38. Bobby Jean. Bruce Springsteen

Una vez instalados en la nueva casa, nos pusimos manos a la obra con uno de los proyectos que más ilusión nos hacía: el huerto.

En los primeros meses, antes de que empezara el calor del verano, dejamos todo preparado y empezamos a plantar las primeras tomateras, pimientos, calabacines y poco más. Paula, a pesar de su avanzado estado, trabajaba y disfrutaba en el huerto cada día. Ese contacto con la tierra, ese mancharse las manos, mojarse o agacharse a quitar las malas hierbas, le hacían tan feliz que poco importaba la incomodidad de la abultada tripa.

        Con casi dos añitos Ibón se desenvolvía perfectamente por la casa y aunque las escaleras que daban acceso a la vivienda nos preocupaban por la considerable altura, para él, nunca fueron un problema.

        Al no vivir ya en Madrid y tener un niño a nuestro cuidado, se nos hacía muy complicado acudir todos los martes a las clases de preparación como habíamos hecho con Ibón, sin embargo, acudíamos puntuales y felices a las citas con las matronas, en las que revisaban que todo fuera bien y en las que hablábamos de cómo nos sentíamos, de las dudas que se nos planteaban, de la operativa más concreta para el día del parto, etc. El no haber perdido esa unión y esa confianza con ellas a pesar de la distancia fue un factor que, a la postre, tendría una gran importancia en el desarrollo de todos los acontecimientos.

        En el mes de julio, a pesar de que Paula ya tenía una panza considerable, decidimos irnos de vacaciones a un camping en el Algarve. Allí coincidimos de nuevo con mi amigo Roberto, con el hermano de Paula, Edu y su familia y con su primo Álvaro y su familia. Una marabunta de padres con niños pequeños que hicieron pasar unas bonitas noches a los vecinos de tienda del camping.

        En una de esas noches, Paula se despertó porque se hacía pis. Yo salí con ella para acompañarla, pero no queríamos ir hasta los baños que estaban un poco alejados de nuestra ubicación. “No te preocupes, hago pis aquí mis…”, mientras pronunciaba esas palabras en mitad de la oscuridad, su figura desapareció ante mis ojos y un grito quebró la noche. “Noooo, mierda, me he caído”. En la penumbra no habíamos visto que se dirigía hacia una acequia seca donde cayó de manera estrepitosa. Después de ayudarla a salir y de verificar que estaba bien, aún con el susto de la desaparición en el cuerpo, nos entró un ataque de risa que volvió a hacer las delicias de todos nuestros vecinos.

        De vuelta a Madrid, ya en los días finales del mes de agosto, nos preparamos para el gran acontecimiento del año: El nacimiento de Unai.

        Unai el rápido: Three Sides to Every Story

        PEPA

        Pepa, matrona de profesión, se levantó, como cada día, a las 07:00 de la mañana. Después de prepararse un café con leche fría, se dispuso a ducharse. A pesar de estar todavía en verano la noche había sido fresca e incluso había llovido en Madrid lo que significaba atasco seguro en la M-40. Una vez duchada y vestida, Pepa se sentó en su sofá favorito para tomarse el café mientras repasaba mentalmente las cosas que tenía que hacer durante el día.

        Ese día libraba, pero no podía hacer muchos planes porque estaba de guardia de Paula, una madre que ya había parido con ellas un par de años antes y que estaba en fecha para tener a su segundo hijo.

        Justo cuando había organizado todas las tareas del día, notó una vibración bajo uno de los almohadones del sofá. “¿Cómo habrá llegado el móvil hasta ahí?’, pensó. Después de levantar un par de ellos, con escasa suerte, descubrió por fin el aparato. Al mirarlo, supo que todos los planes que acababa de hacer iban a tener que esperar a otro día. En la pantalla del móvil un nombre se iluminaba: Marcos Paula.

        Rápidamente respondió para escuchar: “Buenos días, Pepa, parece que esto ha empezado, vente para acá cuanto antes”.

        Pepa miró su reloj: las 8:00. Recogió su maletín, verificó que tenía todo lo necesario y avisó a su marido para que le acercara hasta Alpedrete.

        Después de hablar unos instantes con Paula, Pepa ya había podido intuir que debía darse prisa. Tal y como había previsto, la lluvia caída había reducido la capacidad de conducir de los madrileños y empezaban a formarse algunos atascos. Llegar hasta Alpedrete ese jueves, 8 de septiembre, le iba a llevar un poco más de tiempo del normal.

Después de casi un hora y media de esquivar atascos, Pepa aparcaba en la puerta de la casa de Marcos y Paula a las 9:30.

        Al llegar tocó un par de veces el timbre y vio como Marcos salía por la puerta, bajaba las escaleras, atravesaba el jardín y le abría la puerta.

        BLANCA Y PICHI

        Blanca había pasado una noche un poco movida. Su embarazo iba muy bien, pero de vez en cuando, como si su propio cuerpo supiera lo que iba a pasar en unos meses y le fuera preparando para las noches en blanco, pasaba algunos episodios de insomnio.  Esa noche se había despertado un par de veces, no sabía muy bien por qué, pero estaba inquieta. Aparte de ese par de viajes al baño para vaciar su vejiga, había descansado bien y estaba preparada para una nueva jornada de trabajo. Blanca era la secretaria del colegio y las jornadas de los jueves solían ser tranquilas porque no tenía ninguna clase y se dedicaba íntegramente a labores administrativas.

        Mientras desayunaba su café con tostadas, Julián, su marido, le dio un cariñoso beso en la frente y salió pitando hacia su trabajo. Blanca se quedó pensativa removiendo el café. El sonido del móvil, que tenía al lado de la mantequilla, la sacó de sus pensamientos. “Buenos días, hermano, ¿qué pasa?” Al otro lado del teléfono, su hermano Marcos volvía a repetir un mensaje que acaba de dar: “Parece que esto ha empezado, avisa a Pichi y veniros para acá”. De los nervios que le entraron en ese momento, Blanca estuvo a punto de mojar el móvil en el café.

        Lo primero que hizo fue llamar a la directora del colegio para decirle que no iba a poder ir.  Lo segundo fue llamar a Pichi para darle la noticia. “Allí nos vemos, no tardes”

        Blanca y Pichi llegaron prácticamente al unísono sobre las 8:45. Al llegar, les recibió su hermano Marcos que les explicó como estaba la cosa y lo que tenían que hacer. “Paula se ha dado un baño y ahora está sentada en el váter con bastantes contracciones. Ya hemos avisado a Pepa hace un rato, así que imagino que no tardará mucho. Mientras la esperamos, necesito que vayáis preparando la cama. Poned un plástico protector, encima la sábana y después empapadores y algunas toallas”

        PAULA, MARCOS E IBÓN

        Paula había pasado una noche complicada. Las lentejas de la comida del día anterior no le habían sentado muy bien y se encontraba un poco indispuesta. Como su intuición le decía que ya no iba a ser capaz de dormirse de nuevo a pesar de ser las 7:00, se levantó y fue al baño. Al terminar de hacer pis notó que algo resbalaba por su vagina y al secarlo pudo ver que el papel tenía un poco de sangre. Llenó la bañera con agua calentita y se metió para disfrutar de un agradable y relajante baño.

        No llevaría ni cinco minutos sumergida cuando su marido, Marcos, apareció por allí. Paula era más de ducharse que de bañarse, así que le llamó la atención. “¿Estás bien?” preguntó con tranquilidad, pero con la mosca detrás de la oreja. “Me parece que estoy de parto, llama a Pepa”. Rápidamente, volvió a la habitación y, procurando no hacer ruido ya que Ibón seguía profundamente dormido, cogió el móvil y llamó. “Buenos días Pepa, parece que esto ha empezado, vente para acá”

        Al volver al baño casi tropezó con la Truja que le miraba con esos ojos de querer salir. Abrió la puerta, la perra salió a la velocidad del rayo y desapareció por las escaleras sin que tuviera tiempo de ver a donde iba.

        Al entrar de nuevo pudo comprobar, para su sorpresa, que Paula había salido ya de la bañera y estaba sentada en el váter como en el parto de Ibón. Allí se quedó acompañándola de la manera que había hecho en el nacimiento de su primer hijo, de pie junto a ella, que le agarraba con fuerza la mano y aplastaba la cara contra su tripa con cada contracción.

        Los sonidos que salían del cuerpo de Paula eran los mismos que salían al final del primer parto y no llevaban ni media hora desde que había empezado todo. Las cosas se estaban precipitando y Pepa no llegaba. “¿Dónde está Pepa?”  preguntaba Paula. “No lo sé, ya está avisada, no pienses en eso, tranquila que va a llegar a tiempo seguro, acabas de empezar”.

        En esos momentos sonó el timbre de la calle y salió disparado a abrir la puerta. Al abrir vio a sus hermanos que llegaban juntos. “Vamos para arriba que Paula está sola en el baño”. Les dio unas pequeñas indicaciones de lo que tenían que hacer y los dejó con sus tareas para ir, de nuevo, con Paula que seguía emitiendo esos extraños sonidos que no eran gritos ni respiraciones, sino más bien una especie de cánticos que salían de sus entrañas. Marcos, como tiene muy buen oído para las canciones, pudo identificar claramente esos cánticos. Ya los conocía y sabía exactamente de cuándo y porqué.

        Paula, aún sentada en el váter, le miraba y podía ver una brizna de miedo en sus ojos. Después de cada contracción, Paula volvía a preguntar por Pepa que seguía sin llegar.

        En un momento dado, Paula se hizo un tacto a sí misma para descubrir que ya podía sentir la cabeza del niño. El miedo empezaba a atenazarla, pero su intuición pudo más y decidió ponerse de nuevo a cuatro patas. “¿Qué hacemos?”, preguntó con la voz entrecortada por el miedo.

        En ese momento Marcos, mientras veía como la cabeza de su hijo Unai asomaba y ya no había manera de pararlo, tomo aire, cogió la mano de Paula y dijo: “No te preocupes, yo estoy aquí, todo va a ir bien”.

       No supo de dónde salían esas palabras, él no las pensó, simplemente acudieron a su boca y fluyeron. Esa frase, la manera en la que la dijo, ambas cosas o simplemente la unión de sus manos, actuaron como un bálsamo y, en esos momentos, desaparecieron todas sus preocupaciones. Estaban los dos solos para recibir a su segundo hijo y no había nada, absolutamente nada, fuera de las cuatro paredes del baño de su casa. Su concentración era total, entendian que iban a tener que hacerlo todo y estaban preparados. Sabían que podían.

        “Voy a empujar” dijo Paula. Tras un grito completamente animal, salió la cabeza de Unai. En esos momentos Marcos ya sostenía la cabeza en sus manos para evitar que cayera. Había que esperar al siguiente empujón para que saliera todo el cuerpo. Durante unos breves segundos a Marcos se le paró el corazón. La cabeza de Unai estaba ya fuera, pero el niño no hacía ningún movimiento. Lo único que se le ocurrió en ese momento de desesperación, en el que no podía apreciar ningún signo de vida en el rostro del bebé, fue soplarle en la cara. El aire de sus pulmones pareció desperezar al niño que empezó a mover la boca al tiempo que el corazón de Marcos empezaba a latir de nuevo.

        Con el siguiente empujón de Paula salió el resto del cuerpo que recogió suavemente con sus propias manos para dárselo con rapidez a la madre. El primer lloro del niño resonó dentro del baño para confirmarle que acababa de asistir su primer parto. Unai, el rápido, ya estaba con ellos. No habían pasado ni 45 minutos desde que Paula salió del baño calentito para empezar con la dilatación, 45 minutos que pasaron como una exhalación y no los dejaron pensar ni un segundo, 45 minutos guiados por la intuición, los 45 minutos más aterradores, fascinantes, intensos y maravillosos de la vida de Marcos.

        BLANCA Y PICHI

        “Coge tu esa esquina y así colocamos bien la sábana para poner encima los empapadores”, propuso Blanca en un momento dado. “¿No será mejor si ponemos debajo los empapadores?”, preguntó Pichi. La conversación de los dos hermanos se veía interrumpida de vez en cuando por los sonidos que provenían del cuarto de baño. “Joder, yo no sé si esos gritos son muy normales”, comentó Blanca sin poder esconder cierto temor. “Esperemos que sí, a ver si llega ya la matrona” respondió un preocupado Pichi.

        Antes de que pudieran terminar de colocar la sábana, con un empapador encima y otro debajo para evitar discusiones, escucharon un sonido que no pudieron diferenciar con claridad: ¿Era el maullido de un gato callejero o el llanto de un niño pequeño? “¿Has oído eso?” Preguntó Blanca. “Que si he oído, ¿qué?” Respondió Pichi agobiado porque no conseguía meter el doblez de la sábana en el sitio correcto.

Unai con dos minutos de vida

        En ese mismo instante el sonido llegó de nuevo a la habitación que estaban preparando, de una manera mucho más clara. Los dos hermanos se miraron y exclamaron: “No puede ser” al mismo tiempo que soltaban la sábana en la cama y salían corriendo hacia el baño.

       Al llegar, lo que vieron les dejó perplejos, Paula estaba sentada en el suelo encima de una toalla y sujetaba a un recién nacido mientras le limpiaba con otra toalla. Marcos, estaba a su lado mirando al pequeño Unai, mientras intentaba asimilar lo que veían. Las lágrimas se desbordaron en ese momento, mientras los cuatro adultos que estaban allí se hacían a la idea de lo que acababa de pasar. Unai, el rápido, había nacido y tan solo su padre y su madre habían sido testigos y protagonistas de su nacimiento. Una hora escasa de parto. No dio tiempo a hacer fotos, ni video, ni siquiera dio tiempo a hacer bien la cama. Unai ya estaba ahí. Nació a las 9:15, exactamente igual que su hermano mayor que seguía durmiendo plácidamente.

        PEPA

        Pepa era una matrona experimentada que había pasado ya por muchas vivencias distintas en su dilatada carrera y todos esos años le habían dado la sabiduría de saber leer el rostro de los padres. Nada más abrir la puerta, Pepa ya supo que algo había pasado, y no tuvo que esperar más de unos pocos segundos para que Marcos se lo confirmara: “No hace falta que corras, ya ha nacido”.

        Sin embargo, el parto no había finalizado y teniendo en cuenta los antecedentes de Paula, había que seguir alerta hasta que la placenta saliera. En esta ocasión Paula estaba más centrada y no se olvidó de ello y la placenta salió apenas media hora después. Al cogerla y expandirla para poder analizarla, Pepa vio que se trataba de una placenta que los expertos denominan aberrante, no tenía nada que ver con la de Ibón, esta era más caótica o más creativa, según se quiera entender.

        Parecía que todo estaba bien, el niño perfecto, la madre también, la placenta parecía correcta y completa. Pepa se quedó el tiempo necesario para verificar que todo estaba en orden. A eso de las 13:00, después de dejar todo hecho y en su sitio y después de dar a Marcos el doctorado honorífico de matrón, se fue a su casa y los dejó tranquilamente para disfrutar de su segundo parto que tan intenso había sido.

        DESENLACE

       Como es natural, el resto de las matronas de Génesis ya sabían lo que había pasado y habían montado el dispositivo de guardia porque, después de cómo había ido todo, no querían correr ningún riesgo, así que, sobre las 15:00 de la tarde, vino Cris a vigilar que todo estuviera bien.

        Paula tenía unas grandes compresas para ir absorbiendo los fluidos que salían todavía de su cuerpo. “No recuerdo yo sangrar tanto con Ibón”, le confesó a su madre. “Me parece raro”.

        Cristina se pasó la tarde poniendo en práctica todos sus conocimientos para tratar de detener esa hemorragia que, poco a poco, iba dejando sin fuerzas a la madre. Sobre las 22:00, viendo que no era capaz de hacerlo y consciente del peligro que podría suponer seguir así mucho tiempo más, decidimos llamar a una ambulancia y llevar a Paula al Hospital Puerta de Hierro.

        Acudieron dos ambulancias que se cruzaron justo en la puerta de casa sin ver ninguna el número de la calle. Pichi, que andaba atento a su llegada, salió corriendo detrás de la de la Cruz Roja. Gran acierto.

        Paula y Cristina se fueron juntas en ella y durante el viaje fueron informando de todo lo que había pasado para que al llegar al hospital tuvieran claro qué había que hacer. La actuación de los trabajadores de la ambulancia fue perfecta, dejaron a Cristina que se hiciera cargo porque había asistido a todo el proceso y se mostraron tremendamente cooperativos. Por esas coincidencias de la vida, que tanto le gustan a Paula, el conductor resultó ser compañero de universidad de uno de sus primos, con lo cual, se lo tomó como algo suyo y se ocupó personalmente de todos los papeles para hacer el ingreso en el hospital. Te encuentras buenas personas hasta en los momentos más complicados.

        El tío Edu, hermano de Paula, se encargó de Ibón y se lo bajo a su casa a jugar con el primo Iago, su hijo, con el que Ibón se lleva tan solo 15 días de diferencia.

        Yo me quedé con el pequeño Unai en brazos y le pedí a Pichi que nos llevara al hospital porque, evidentemente, yo no podía conducir. Afortunadamente el niño dormía plácidamente y, aunque sé que fui un poco imprudente saltándome a la torera todas las normas de tráfico, no quise ponerle en la silla del coche, si no que le lleve todo el rato en mis brazos. No quería que se pudiera sentir solo, quería que sintiera mi calor y mi amor y, además, necesitaba tenerle en brazos porque era lo único que me reconfortaba en esos momentos.

        Llegamos antes que la ambulancia y, después de poco tiempo, vimos cómo metían a Paula con cierta urgencia, aunque ella estaba totalmente consciente e incluso bromeando. Las ecografías no mostraban nada raro y el ginecólogo de guardia la hizo una exploración, sin previo aviso, de la que sacó un diminuto fragmento de placenta que se había quedado adherida en el cuello del útero y era lo que estaba produciendo la hemorragia. Después de encontrar la causa, la intervinieron para hacer un legrado.

        Al cabo de un par de horas, con el niño todavía dormido, me avisaron de que ya había salido de la operación y de que todo había ido bien.

        Allí pasamos nuestra primera noche juntos, Paula, Unai y yo, que me pasé las horas intentando buscar una postura medio decente en aquel potro de torturas que era el sillón de hospital, después de un día tan agotador como el que habíamos tenido. Cuando por fin conseguí encontrar la posición y disfrutaba de un corto pero reponedor sueño, escuché unas pisadas de algo que parecía como un dinosaurio que entraban en la sala donde estábamos, nos encendía la luz, y a las 06:00 de la mañana nos echaba un sermón con una condescendencia y una falta de empatía tal, que a los diez segundos yo había desconectado completamente mi sistema auditivo y lo único que podía ver era al viejo ginesaurio moviendo la boca con ganas de darnos un mordisco.

        A los dos días, después de los cuidados necesarios y de recibir el alta, decidimos irnos a casa de los padres de Paula de nuevo a terminar de recuperarnos y a coger fuerzas para lo que se venía encima.

        Unai, el rápido, vino así a nuestras vidas, en un abrir y cerrar de ojos. Tenía prisa por vivir o quizás, según su propia teoría, tenía prisa por reunirse de nuevo con su hermano, con el que había compartido espacio durante el tiempo que Paula tuvo a los gemelos, eso nunca lo sabremos. Lo que sí tenemos claro, es que esas prisas por vivir, esas ganas por descubrir y por crear, siguen intactas en nuestro segundo hijo.

Bobby Jean

        Os estaréis preguntando, ¿Qué pasa con la canción? Para hablar de ello debemos cambiar un poco el tono del relato para explicaros el porqué de la elección de esta semana.

        Cuando mi hermano Pichi cumplió 40 años decidimos, encabezados por el impulso de Blanca, hacerle una fiesta sorpresa en la que le preparamos un video muy emotivo con fotos de toda su vida. Al parecer gustó mucho esa idea y decidimos convertirla en tradición, así que la siguiente fue mi hermana Camino, a la que preparamos una fiesta sorpresa bastante más sofisticada que la de Pichi.

        Camino es mi hermana mayor y cuando yo me peleaba con mi hermana pequeña, Arancha, ellas dos hacían piña y se aliaban contra mí. Camino era, y sigue siendo, una auténtica fanática de Bruce Springsteen. Se sabía todas las canciones, se compraba todos los discos y ponía todos los posters en su habitación. Todo era Bruce. Para mí, como ya conocéis sobradamente, Bruce era demasiado suave y no podía aceptarle en mi catálogo musical y mucho menos si mi hermana mayor era tan fan.

1993

        El 5 de mayo de 1993 no me quedó más remedio que cambiar esa opinión que tenía del Boss. Por alguna razón que no consigo recordar (aunque imagino que la insistencia de Camino tendría algo que ver) decidí acompañar a mi hermana y a mi prima Ana al concierto que el músico americano dio en el Calderón con la gira de sus discos “Lucky Town” y “Human Touch”. Primera fila para mi primer concierto de Bruce. En aquella ocasión, el cantante no estaba acompañado de su mítica banda, la E-Street Band. Aun así, ese concierto me dio un bofetón en todo mi orgullo musical y a partir de ese momento me abrí completamente a la música de Bruce. Desde entonces, no he faltado a ni uno solo de sus espectáculos en Madrid y ha sido, sin duda, el intérprete que más me ha emocionado de todos los que he visto. No ha habido ninguna ocasión que no me ha haya satisfecho plenamente por la forma que tiene de entregarse y comunicarse con el público. Nunca he visto nada igual y he visto a muchos de los grandes.

1996

        Se podría pensar que la gran aportación que me ha hecho Camino fue esa, pero no sería cierto. Camino me ha enseñado a ser responsable, a ser constante, a saber reinventarme y pasar del mercado de opciones y futuros al mercadillo de bolsos hechos a mano, a luchar por defender a los tuyos, a adaptarme a las circunstancias de la vida. Mi hermana Camino es un ejemplo de persistencia y de tenacidad y como no podía ser de otra manera en mi familia, siempre con una gran sonrisa y con una canción de Springsteen para mejorar cada momento.

2003
2007
2008
2009

        Pues bien, en la fiesta del 40 aniversario de Camino no podía faltar el gran Bruce Springsteen y, como el presupuesto no llegaba para tener al verdadero, el encargado de suplirle fui yo.  La canción en sí era una de las más conocidas de Bruce, “Bobby Jean” y le adaptamos la letra para contar la vida de la homenajeada. Durante varias semanas, con Unai en brazos e Ibón correteando por la casa, ensayamos la canción hasta que nos supimos bien nuestra versión: “Caminin”.

        Dicen, aunque el autor nunca ha desvelado si es cierto o no, que la canción está dedicada a su amigo e integrante de la E-Street Band, Steve Van Zant, que dejó la banda en 1984 para centrarse en otros proyectos. Sea cual sea el significado, es una canción de esas que consiguen emocionarme hasta las lágrimas cada vez que la escucho, por la historia que cuenta, por lo que supone para mi hermana y por el increíble solo de saxo del final de la misma. Normalmente, aguanto bien toda la canción sin llorar, pero cuando llega ese solo, algo enciende en mi alma que hace que la emoción fluya sin control y acabe en lágrimas.

        El día de la celebración del cumpleaños, me puse un chaleco, cogí mi famosa lámpara de pie y junto con la hermosa Paula Scialffa, Pichi Van Zant y Sete Bittan, presentamos nuestra versión del temazo de Bruce.

        Y para los incrédulos, os dejamos el video que lo demuestra (pinchando aqui) para terminar de cerrar este intenso capítulo con una sonrisa y con el subidón del Saxo del gran Clarence Clemmons al final de la canción.

The Boss Julio de 1984

Two, three, four

Well, I came by your house the other day
Your mother said you went away
She said there was nothing that I could have done
There was nothing nobody could say
That me and you, we’ve known each other ever since we were sixteen
I wished I would have known
I wished I could have called you
Just to say goodbye, Bobby Jean Now, you’ve hung with me when all the others
Turned away, turned up their nose
We liked the same music, we liked the same bands
We liked the same clothes
Yeah, we told each other that we were the wildest
The wildest things we’d ever seen
Now I wished you would have told me
I wished I could have talked to you
Just to say goodbye, Bobby Jean Now, we went walking in the rain
Talking about the pain that from the world we hid
Now there ain’t nobody, nowhere, nohow
Gonna ever understand me the way you did
But maybe you’ll be out there on that road somewhere
Some bus or train that’s traveling along
In some motel room, there’ll be a radio playing
And you’ll hear me sing this song
Well, if you do, you’ll know I’m thinking of you
And all the miles in between
And I’m just calling one last time
Not to change your mind, but just to say I miss you, baby
Good luck, goodbye, Bobby Jean

Dos, tres, cuatro
Bueno, pasé por tu casa el otro día
Tu madre me dijo que te habías ido.
Ella dijo que no había nada que pudiera haber hecho
No había nada que nadie pudiera decir
Que tú y yo nos conocemos desde que teníamos dieciséis años.
Me hubiera gustado saberlo
Ojalá hubiera podido llamarte
Sólo para decir adiós, Bobby Jean
Ahora, has estado conmigo cuando todos los demás
Se apartaron, levantaron la nariz
Nos gustaba la misma música, nos gustaban las mismas bandas
Nos gustaba la misma ropa
Sí, nos decíamos que éramos los más salvajes
Las cosas más salvajes que habíamos visto
Ahora desearía que me lo hubieras dicho
Deseo haber podido hablar contigo
Sólo para decir adiós, Bobby Jean
Ahora, fuimos a caminar en la lluvia
Hablando del dolor que del mundo escondimos
Ahora no hay nadie, en ninguna parte, de ninguna manera
Nunca me entenderá como tú lo hiciste
Pero tal vez estarás ahí fuera en esa carretera en algún lugar
En algún autobús o tren que esté viajando
En alguna habitación de motel, habrá una radio sonando
Y me escucharás cantar esta canción
Bueno, si lo haces, sabrás que estoy pensando en ti
Y en todos los kilómetros de por medio
Y sólo estoy llamando una última vez
No para que cambies de opinión, sino para decirte que te extraño
Buena suerte, adiós, Bobby Jean

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19. Descending. The Black Crowes

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Us against the world

41. Us against the world. Coldplay

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Sandstorm. Darude

42. Sandstorm. Darude

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Don´t Stop Believing

44. Don´t Stop believing. Journey

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Times Like These

46. Times like these

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So Long Marianne

47. So Long Marianne. Leonard Cohen

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Next to me

48. Next to me. Imagine Dragons

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Lo bueno y lo malo

49. Lo bueno y lo malo. Duquende

¡¡¡¡Puuuuffff!!!! No sé por dónde empezar. Habrá que hacerlo por orden. Disculpad si notáis un estilo un poco atropellado, se ...
Cincuenta sin darme cuenta

50. Cincuenta sin darme cuenta

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10 comentarios en «38. Bobby Jean. Bruce Springsteen»

  1. ya he hecho mi jornada de prófugo del curro, leyendo tu maravillosa historia, saludos!!!
    Enhorabuenas a Paula, a Unai el rápido y a ti

  2. Vaya ,cada parto se pone más heavy!!!!!…yo lo tengo que leer en un lugar donde pueda llorar que ya no me fio..jejejje
    Enhorabuena a todos…y esa hermana pataleando de la emoción..me encanta!!!!!gracias por compartir!!!! 😘😘
    Viva el boss 🍻🍻🍻

  3. Pufffff, propongo convertir en serie rut vida Spach, jajaja!
    Pensé que no podría ser capaz de reengancharme en la historia dos después de la la llegada de Unai, pero … Ver ese vídeo… Buff, q maravilla por deeeusss! Grande! Grandesss!

  4. Pues ahí estaba yo, estaba esperando pacientemente que llegase el turno de Bruce en tu lista. Intuía iba a estar y que me iba a emocionar, pero, joder Marcos, menuda llorera!!! Creía que se había perdido ese video y me daba muchísima pena, y resulta que, 11 años después me lo vuelves a regalar. Gracias Marcos, por ser así y por estar siempre ahí. Te quiero. Caminin

  5. ¡Este capitulo ha sido también muy emocionante…!
    He revivido aquel día en la que nació Unai en rápido, con mucha emoción.
    Ha sido muy acertado poner este video y el cumpleaños sorpresa de Camino después de tanta tensión. La música del Boss nos ha vuelto a la realidad presente. Gracias Marcos. Campeón.

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