Alucinante. Platero y tú.

Los Reyes Magos, que son muy listos, les han traído un monitor a los niños y ahora han desplazado el campamento del salón a su habitación.

Todavía no estoy seguro de que haya sido un buen regalo, la verdad, pero por de pronto, el domingo pude, después de muchos años, tumbarme en el sofá por la tarde, ponerme un documental, taparme con una mantita junto a los dos perros, y dormirme buena parte del mismo.

No tenía nada pensado para ver, así que fui deslizándome por la pantalla hasta que después de aproximadamente 30 minutos, decidí ver uno, no recuerdo en qué plataforma, sobre las cuevas de Altamira, la Capilla Sixtina del paleolítico.

Una pasada.

Alucinante

Sobre todo las partes en las que conseguía mantener los ojos abiertos.

Fueron bastantes, no os creáis. El documental me encantó, pero también me encantó la sensación de no tener niños gritando alrededor y esa oportunidad no puedes dejarla pasar porque no sabes cuándo volverá.

¡A pico, cárgatelo a pico!

¿Pero qué dices? Eres un NPC.

Usa el subfusil, es mucho mejor que el sniper.

No tienes ni idea. Llevo más kills que tu.

¡¡Pilla esa Skin, bro, píllala!!

La tengo en el loot.

Joder, no me entero de nada. Podrían estar cagándose en mi vida y no me enteraría de nada.

He pasado un infierno con la maldita Play y con el Fortnite de las pelotas, aunque me temo que no he hecho más que desplazarlo unos metros para no tenerlo todo el día debajo de las mías.

En el fondo les entiendo…a mi manera.

Es como si yo de adolescente hubiera podido pasarme todo el día jugando al fútbol.

Empezaría un partido con unos, de repente vendrían otros y me pondría a jugar con ellos, un poco más tarde se irían todos, pero me podría quedar yo solo tirando a la portería que tenía la pared detrás y me devolvía todos los tiros, y cuando ya no pudiera más, vendrían los de la «cuesta larga» a jugar otro partido y así hasta que dieran la diez y media de la noche, que tenía que estar en casa por exigencia paterna.

En el fondo es lo mismo, puro vicio.

Bueno, que me enrollo.

Me cambio de skin y vuelvo al documental.

He estado dos veces en el Museo de Altamira y en su Neocueva. La de verdad está cerrada al público. Si queréis saber por qué, tendréis que ver el documental.

Creo que era en…¡Nah!, paso de decirlo que no quiero hacer publicidad, bastante forrados están ya los cabrones, y encima tienes que aguantar que te pongan la sonrisita esa de medio lado.

El caso es que las dos veces que he ido he acabado con una sensación de sobrecogimiento difícil de expresar.

Trece mil años.

Trece mil años tienen las pinturas más modernas.

Las más antiguas de la cueva pueden tener hasta treinta mil.

Estamos en el 2024, pues once mil años antes ya había personas que tenían la habilidad de pintar, de expresarse a través del arte, de tomar modelos de la naturaleza y plasmarlos sobre la roca.

No solo hay bisontes y otros animales, también puedes ver manos y todo tipo de símbolos que no somos capaces de interpretar, ni nosotros ni la inteligencia artificial. Son códigos que se han perdido en el tiempo y que parece que nunca podremos descodificar.

No me detendré en estos símbolos porque cada uno puede pensar lo que quiera sobre ellos.

Pero sí en las pinturas más conocidas, en esa expresión, en esa necesidad que el hombre siempre ha tenido de expresar sus ideas, sus pensamientos o sus miedos y hacerlo de una manera artística.

En cualquiera de sus formas: pintura, escultura, música, danza, poesía o simplemente escribiendo.

No os vayáis a pensar ahora que por decir esto creo que soy un artista. Lo dije en el primer capítulo, ni soy escritor ni nada que se le pueda parecer.

Lo que sí es verdad es que he encontrado en esto de poner varias palabras seguidas una forma de expresar mis ideas, mis pensamientos y mis miedos, que antes no tenía.

Alucinante

Os lo diré claro: soy un completo discapacitado emocional y un manco cuando se trata de esgrimir argumentos contra otro.

No sé hacerlo. No sé ni desenvainar mi arma sin llevarme un par de cortes.

Imaginaros cualquier gran almacén o centro comercial de esos con cientos de tiendas el día 5 de enero.

Miles de personas entrando y saliendo de las tiendas, subiendo y bajando las escaleras, chocando unos con otros, comprando lo primero que encuentran y que nadie les quita de las manos, niños corriendo por los pasillos, adolescentes pavoneándose con sus prendas de marcas deportivas, adultos gritando a sus móviles y abuelos haciendo cola en la puerta de los servicios.

Esa es exactamente la imagen que los científicos verían en mi cerebro cuando alguien quiere discutir conmigo. Nunca sé si tiene que responder el niño al que hay que cambiarle el pañal, el adolescente inseguro, el adulto por whatsapp o el viejo que acaba de pellizcarle el culo a la dependienta.

No lo sé, nunca lo sé. Yo prefiero esperar a cerrar el centro comercial, que se vacíen todos los pasillos, que pase el equipo de limpieza y que cada tienda coloque el desastre del día, antes de dejar salir una palabra por mi boca.

Claro que eso…no siempre es posible. Muchas veces, bueno…no tantas…

…algunas veces, se forma tal tapón de gente atiborrando todas las salidas y entradas con sus carritos, sus bolsas llenas de regalos, peinados con flechas, perfumes insoportables, sudores igual de insoportables, tacones pisándome los pies y conversaciones cruzadas, que mi cabeza se transforma en el camarote de los Hermanos Marx y normalmente es Paula la que se convierte en la Señorita Margarett Dumont y sin comerlo ni beberlo abre esa puerta y le cae todo encima:

Huevos duros, huevos fritos, pastelitos, bizcochos borrachos con unas gotas de amoniaco, un huevo de oca, un fontanero con un martillo y una llave inglesa, una escoba, una cama sin hacer, una señorita haciendo la manicura, varios camareros y muchas tonterías más sin ninguna relación entre ellas.

Alucinante

Así de absurdo soy.

Después de haber soltado una secuencia de palabras inconexas, gruñidos, bramidos, más palabras sin sentido, y algún ladrido que muchas veces no sé si es mío, de Sprocket o de Gato, mi cerebro se queda vacío y empiezo una reconstrucción de los hechos como en las series policiacas.

El sospechoso es acusado de una serie de delitos. Él sabe que de algunos es culpable y tiene que buscar atenuantes para que la condena sea menor. También sabe que alguno de los que se le imputan son falsos y que él ni siquiera estaba en el escenario del crimen y también sabe que otras acusaciones son daños colaterales que tiene que admitir, aunque eso le convierta en cómplice.

Él sabe que no hay nada más importante que tener (y ser) un gran cómplice, pero también sabe que no hay nada más difícil.

Por eso amo tanto a Margarett Dumont, porque es la cómplice perfecta y, aunque yo sea el mudito de los Hermanos Marx, ella y solo ella es capaz de abrir esa puerta una y otra vez a pesar de saber lo que le va a caer encima.

Y lentamente, muy lentamente voy aprendiendo el arte de desnudar mi alma y dejar que su mirada me muestre la razón mientras yo pierdo la mía.

Hojas en blanco, noches en vela y así me paso la vida entera.

Sé que protesto, no me hagas caso, yo a mi manera nunca fracaso.

(Emparedado. Extremoduro)

Otra vez que me he enrollado y vosotros ahí sin decirme nada.

Céntrate, bisontes pintados en cuevas…

Ahhh, vale, ya sé lo que quería decir.

Alucinante, me parece alucinante que hace tanto tiempo alguien cogiera un pequeño candil, se tumbara en el frío suelo y con sus propias manos pintara sus anhelos sin pensar que miles de años después esas mismas pinturas conectarían su alma con la de otros especímenes de su misma raza no tan evolucionada.

Porque, al fin y al cabo, tampoco hemo cambiado tanto…

porque nacemos indefensos
nos dan un nudo en el ombligo
luego nos quitan nuestros sueños
y nos confunden el camino
maldigo a todos esos locos
que quieren gobernar la vida
sin las palabras del poeta
y sin las manos del artista

no se si es cierto lo que he visto
o es el efecto de una droga
!qué bien! hoy todo es tan distinto
parece que el mundo funciona
la gente ya no siente miedo
las sombras tienen mil colores
el viento barre los problemas
y el las pistolas crecen flores

y es que es tan alucinante
que hace días que no duermo
por si acaso al despertarme
veo que todo ha sido un sueño

porque nacemos indefensos
nos dan un nudo en el ombligo
luego nos quitan nuestros sueños
y nos confunden el camino
maldigo a todos esos locos
que quieren gobernar la vida
sin las palabras del poeta
y sin las manos del artista

y es que es tan alucinante
que hace días que no duermo
por si acaso al despertarme
veo que todo ha sido un sueño.

4 comentarios en «Alucinante. Platero y tú.»

  1. Hoy especialmente, no me preguntes por qué me ha flipado tu escrito Marcos. ¡Qué sencilla y a la par elocuente manera de explicarte! Volveré a leerlo seguro

  2. A mi también me ha encantado. Creo que has descrito perfectamente el autentico sentir de todos los humanos en estos días. Tenemos un cerebro lleno de ideas, proyectos, sueños y de ideas, por eso necesitamos meditar profundamente.

    Muchas gracias Marcos, hasta la próxima entrega. PalomaC

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