empezar. En esta segunda ocasión, y sin pensármelo dos veces, comencé a cantar y allí estuve un buen rato con el “Summer of 69” sin poder creerme lo que me estaba pasando. La canción no la cantamos entera, pero a mí me pareció suficiente para los cinco minutos de gloria que se supone que todos tenemos reservados en esta vida. Yo los tuve, los disfruté y jamás podré olvidarlos. Una vez que terminamos la que ha sido considerada por todos los críticos como la mejor cover jamás realizada de su gran éxito, me mandó al backstage con una misión: pillar unas latas y llevárselas de vuelta. Yo de esa parte ya no me enteré, porque una vez que pisé el backstage mi cerebro únicamente se concentró en una cosa, encontrar a Sharleen e intentar hablar con ella, algo que desgraciadamente no conseguí. Un chaval de producción me acompañó hasta un cubo lleno de latas y me dijo que pillara lo que quisiera, mientras (esto ya me lo contaron) Bryan se lamentaba porque yo no llegaba con las bebidas. Aquel chaval me llevó hasta el lateral del escenario donde había un acceso a la arena y allí me dejó, con 4 ó 5 latas fresquitas, pero con un largo recorrido hasta llegar de nuevo a mis colegas. En esos momentos no tenía muy claro que fuera a recuperar mi sitio, pero para mi sorpresa (¡¡¡cómo es la fama!!!) la gente me iba reconociendo y me dejaba pasar, hasta que conseguí recuperar mi sitio junto a mis amigos para compartir las latas con ellos y disfrutar, subido en una nube, del resto del concierto. Cuando llegó el momento de cantar la canción de verdad, Bryan se acercó a mí y me guiñó el ojo, como cuando los toreros se acercan al palco de honor a pedir permiso al presidente. Yo asentí con un pequeño gesto bajando ligeramente la cabeza en señal de aprobación y el músico y su banda procedieron a terminar la faena.

Al acabar el concierto y salir hacia la calle me encontró mi hermano Pichi que no pudo disimular su alegría, me subió a hombros y me sacó por la puerta grande de las Ventas mientras la gente me miraba y me aplaudía. De aquella manera viví el momento de mayor éxito y fama de mi vida. No son tantos los que pueden afirmar que han salido a hombros por la puerta grande de las Ventas.

Al llegar a la fiesta de mi primo la noticia se nos había adelantado y todo el mundo quería hablar conmigo y preguntarme. Aquello me resultó agotador, especialmente porque el número de asistentes femeninos a la fiesta era bastante reducido y no pude entablar ninguna conversación “interesante”, tú ya sabes. Así acabó mi único momento de fama y papel couché… o eso pensaba yo. Varios meses después conocimos a unas chicas. Una de ellas me miraba con cara de odio de una manera bastante intensa hasta que le pregunté si la pasaba algo, a lo que me respondió: “Tu fuiste el que salió a cantar con Bryan Adams y por eso te odio”. Al parecer fue una de las que adelantamos corriendo para coger nuestro sitio en primera fila.

Tal y como predecía la canción y de nuevo sin tener la menor sospecha, ese fue el último verano de nuestra infancia, adolescencia y juventud, esos veranos que marcaron nuestras vidas, llenos de inocencia, juegos, baloncesto, amistad, aventuras y felicidad. Supongo que nada dura para siempre, pero aquellos fueron los mejores días de nuestras vidas.

Aprovechando mi segundo momento de gloria con este blog y los millones de personas que me están leyendo (me vengo arriba muy fácilmente recordando este episodio de mi vida), mando un mensaje para todos. Nada me haría más ilusión que alguien me regalara por mi 50 cumpleaños una foto de aquel momento. Sé que las debe de haber, porque tal y como os he relatado, fui consciente del montón de flashes que brillaron en el momento que estaba junto a Bryan, pero también sé que la misión es complicada. Este es mi último intento por conseguir ese documento gráfico que llevo años persiguiendo. Un poquito más abajo tenéis los botoncitos de compartir así que todos a pulsarlos para compartir este capítulo sin descanso hasta que esa foto llegue a mis manos. Gracias por adelantado.

Those were the best days of my life

I got my first real six string
Bought it at the five and dime
Played it till my fingers bled
Was the summer of ’69

Ma and some guys from school
Had a band and we tried real hard
Jimmy quit and Jody got married
I shoulda know we’d never get far

But when I look back now
That summer seemed to last forever
And if I had a choice
Ya, I’d always wanna be there
Those were the best days of my life

Ain’t no use in complainin’
When you’ve got a job to do
Spent my evenin’s down at the drive-in
And that’s when I met you, ya

Standin’ on your mama’s porch
You told me that you’d wait forever
Oh, and when you held my hand
I knew that it was now or never
Those were the best days of my life

Oh, yeah!
Back in the summer of ’69
Oh!

Man, we were killin’ time
We were young and restless
We needed to unwind
I guess nothing can last forever
Forever no
Yeah!

And now the times are changin’
Look at everything that’s come and gone
Sometimes when I play that old six-string
I think about ya ‘n wonder what went wrong

Standin’ on your mama’s porch
You told me that it’d last forever
Oh, and when you held my hand
I knew that it was now or never
Those were the best days of my life

Oh, yeah
Back in the summer of ’69
Uh-huh
It was the summer of ’69
Oh, yeah!
Me and my baby in a 69
Oh! Oh!

It was the summer
Summer
Summer of ’69
Yeah!

Tuve mi primera guitarra de verdad

La compré en un mercadillo

La toqué hasta que me sangraron los dedos

Fue el verano del 69

Yo y algunos chicos de la escuela

Teníamos una banda y nos esforzamos mucho

Jimmy lo dejó y Jody se casó

Debería saber que nunca llegaríamos lejos

Pero cuando miro hacia atrás ahora

Ese verano parecía durar para siempre

Y si pudiera elegir

Ya, siempre querría estar allí

Esos fueron los mejores días de mi vida

No sirve de nada quejarse

Cuando tienes un trabajo que hacer

Pasé mis tardes en el autocine

Y ahí fue cuando te conocí, ya

De pie en el porche de tu madre

Me dijiste que esperarías para siempre

Oh, y cuando tomaste mi mano

Supe que era ahora o nunca

Esos fueron los mejores días de mi vida

¡Oh, sí!

Allá por el verano del 69

¡Oh!

Hombre, estábamos matando el tiempo

Éramos jóvenes e inquietos

Necesitábamos relajarnos

Supongo que nada puede durar para siempre

Para siempre no

Sí.

Y ahora los tiempos están cambiando

Mira todo lo que ha venido y se ha ido

A veces cuando toco esa vieja guitarra

Pienso en ti y me pregunto qué salió mal

De pie en el porche de tu madre

Me dijiste que duraría para siempre

Oh, y cuando me tomaste de la mano

Sabía que era ahora o nunca

Esos fueron los mejores días de mi vida

Oh, yeah

Allá por el verano del 69

Uh-huh

Era el verano del 69

¡Oh, yeah!

Yo y mi baby en un 69

Oh! Oh!

Era el verano

Verano

El verano del 69

Sí.

29 comentarios en «15. Summer of ´69. Bryan Adams»

  1. Me ha emocionado, Marcos, pero hasta con lágrimas en los ojos, ehhhh.
    Lucharé por que logres una foto de tu momento de gloria.
    Feliz día

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  2. ¡Qué ganas tenia de que compartieras esta historia Marcos! No sé en que momento te reconocí, si cuando corrías por la rampa para llegar al escenario, cuando te subías los calcetines una y otra vez o cuando gritaste tu nombre, pero efectivamente, todo el mundo a mi alrededor se enteró de que eras mi hermano. ¡Vaya momentazo de envidia sana y felicidad compartida!
    Es la segunda coincidencia en nuestras listas de canciones de los 50, ¿habrá mas?

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  3. Jajjajaja que divertido y que historia inolvidable,comparto a ver si moviendolo sale un recuerdo fotográfico del momentazo!!!!!!
    Un abrazo

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  4. Gran momento Marcos!!! Yo estaba con Pichi en el concierto tambien y fue un momento brutal y he de decir que cantaste de coña!! Grandes momentos de nuestra infancia. Un abrazo.

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  5. Capitulazo Mark!!! Yo tb participé de las mañanas de buzoneo y me acuerdo como si fuera ayer del las cuartillitas que se quedaban mal cortadas y acababa poniendo ‘compro pis pago conta’. La de tacos que habremos dejado sin repartir por la calle Emigrantes (menos mal que mi prima nunca se enteró…).
    Pero sin duda tu momentazo de fama no tiene parangón. Tb me estoy viendo con Mike, Vic y David haciéndote levitar para que nadie te robara ese momento. Cantaste de puta madre y fue la leche tener un amigo famoso durante bastante tiempo (lo digo porque recuerdo que te siguieron reconociendo muchas lunas después). Those were the best days of our lives, sin duda. Ojalá pudiéramos viajar en el tiempo de vez en cuando a esos summers noventeros.
    Gracias por estos ratos amigo!

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    • Gracias Javi!!!! Si no me llegais a levantar tan fácilmente no sé yo si hubiera salido!!!, jejejejeeje. Increíble momento, como muchos que vivimos juntos!!!
      Un abrazo

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  6. Marcos,
    En esa época you estaba muy “in love” con Bryan Adams. Recuerdo muy bien cuando fuisteis… la envidia que me dio, pero lo de salir a cantar con el ya fue el remate total. Me caiste un poco mal…
    Ahora, orgullo de hermano, claro. Solo podía pasarte a ti.
    Respecto a la crisis…como tú dices…crecimiento, unión y mucha sopa y espaguetis.
    Os quiero infinito

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  7. Yo todavía me tiro el rollo diciendo que soy amigo del chaval que salió a cantar con Bryan Adams en Las Ventas…. no te digo más.

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  8. Que momentazo de gloria. Seguro que la canción la hizo Brian pensando en gente como tu y mira quien salió a cantarla. Así es la música tu encuentras a las canciones y otras veces ellas te encuentran a ti.
    No esta nada mal el debut… ante 15000. Todo un homenaje a esa familia unida como una piña.
    A ver si aparece esa foto. Comparto.
    ¿ Sabes si lo grabó TvE?

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  9. Que emocionante! Yo sabia que habías cantado con el pero no conocía la historia al detalle. Me encanta! Ojalá q encuentres la foto! Seguro que tiene q haber alguna.

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