Las Navidades de 2016 empezaron como siempre, rompiendo los boletos de Lotería no premiados y pensando que al menos teníamos salud.
El embarazo había ido bien y la fecha probable de parto apuntaba directamente al día de mi cumpleaños. “Sí, madre, en nochebuena cenamos con vosotros…en principio, no podemos asegurar nada”. Esa era nuestra frase de confirmación a todos los eventos familiares.
Vimos cómo pasaba Nochebuena, cómo pasaba Navidad y como pasaban los dos días previos a mi cumpleaños. Yo no lo decía mucho, pero en el fondo deseaba que la niña naciera el 28 de diciembre, así que cuando llegó el día y pasó de largo me sentí como el niño pequeño que desea un regalo en concreto y recibe muchos otros, pero ese no.
La fecha probable del nacimiento había pasado y este cuarto embarazo estaba durando más que los otros tres. En la última visita, Jero nos comentó que las fechas en las que estábamos no facilitaban el parto. Los nervios, el estrés, las comilonas, los desplazamientos, todos eran factores que impedían que el proceso comenzase.
Llegamos a fin de año y no había ni una sola señal, así que celebramos y comimos las uvas con unos amigos en casa. El día 1 decidimos que Paula se quedaría en casa tranquilamente para relajarse, disfrutar, darse un baño, ver una película, leer un libro, en fin, el tipo de cosas que no se pueden hacer cuando tienes a tres niños revoloteando por la casa. Me fui con ellos a celebrar el primero de año a casa de mi hermano Manuel, donde comimos y pasamos la tarde.
Sweet Child O´Mine
Por la noche, una vez acostados los niños, decidimos ver la comedia “Ocho apellidos vascos”. Al parecer, la risa es una buena herramienta para ayudar a comenzar el proceso de parto. Las cosas empezaron a cambiar. Con el primer chiste de la película, Paula soltó una carcajada que hizo que expulsara el tapón mucoso. En ese momento no me dijo nada, pero el interés por la película empezó a decaer. Al cabo de poco tiempo, se incorporó y decidió que quería darse un baño calentito. Mi ojo de matrón ya me dio el primer aviso y pensé que lo mejor sería intentar dormir un rato mientras pudiera. Me metí en la cama recordando las sabias palabras de mi padre: “Hijo, duerme rápido que así duermes más”. Había que intentar hacerlo porque podría haber llegado el día.
Y, efectivamente, el día había llegado. A eso de las dos de la madrugada, Paula me despertó para decirme que estaba de parto. Llamamos a las matronas que, esta vez, vinieron en tropel. Estaba todo hablado, nos habían pedido si podían venir un par de nuevas matronas que estaba iniciándose y no tuvimos ningún problema. De nuevo Jero era nuestra matrona de referencia, pero Pepa también se animó. Además de la escuela superior de matronas de la Comunidad de Madrid, vinieron como siempre Pichi y Edu.
A eso de las tres de la madrugada mi casa parecía un garito de Malasaña, pero muy silencioso. Los niños dormían y la idea era despertarles cuando fuera a nacer Jara.
Unos días antes, habíamos sometido a votación popular el nombre del nuevo miembro, o de la nueva miembra, o de la nueva hermana y así me evito la polémica. Las opciones eran variopintas: Tierra, Estrella, Jara, Amedia, y alguno más. Jara obtuvo tres votos y así quedó establecido oficialmente el nombre de la niña que venía a equilibrar esta familia de locos.
Esta vez Paula tenía un deseo. Quería ser ella quien cogiera directamente a la niña. Con las primeras contracciones tomamos nuestra pose habitual, Paula sentada en la taza del váter y yo de pie a su lado para que me use como buenamente quiera.
La cosa parece que va rápida, aunque todos nuestros invitados tienen tiempo de prepararse unos tés y sentarse alrededor de la chimenea, que hemos avivado convenientemente, mientras conversan sobre sus cosas.
Cada vez que salgo y veo esa escena experimento una sensación mezcla de nervios, gratitud y seguridad. Esa imagen la tengo muy guardada en mi memoria. Todos ellos estaban en casa para ayudarnos y la atmósfera que se creó fue algo único. El respeto con el que hablaban casi con señas o la sonrisa que nos ofrecían cada vez que nos miraban, eran igual de reconfortantes que la taza de té calentito que sostenían en sus manos mientras esperaban la llegada de Jara.
Con la idea de poder ser ella misma quien recogiera a la niña, nos desplazamos a la cama que habíamos acondicionado previamente con plásticos, empapadores y toallas. Después de una serie de contracciones que me dejaban los dedos de la mano pegados entre sí, Paula se puso de nuevo a cuatro patas. Rápidamente hice una señal a Pichi para que despertara a los niños y pudieran estar presentes en el nacimiento de su hermana. Ibón y Unai se levantaron, pero África prefirió quedarse al abrigo de su edredón. El jardinero y un par de borrachos que pasaban por la calle prefirieron quedarse fuera, pero el resto estábamos todos dentro de nuestra diminuta habitación. Yo estaba delante de Paula que descargaba todo su peso sobre mis brazos en cada contracción. La sujetaba en cada cántico, en cada trance, mientras el cónclave de matronas estaba al otro lado observando cómo transcurría todo.
Un par de sonidos provenientes de las entrañas y un apretar de dientes para contener el rugido animal, hacen que podamos ver ya la cabeza de la niña. En el siguiente empujón Paula quiere intentar darse la vuelta para agarrar a la niña con sus manos, pero la fuerza de la contracción se lo impide y finalmente es una de las matronas la que la recibe. Jara ya está aquí. Los niños en un extremo de la habitación observan con cierto miedo la escena. A mí se me erizaban los pelos con cada gemido de dolor de Paula, así que entiendo que, más que curiosidad, lo que sienten es un poco de miedo e impotencia de ver a su madre sufrir y no poder hacer nada. Compartir esa sensación con mis hijos fue una de las cosas más bonitas que aprendí aquella noche.
La familia estaba completa y los niños poco a poco fueron subiendo a la cama para conocer a su nueva hermana y reconfortar a su madre con sus pequeños abrazos capaces de dar amor infinito.
La placenta, de nuevo, salió al poco tiempo e intacta y después de la última revisión por parte de las matronas para verificar que estaba todo bien y del desayuno típico de nuestros partos, café con croissants, nos dejaron solos para empezar a disfrutar de la gran familia.
Como siempre, menos en el caso de Unai que no hubo manera como ya bien sabéis, os dejo el video del parto. No es tan explícito como el de Ibón pero si un poco más que el de África, así que hay imágenes que pueden herir la sensibilidad del espectador, pero como también sabéis, el problema es más de los ojos que lo miran, así que ahí va:
Durante el día es cuando me toca responsabilizarme de “mis labores de parto”. Cuidar de Paula, que no la falte de nada, que esté cómoda, que pueda ducharse, que tenga un rato para hablar por teléfono o, simplemente, para estar tranquila con Jara a la teta son la mitad de mis obligaciones. A la vez tengo que dar de desayunar a los niños, ayudar a vestirles, preparar la comida, recoger la casa, ir a por pan, sacar a Truja, jugar con ellos, responder llamadas de enhorabuena y vigilar la chimenea para que no se nos apague. Está claro que no fue tan doloroso, pero si igual de agotador.
Como hicimos con los otros tres, Jara duerme con nosotros desde el primer día para tener acceso a su banco de alimentos particular en cualquier momento. Eso hace que desde la primera noche podamos dormir, a pierna suelta yo y a teta suelta Paula. Dos niños, dos niñas, el padre, la madre y la perrita. Ahora sí que sabemos que la gente murmura a nuestras espaldas con admiración cuando paseamos por el parque.
Bodas de oro
El otro gran acontecimiento del año empezó a gestarse unos meses antes. El 1 de septiembre de 2017 mis padres celebrarían sus bodas de oro, 50 años.
Ya os he hablado de nuestras fiestas sorpresas de cumpleaños en las que damos rienda suelta a nuestra imaginación y a nuestra falta de vergüenza. Actuaciones, imitaciones, improvisaciones, pruebas, poemas, todo vale en ellas. Nos enfrentábamos a la mayor de las efemérides posibles y había que estar a la altura. El equipo creativo, formado por los seis hermanos, se reunió y planeó lo siguiente:
El primer día de su luna de miel, mis padres lo pasaron en el Parador de Gredos, así que cogimos una habitación en el mismo Parador para regalársela por el aniversario. Hasta aquí todo sencillo. Ahora había que inventar una historia para llevar a mis padres hasta allí. Ahí es cuando el talento y la experiencia de tantas fiestas celebradas salieron a la luz para urdir un plan que consiguiera tenerlos totalmente engañados durante un año.
Uno de los programas de televisión que mis padres siguen fielmente es “Saber y ganar”. Usando el formato del programa hicimos una serie de tarjetas con pistas sobre su regalo. Cada uno de los hijos, empezando por el mayor, invitaría un día a comer a los homenajeados y al final de cada comida, les harían entrega de la tarjeta con la pista.
Durante un año, cada dos meses, mis padres recibieron de cada uno de los hijos esas tarjetas, hasta que Blanca, la pequeña, les entregó la última pista.
Ahí quedó eso hasta el día de la celebración. Después de una preciosa ceremonia, en la misma Iglesia donde se casaron 50 años antes, nos desplazamos todos al lugar donde habíamos contratado la comida.
Antes de que llegara nadie, una avanzadilla de nietos se había adelantado al grueso del pelotón y ultimaban los detalles de la sorpresa. Habíamos hecho un atrezo simulando el plató del programa y cuando acabó la comida, a la misma hora que el programa real, comenzó nuestro particular juego de “Saber y ganar”.
Después de unas cuantas pruebas en las que tenían que demostrar las cosas que sabían uno del otro y que generaron un montón de risas entre todos los invitados se les entregó el premio, que consistía en dos noches en el Parador de Gredos. La primera empezaba al cabo de unas cuantas horas. A partir de ese momento, se activaba la segunda parte del plan.
Muy cerca del Parador alquilamos, sin que mis padres supiesen absolutamente nada, una casa rural para ir todos, los 28 que formamos esta gran familia. El objetivo era hacer una reedición de la boda, pero con un toque un poco más nuestro, un poco más alternativo, podríamos decir. Tras la boda vendría el banquete y la fiesta.
El encargado de llevarlos hasta el Parador fue Pichi. A medio camino, nos envió el mensaje que todos esperábamos para partir hacia nuestro destino.
El mismo día, después de dejar a mis padres en el Parador, Pichi puso rumbo a la casa rural donde fuimos llegando todos para preparar lo necesario de cara al día siguiente. Los nervios, las anécdotas del día y reconozcámoslo, un poquito de ron y de ginebra, fueron los ingredientes para una de las noches más graciosas que hemos pasado en familia.
La agenda del día para mis padres era la siguiente: desayuno, paseo, comida, siesta y, por último, una invitación para una degustación de productos típicos de la zona. Esta última actividad, completamente inventada, fue el gancho que obligaba a mis padres a ir a la casa rural donde todos esperábamos impacientes.
Cuando se levantaron de su siesta, el taxista del pueblo, que conocía la sorpresa, les recogió en el Parador para llevarlos a la “degustación”.
En la entrada de la puerta, las dos nietas y los dos nietos mayores esperaban al taxi. Al apearse, mis padres estaban completamente descolocados: “Pero, vosotros… ¿Qué hacéis aquí?”
“Bienvenidos a vuestra boda, acompañadnos”. Mi madre se fue con las nietas que tenían un traje de novia dispuesto para la ocasión. Mi padre se fue con los nietos que tenían el traje de novio esperando.
Mientras se preparaban y trataban de encajar en sus mentes lo que estaba pasando, el resto de los invitados hicimos un pasillo humano en la puerta que daba al jardín y esperamos a que salieran para recibirles con un gran aplauso. “Estáis locos, estáis locos” repetía con la voz entrecortada mi madre.
Lo siguiente era la celebración de la ceremonia. Yo fui el encargado de dirigir la misma. El momento más emotivo de la tarde fueron las lecturas. Esta era la única parte secreta e individual del plan en la que, cada uno de nosotros, teníamos que escribir un texto que expresara lo que habían significado nuestros padres y el mensaje que les quería dar. Ninguno consiguió leer su texto sin tartamudear o sin atascarse por la emoción.
Sus manos permanecían unidas, sus ojos vidriosos y sus sonrisas nerviosas mientras escuchaban, orgullosos, todos los discursos de sus hijos. Los frutos de tantos años de privaciones, de trabajo, de amor y de alegría estaban frente a sus ojos y ellos disfrutaban de esa sensación…,” Mira lo que hemos conseguido” decían sus rostros con más humildad que arrogancia. “Todo esto lo hemos conseguido juntos”, se repetían el uno al otro. ¡Qué demostración de amor, de respeto, de paciencia y de valor ha sido y es la vida de mis padres!
El año de preparativos, todas las reuniones para organizar la sorpresa, las mentiras piadosas que tuvimos que contarles, los nervios de los días previos, todo, absolutamente todo, se vio compensado con creces con la cara de felicidad que se les quedó durante unos cuantos días.
El episodio de hoy está siendo bastante viajero, hemos retrocedido a 1967, hemos pasado por el 2017 y, para explicar el porqué de la canción elegida, tengo que volver a retroceder hasta 1988. En 3º de BUP, mi amigo Borja ya era un fan incondicional de la banda americana Guns and Roses y esa pasión me la contagió. El año anterior al gran boom de la formación, nosotros ya éramos fieles seguidores. Ese verano, en los partidos de baloncesto con mis amigos, sacaba mi radio casete y ponía el disco en modo repetición para que estuviera todo el rato sonando. En septiembre de 1989, al volver al colegio, muchos de los que siempre habían criticado mi música, sacudían ahora la cabeza escuchando a los nuevos héroes de la música mundial. A pesar de convertirse en un grupo de masas yo continué adorando al grupo y el “Sweet Child O´mine” se convirtió en mi canción favorita, lo mismo que le pasó a millones de jóvenes de todo el mundo.
He tenido la suerte de poder verlos en dos ocasiones que bien recordaréis por el episodio del bocadillo milagroso y las dos veces con mis amigos de la infancia.
Jara no podía tener otra canción porque ella tiene ojos de los cielos más azules, y si pensaran en la lluvia,
odiaría mirar en esos ojos y ver una brizna de dolor.
She’s got a smile that it seems to me
Reminds me of childhood memories
Where everything was as fresh as the bright blue sky
Now and then when I see her face
She takes me away to that special place
And if I stare too long, I’d probably break down and cry
Whoa, oh, oh
Sweet child o’ mine
Whoa, oh, oh, oh
Sweet love of mine
She’s got eyes of the bluest skies
As if they thought of rain
I’d hate to look into those eyes and see an ounce of pain
Her hair reminds me of a warm safe place
Where as a child I’d hide
And pray for the thunder and the rain to quietly pass me by
Whoa, oh, oh
Sweet child o’ mine
Whoa whoa, oh, oh, oh
Sweet love of mine
Whoa, yeah
Whoa, oh, oh, oh
Sweet child o’ mine
Whoa, oh, whoa, oh
Sweet love of mine
Whoa, oh, oh, oh
Sweet child o’ mine
Ooh, yeah
Ooh, sweet love of mine
Where do we go?
Where do we go now?
Where do we go?
Ooh, oh, where do we go?
Where do we go now?
Oh, where do we go now?
Where do we go? (Sweet child)
Where do we go now?
Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay
Where do we go now?
Ah, ah
Where do we go?
Oh, where do we go now?
Oh, where do we go?
Oh, where do we go now?
Where do we go?
Oh, where do we go now?
Now, now, now, now, now, now, now
Sweet child
Sweet child of mine
Tiene una sonrisa que me parece
Me recuerda a los recuerdos de la infancia
Donde todo era tan fresco como el cielo azul brillante
De vez en cuando cuando veo su cara
Me lleva a ese lugar especial
Y si me quedo mirando demasiado tiempo, probablemente rompería a llorar
Whoa, oh, oh
Dulce niña mía
Whoa, oh, oh, oh
Dulce amor mío
Ella tiene ojos de los cielos más azules
Como si pensaran en la lluvia
Odiaría mirar en esos ojos y ver una onza de dolor
Su pelo me recuerda a un lugar cálido y seguro
Donde de niño me escondía
Y rezaba para que los truenos y la lluvia me dejaran tranquilo
Whoa, oh, oh
Dulce niña mía
Whoa whoa, oh, oh, oh
Dulce amor mío
Whoa, yeah
Whoa, oh, oh, oh
Dulce niño mío
Whoa, oh, whoa, oh
Dulce amor mío
Whoa, oh, oh, oh
Dulce niño mío
Ooh, sí
Ooh, dulce amor mío
¿A dónde vamos?
¿A dónde vamos ahora?
¿A dónde vamos?
Ooh, oh, ¿a dónde vamos?
¿A dónde vamos ahora?
Oh, ¿a dónde vamos ahora?
¿A dónde vamos? (Dulce niño)
¿A dónde vamos ahora?
Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay
¿A dónde vamos ahora?
Ah, ah
¿A dónde vamos?
Oh, ¿a dónde vamos ahora?
Oh, ¿a dónde vamos?
Oh, ¿a dónde vamos ahora?
¿A dónde vamos?
Oh, ¿a dónde vamos ahora?
Ahora, ahora, ahora, ahora, ahora, ahora, ahora
Dulce niña
Dulce niña mía
Cada vez escribes mejor, Marcus!! Es fácil dejarse llevar por las lineas!
Crack!!
Gracias Julián!!! Cuanto más entreno mejor me sale, ya sabes….
Qué gusto da ver una familia tan unida…
Uffff menuda llorera…hoy por dos….increíble todo…que bonita familia….es lo mejor que nos pueden dejar nuestros padres..amor ,unión respeto y esw gran ejemplo para las siguientes generaciones y en consecuencia para la sociedad….mi más enhorabuena a todos,a tus padres y a vosotros…gracias por compartir…me llega al ❤ será que soy de una gran familia también,no hay nada mejor que formar parte de la tribu!!!!!👩👦👨👦👨👦👦 👨👩👧👧
Bellísimo lo que cuentas y ese parto!!!!
Gracias Gracias y Gracias
Un gran abrazo!!!!🥰🥰🥰
No es mi intención causar lloreras, pero bueno, mientras sean de alegría me valen!!! Gracias por tus palabras semanales!!!!
Me encanta el parto de Jara…charlando, tranquilos, con respeto…maravilloso maravilloso.
Los 50…lo más! Y ahora te llegan tus 50…estás hecho un chaval!
No como el de Unai, jajajajaja
He disfrutado mucho leyendo los dos grandes acontecimientos del 2017. Muchas gracias por compartir las alegrías de tu vida y las profundas emociones. Un beso. PalomaC
Gracias Paloma!!!!
Que bonito viajar en el tiempo contigo Spachur, qué manera más maravillosa de mirar atrás … No quiero que termine… Bienvenida compañera del 2 de Enero a esta maravillosa historia ❤️
Se me acaban los años Anita!!! Ya queda poquito!!!! Bruno seguro que lo va a agradecer!!!, jejejeje
Joder Marcos esto no se hace, dale un beso a toda la familia
De tu parte!!!! Gracias
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