Como todos los años, mi amigo Víctor y yo empezamos a preparar nuestro viaje de esquí unos meses antes. El destino elegido en 1997 fue Astún y decidimos hacerlo a través de una agencia especializada en viajes para practicar este deporte.
Como queríamos estar en un apartamento para nosotros dos solos teníamos que pagar un poquito más, pero, al menos, nos asegurábamos evitar el inconveniente de tener que compartir con desconocidos, dificultad que ya habíamos sufrido en otras ocasiones en las que nuestro poder adquisitivo era mucho menor.
Al llegar al apartamento comprobamos con gran alivio que era bastante cómodo, grande y para muchas más personas. Para que os hagáis una idea diré que casi podíamos elegir una cama para cada día. Allí desplegamos nuestros equipos, un calefactor para secar bien las botas y la ropa, la comida de la semana y, por supuesto, la pata de jamón.
Después de la organización de los enseres y viandas varias, mientras yo preparaba la cena y Víctor daba buena cuenta del jamón, recibimos la llamada del organizador del viaje para comentarnos que el grupo acababa de llegar, lo cual nos importaba bastante poco, pero que el guía del grupo se había quedado sin habitación y que si, por favor, podíamos dejarle dormir esa noche, únicamente, en alguna de nuestras muchas camas. No sin cierto recelo y con la convicción que sería una sola noche, aceptamos y al cabo de un rato llamaban a la puerta del apartamento.
Allí estaba Carlos, que entró con una sonrisa y un cigarro a medias que desprendía un olor sospechoso y ya no salió más. Durante esa semana, nos hicimos amigos y aquella fue la primera de muchas aventuras juntos. Aprovechando que era el guía y además monitor de esquí, y que tanto él como nosotros teníamos la cara bastante dura, nos metimos en sus clases y durante esa semana perfeccionamos bastante nuestra técnica con la única condición de que le diéramos de cenar.
Poco tiempo después, Carlos montó su propia agencia de viajes que llamó Ski Europa y así se convirtió en el patrocinador oficial y delantero titular (por exigencias del contrato de patrocinio) de nuestro equipo de futbol-7 de Majadahonda, que mantuvo el nombre muchos años después de que la agencia cerrara.
Con él hicimos varios viajes más de esquí a Andorra y a los Alpes franceses, pero el que siempre recordaré fue el que hice con él y con su amigo Fernando a Sierra Nevada. Fernando tenía allí un apartamento que tenía que pintar y Carlos había cogido un bar para la temporada. El planning diario consistía en esquiar por la mañana, nunca demasiado pronto, pintar el piso por la tarde y por la noche ir al bar a echar una mano, sirviendo copas, poniendo música o repartiendo flyers por la calle.
Alguno de esos días en los que la cosa se complicaba más de la cuenta, sacábamos los palos de golf y acabábamos practicando nuestro swing al alba en una de las laderas de la estación, mientras hacíamos tiempo para que abrieran el desayuno del buffet del Meliá para terminar la noche o empezar el día, según se mire, como unos señores. Creo que fue uno de los viajes más divertidos, extraños y agotadores que he tenido en mi vida y que por supuesto, también tuvo su propia banda sonora asociada con “Elevation” y “Beautiful day” de U2 y “You Stole the sun from my heart” y “If you tolerate this your children will be next” de Manic Street Preachers, como grandes protagonistas. De nuevo, el poder de las asociaciones, no puedo escuchar alguna de esas canciones sin visualizarme brocha en mano y riendo sin parar en el apartamento de Fernando.
En la Universidad las cosas seguían según el plan establecido, es decir, sacando todo año a año sin grandes complicaciones, intentando aprovechar las mañanas entre semana para sacar algo de tiempo para estudiar porque el fin de semana sabía que solo iba a tener tiempo para trabajar, salir y jugar al fútbol.
Mi relación con la gente de la clase cada vez era mejor, basada principalmente en mi apoyo en “El Ludo” y “El Chalamon” que eran dos piezas, o mejor debería decir pilares (aunque la primera también les define muy bien), fundamentales de la clase. Aquella “apertura” me llevó de manera bastante natural y sin ninguna pretensión hasta la dueña de los ojos verdes, María.
En un principio, simplemente me gustaban sus ojos y su sonrisa, pero poco a poco esa atracción fue creciendo y convirtiéndose en algo diferente, aunque yo trataba de no darle demasiada importancia. Un día me comentó que quería trabajar en verano y que si yo podría ayudarla a entrar en La Leyenda. En ese momento algo hizo “clic” en mi cabeza y en mis tripas.
Aunque mis relaciones en la Universidad habían mejorado mucho, yo todavía seguía sin mostrarme realmente como era o como yo creía que era. Sin embargo, el hecho de que María fuera a trabajar al mismo lugar donde me sentía tan integrado y en el que sí que mostraba mi lado más verdadero, lo tomé como mi gran oportunidad para que pudiera ver más allá del chico tranquilo y no demasiado hablador que era en clase.
Evidentemente, moví todos mis hilos y a principios de julio empezó a trabajar en La Leyenda. Aquel verano yo tenía el mismo contrato de seis noches a la semana, pero, al vivir muy cerca, me llamaban cuando tenían una urgencia, así que también trabajaba muchas mañanas y en ocasiones me quedaba de 17:00 a 20:00 preparando todas las mesas del restaurante para que a las 20:30 estuviera todo listo para empezar el servicio. En esos días, yo miraba qué mesas iba a tener María y preparaba con especial atención su rango proveyéndole de todo lo necesario para ahorrarle estrés y carreras: cucharitas de postre, barcas para la loza sucia, servilletas, paneras, copas, botellas de vino de la casa, en fin, hasta el más mínimo detalle. Aunque yo sabía que al cabo de un par de horas aquello se iba a convertir en un campo de batalla en el que el “búscate la vida” era la frase más repetida que fluía como un mantra entre todos los camareros, al menos los primeros momentos de la noche los podría pasar con cierto alivio. Por supuesto nunca se lo decía, y así me sentía como el héroe anónimo que cuida de su amada desde las sombras de una manera discreta y delicada a partes iguales.
Así fue pasando el verano. El simple hecho de verla todos los días y ser la persona a la que acudía cuando necesitaba o no sabía algo, me hacía sentir especial y aumentaba mis esperanzas de que ella pudiera empezar a sentir lo mismo que yo. Todo iba sobre ruedas hasta que me topé con el primer bache. Como toda buena sociedad en miniatura, los rumores y cotilleos dentro del restaurante corrían como la pólvora y no tardé en enterarme que había empezado a salir con otro. El descenso a los infiernos comenzaba y no sería el último. En esos momentos comenzó una montaña rusa de emociones que me tuvo en continúas subidas y bajadas durante un par de años y que ya os iré contando en próximas canciones.
Hace ya unos cuántos capítulos, os conté que uno de mis grandes anhelos era “descubrir” algún grupo nuevo a mi hermano mayor y después de varios intentos fallidos, al fin lo conseguí y me saqué esa espinita. El grupo se llama The Black Crowes y su primer disco “Shake your money maker” fue introducido en 1990 por mí en nuestro universo musical. Fue el primer grupo, o al menos el primero del que yo soy consciente, que le descubrí a mi hermano Manuel. Entonces, comenzó una especie de retroalimentación entre los dos. Aunque ese primer disco, es indudablemente “mío”, mi hermano empezó a escuchar los siguientes discos, y se convirtió en un fanático del sonido que mezclaba el blues y el soul con aires de rock sureño americano y con claras influencias de los Beatles, mientras yo me quedaba un poco anclado en el primer trabajo un poco más rockero. Sin embargo, gracias a su insistencia, empecé a escuchar con más atención aquellos discos y finalmente se convirtió en uno de esos grupos imprescindibles en mi vida, de los que también tengo toda la discografía y que, cuanto más escucho, más me gustan.
El 14 de febrero de 1995 tuvimos la oportunidad de ir a verlos al pabellón del Real Madrid con su gira “The Amorica or bust tour”. Allí disfrutamos mi hermano mayor y yo de uno de los conciertos más especiales a los que he ido. En un escenario que era como el salón de una casa con alfombras y lámparas de pie, nos deleitaron con sus canciones y su estilo incomparable. Más allá de la música, para mí aquel espectáculo tuvo un significado mucho mayor porque me sentía especialmente orgulloso de haber sido yo quien descubriera el grupo que estábamos viendo a mi hermano Manuel, que tanto me había enseñado a mí. El próximo mes de octubre, con más de dos años de retraso volveré a verlos conmemorando el 30 aniversario de su primer disco, junto a mis hermanos y mis hijos en una noche que tiene todos los visos de ser algo realmente especial.
Una vez más, las dudas para elegir una sola canción son enormes. Cada vez que salgo a correr me llevo el ipod y allí tengo todos sus discos. Según acabo de correr tengo claro qué tema voy a elegir el siguiente día en el que, cuando salgo, vuelvo a cambiar de canción.
No todas las canciones de la lista pueden ser alegres, festivas o divertidas porque representan, al menos para mí, los diferentes estados de ánimo por los que he ido pasando en mi vida. “Descending” es la elegida. Hay teorías que dicen que la canción habla sobre la bipolaridad del cantante y letrista de la banda y otras que afirman que habla sobre el bajón de la heroína. Yo me inclino más por esta segunda teoría, aunque como habéis podido ir comprobando a través de mis pequeñas historias, la bipolaridad o ese desdoblamiento de la personalidad que “sufrí” en el colegio también ha sido parte de mi existencia.
Cada vez que escucho la canción irremediablemente la relaciono con aquella época de bajones sentimentales (nada que ver con la heroína en mi caso) que fueron los dos últimos años de universidad. El piano de la introducción y del cierre de la canción son, para mí, una de las melodías más bellas que existen y escuchar las primeras notas todavía me genera un alud de sensaciones diferentes, complicadas, una vez más, de explicar con palabras… agridulce, nostalgia, desconsuelo, superación, todo ello mezclado con breves momentos de euforia y pesar a la vez por la sensación, nunca confirmada, de haber tenido mis sueños al alcance de mi mano y no haber sido capaz, probablemente por cobardía, de lanzarme a por ellos.
En fin, me callo ya, os dejo una versión en directo con el ya desaparecido Eddie Harsh en la que el teclista muestra todo su talento en el final de la canción. Es brutal como los propios miembros de la banda le aplauden al terminar emocionados por su actuación. Para acabar, os dejo las instrucciones: Relajaos, bajad las luces, poneos cómodos, subid el volumen, olvidad vuestras preocupaciones y simplemente disfrutad de la canción, quizás recordando algún episodio de vuestra vida en el que hayáis tenido el corazón roto.
Have mercy baby
I’m descending again
Open your eyes
This time it’s sink or it’s swim
No sermons on ascending
No verdict on deceit
No selfish memorandum
No confusion for me
Curses
Curses and clues
A feast for fools
Have mercy baby
And hand me downs
It was just a few years ago
You’d hand me ups and map
Right out of town
But I would let it slide
Like mercury
Silver and quick
Poisonous and deadly
So deadly
Ten piedad bebé
Estoy descendiendo de nuevo
Abre los ojos
Esta vez es hundirse o nadar
No hay sermones sobre el ascenso
No hay veredicto sobre el engaño
No hay memorándum egoísta
Ninguna confusión para mí
Maldiciones
Maldiciones y pistas
Una fiesta para tontos
Ten piedad nena
Y dame la mano
Hace sólo unos años
Me darías un mapa y un mapa
Justo fuera de la ciudad
Pero yo lo dejaría pasar
Como el mercurio
Plateado y rápido
Venenoso y mortal
Tan mortal
Hola Marcos: Ahora comprendo de donde te viene la afición del SKy. Este capitulo ha sido también muy entretenido y poco a poco se va viendo que te vas haciendo mayor. Estupendo. Besos Palomac
Gracias Paloma!!!
Pedazo de grupo los Black Crows 🥰, seguro que nos cruzamos alguna vez por Astún jjjj
Jajaja, con el historial de coincidencias que tenemos no me extrañaría nada!!!
Otros grupos que me han gustado mucho ahora me dan más igual, con Black Crowes no me pasa, y con esta canción menos. Gracias por elegirla
El concierto fue memorable, de esos momentos en los que piensas que estás viviendo algo especial y que no habría un sitio mejor en el planeta donde estar
La elección ha sido difícil!!! Qué ganas tengo de que llegue el próximo concierto!!!
Así luego ibas de chulito con tu técnica de esquí jejejeje
Chulito yo??? Bueno vale…un poco, pero es que se me daba genial!
¡MARAVILLOSA, amigo! ¡Qué solo de piano más increíble! ¡Qué gran voz la de Chris Robinson! (no es que lo conociera, es que lo he buscado en Google, ¿eh?)
Gracias por descubrirme una balada tan preciosa, no me extraña que sea tan especial para ti y que la asocies a sentimientos tan potentes y profundos… Como canta el gran Sabina: «no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió». Y quien no haya tenido nunca el corazón roto, es que no ha vivido lo suficiente… ¡A tus pies, seguimos!
Gracias Alfon!!! Te echaba de menos por aquí!!! Me encanta descubrirte canciones!!! Y esta es una maravilla total!!!