Después de conseguir aprobar la reválida y de mi instante de fama, me tocó hacer frente a la llamada de mi país y la temida carta de la mili llegó a casa. Había ido pidiendo prórrogas para retrasar el momento lo más posible con la esperanza de no tener que hacerla. Ahora no me quedaba más remedio que escoger entre empezar a buscar un trabajo o acudir a filas. Elegí la segunda opción para quitarme de encima cuanto antes tamaña obligación y tener el terreno libre para empezar la búsqueda de empleo. He de decir que tuve mucha suerte y me tocó en el Ejército del Aire, en una base en Getafe. El día que tenía que presentarme en mi nuevo destino preparé mi petate para varias semanas y, aguantando las lágrimas desde la garganta y con un miedo asfixiante a lo desconocido, me despedí de mis padres hasta no sabía cuándo. Cuando llegué al cuartel nos reunieron a todos, nos enseñaron un poco las instalaciones y nos dijeron: “Ahora todos los que sean de Madrid a su casa, empezamos mañana a las 09:00 con la instrucción”. Así que regresé a casa a la hora de comer para sorpresa de mis padres.
Aquel año, y que me perdone si hay algún militar en la sala, fue el más absurdamente perdido de mi vida. Lo primero, un mes y pico aprendiendo a desfilar. Conseguí librarme algunos días de la instrucción por ampollas en los pies, producidas realmente por los partidos de futbol sala, pero hábilmente utilizadas como excusa culpando a las botas militares de su autoría. Entre medias un arresto de un fin de semana por un problemilla en una de las prácticas de tiro.
Un día caluroso y después de una larga espera a que llegara mi turno para la práctica de tiro, escuché con atención las instrucciones del sargento. Se suponía que, para empezar a disparar, había que esperar a la orden de: “¡¡Fuego!!”, sin embargo, mientras esperaba la orden, mis compañeros de derecha e izquierda empezaron a hacerlo y con el ruido de las descargas a ambos lados supuse, erróneamente, que ya habían dado la orden y también empecé a disparar. Nada más terminar, se acercó el sargento para preguntarme: “¿Usted ha escuchado la orden de fuego?” desgraciadamente tenía clara la respuesta: “No he escuchado nada”. Al acabar nos llevaron a los tres al despacho del mando superior y allí nos comunicaron que nos quedábamos arrestados todo el fin de semana. A pesar de que más adelante tuvimos alguna práctica más, me las ingenié para no volver a disparar por conciencia y por prudencia para conservar mi libertad. Aunque fue solamente un fin de semana y podíamos hacer un poco lo que nos diera la gana, recuerdo aquella privación de libertad como un momento realmente penoso, aunque lo que verdaderamente me molestaba era que no iba a poder jugar el partido de liga en el que nos jugábamos nuestras aspiraciones de subir de categoría. Después de mi arresto y de días enteros en los que lo único que hacíamos era desfilar, con bastante poca gracia, hay que reconocerlo, conseguimos llegar a la jura de bandera que hicimos sin pena ni gloria.

Días más tarde, me destinaron a las oficinas de un cuartel cercano, también en Getafe por el simple hecho de tener formación universitaria. Aquel cuartel era un taller de reparación de coches militares y en el día a día yo tenía dos funciones principales, una, enviar por fax el pedido de piezas a los distintos fabricantes con los que trabajábamos y dos, realizar la catalogación de las mismas. Nadie, absolutamente nadie, sabía cómo había que hacer aquel proceso, así que nos lo encargaron a mi compañero Pedro Pablo y a mí, que hacíamos lo que podíamos sin ningún tipo de supervisión y sin tener ni idea si lo estábamos haciendo bien o mal. Los primeros meses intentábamos hacerlo lo mejor posible, pero una vez que fuimos conscientes del descontrol y de la nula supervisión, decidimos dedicar nuestros esfuerzos a labores realmente militares y nos convertimos en expertos en el buscaminas.
Aquel año aprendí dos cosas. La primera y más importante fue descubrir una realidad desconocida para mí, la de muchas personas humildes y trabajadoras, con rostros marcados por las ojeras y el cansancio, que luchaban desde las 06:00 de la mañana hasta la noche para salir adelante. Yo cogía el primer autobús de la mañana que iba lleno de esas gentes, pero sabiendo que en poco menos de un año acabaría la mili y dejaría de usar ese primer servicio y, sin embargo, ellos tenían que continuar con esas vidas sacrificadas día tras día. Aquellas reflexiones me pusieron en mi sitio y me sirvieron, primero, para darme cuenta de la suerte que tenía y, segundo, para reconocer a los verdaderos héroes de este país, la mayoría de ellos extranjeros. Años más tarde me convertiría yo en el extranjero que coge un autobús a las 5:00 de la mañana para ir a trabajar y salir adelante y todas esas personas me sirvieron de ejemplo e inspiración para poder hacerlo.
La segunda cosa que aprendí estuvo, de nuevo, relacionada con la música. Gracias a mi compañero Iván que me llevaba en su coche todos los días desde el cuartel hasta Legazpi, donde cogía el metro y el autobús de vuelta a casa, conocí un montón de grupos de punk-rock de la corriente californiana de aquellos tiempos. Grupos tan célebres como Green Day y Offspring eran sus favoritos, pero allí también conocí otros como Nofx, Magnapop (su disco “Hot Boxing” sigue siendo a día de hoy uno de mis favoritos, así que os lo recomiendo si os gusta este tipo de música), Bad Religion, Pennywise y por supuesto Social Distorsion. Aquel estilo musical fue el predominante en mis escuchas aquel año y el disco “Somewhere between heaven and hell” de este último grupo se convirtió en un fijo en mis walkmans. Dentro de ese disco podemos encontrar el tema “Making Believe” que es una versión de una canción country de los años 50. Al parecer hay un poco de controversia sobre quien la escribió, pero ahí ya no me meto porque mis conocimientos sobre este tipo de música son nulos y lo único que sé es que ha sido versionada en multitud de ocasiones. La canción es una balada de desamor en la que el autor sueña con recuperar un amor perdido aun sabiendo que jamás lo conseguirá. Aunque la temática de la canción es triste, la versión que yo conocí me da una energía y una alegría contagiosa y me encanta ponerla, subir el volumen y cantarla y bailarla con mis hijos a los que también les fascina.
Durante aquel año de madrugones, alguna guardia y mucha música decidí que mis días de Universidad no habían terminado y que necesitaba seguir formándome así que, para alegría de mi padre, resolví que iba a estudiar Administración y Dirección de Empresas. Mi padre tenía un buen amigo en el CEU y gracias a él conseguí una plaza, otra vez en el turno de tarde, y una beca para estudiar allí.
Durante los primeros meses tuve que compatibilizar el servicio militar con las clases, así que me levantaba a las 5:00 de la mañana, llegaba al cuartel donde aprovechaba para estudiar, volvía a casa a comer y me iba a la Universidad hasta las 22:00. Esas intensas jornadas duraron únicamente cuatro meses y en enero de 1996 me dieron la deseada “blanca” que certificaba que había finalizado mi servicio militar y había servido (de poco) a mi país.
Al contrario de lo que me pasó en mi primera carrera universitaria ahora era yo el que era un poco más mayor, con cierto bagaje en la vida y con las cosas un poco más claras. Rápidamente hice un par de amigos, sobre todo Alfonso, que venía todos los días desde Guadalajara y, aunque seguía luchando contra cierta timidez, empezaba a notar que iba ganando esa batalla y si bien tampoco me relacionaba con muchos de la clase era más por una cuestión, a medio camino, entre el cansancio acumulado de aquellos días y la responsabilidad de tratar de aprovechar la oportunidad que me habían dado de estudiar en aquella Universidad. El primer año establecí una especie de barrera con gran parte de la clase con la seguridad de que iba a ser lo mejor para coger el buen camino y no desviarme de mi objetivo principal que era aprobar todo año por año. Aquello fue como querer poner barreras al mar y ya sabéis el dicho de que Dios los cría y ellos se juntan, así que por muchas barreras que pusiera, hay cosas que son inevitables y en el fondo intuía que, tarde o temprano, caerían y darían paso a un torrente de amistad verdadera. Pero… aguanta los caballos Marcos, que nos estamos adelantando.
De esa manera me encontraba razonablemente cómodo con mi posición en la clase. Tenía varios compañeros con los que compartir los descansos, era más o menos respetado dentro de la invisible jerarquía que siempre se establece en los diversos grupos y en el primer año suspendía únicamente una asignatura, matemáticas financieras. Para aprobarla tuve que recurrir a mi amigo Víctor. Una tarde de verano nos encerramos en su habitación y con unas pocas explicaciones, unos cuantos ejercicios y un poco de sorpresa por su parte, consiguió sacar el matemático que tengo dentro y me enseñó a hacer derivadas que era exactamente lo que me faltaba para poder aprobar esa asignatura. La calificación final, un más que digno 7, puede dar fe de la valía de mi amigo como profesor de matemáticas y, aunque he olvidado completamente cómo hacer derivadas, esa tarde nunca se me olvidará…
En junio, a pesar de las matemáticas financieras, tenía todo el verano por delante y me preparaba para entrar en la verdadera universidad de la vida donde, definitivamente, conseguí desprenderme de mi timidez y mostrarme tal y como realmente era, además de aprender una profesión que me ha dado de comer, nunca mejor dicho, en muchas ocasiones de mi vida. Ese verano, y de nuevo siguiendo los pasos de mi hermano, entré a trabajar en La Leyenda, un restaurante bastante cercano a mi casa, donde aprendí mucho más de la vida de lo que pudiera haber aprendido en cualquier Universidad y me sirvió de soporte para poder pagarme yo mismo los estudios y todos mis vicios, legales e ilegales, de los siguientes cuatro años.
Making believe
That you still love me
It’s leaving me alone and so blue
Still I’ll always dream
I’ll never own you
Making believe
It’s all I can do
Can’t hold you close
When you’re not with me
You’re somebody’s love
You’ll never be mine
Making believe I’ll spend my lifetime
Loving you and making believe
Making believe
I never lost you
But my happy hours
I find are so few
My plans for the future
Will never come true
Making believe
What else can I do?
Making believe
I’ll spend my lifetime
Loving you and making believe
Haciendo creer
Que aún me amas
Me está dejando sola y tan triste
Aún así, siempre soñaré
Que nunca seré tu dueño
Haciendo creer
Es todo lo que puedo hacer
No puedo tenerte cerca
Cuando no estás conmigo
Eres el amor de alguien
Nunca serás mía
Haciendo creer que pasaré mi vida
Amándote y haciendo creer
Haciendo creer
Que nunca te perdí
Pero mis horas felices
Me parece que son tan pocas
Mis planes para el futuro
Nunca se harán realidad
Haciendo creer
¿Qué más puedo hacer?
Haciendo creer
Pasaré mi vida
Amándote y haciendo creer
¿Un poco de sorpresa? ¡Aún sigo sin dar crédito a aquello! Puto Mark….
¡Y encima el otro día me recuerdas el soldadito!
Jajajaja!!! Mi mente es todo un misterio incluso para mí, sé cosas que no sé porque las sé…Lo del soldadito era para darte un pista de la entrada de hoy!!, jejejejeje.
Pues fíjate que yo un veranito de mili sí que le ponía a todos los niñates de ahora… Un año entero igual no, pero 4 mesecitos… vamos… divinamente les sentarían… Y nada de tareas administrativas… un poquito de actividad física y aprender a acatar órdenes, que viene muy bien a esa edad… Te prepara para la vida, en la que te siguen dando órdenes absurdas muchas veces y hay que tragar…
Igual habría que enseñar a no dar órdenes absurdas en lugar de a acatar órdenes absurdas…digo yo…
Qué es eso de la mili? No me suena…
Imagino que aplicaste el refrán “donde fueres haz lo que vieres” y ahí a disparar
Sin previa orden!
Por eso no te gusta lo de obedecer…jejejej
Jajaja, nunca me ha gustado mucho!
Has hecho la mili!….ostiaaaa que fuerte! Jajjaja. La mezcla del relato «militroncho» con los grupos punk ( que por fin conozco) me ha gustado mucho. ☺️
Pues si…una sorpresa más…
Marcos ¡soldadito español! Me ha gustado este capítulo porque no sabía nada de esta etapa de tu vida. Un beso, Palomac
Grandes esos Social Distorsión yo hice el camino al revés. Del Punk al Heavy. Y te das cuenta que lo importante no es el orden…Sino el des….Concierto de ir descubriendo la música y
Enhorabuena por esa puta mili, ahora donde pones el ojo pones la bala
Jajajaja, el orden de los factores no altera el producto!!
Que paliza eso de trabajar y estudiar! X