25. La leyenda del tiempo. Camarón

De nuevo me encontraba a las puertas del verano, con una titulación más y en búsqueda de un trabajo que me permitiera empezar, de una vez, mi carrera profesional. Con 30 años, varias titulaciones, diferentes experiencias laborales y un alto nivel de inglés no podía ser tan difícil.

Mientras, seguía viviendo en casa de mis padres, donde había demolido el muro que separaba mi habitación de la del malvado Pochóngolas y tenía una mini buhardilla para mí solo que me daba mucha independencia y sobre todo cero gastos.

Hasta ese momento, los sueldos de los trabajos habían sido destinados a mi formación y, lo poco que sobraba, a conciertos, ficha anual de mis equipos de fútbol, salidas nocturnas y un viaje de esquí al año. La idea de independizarme llevaba tiempo rondando mi cabeza, pero la realidad económica aconsejaba refugiarme en el nido mientras pudiera.

Además de todo lo que os he contado, hubo algo más que me “traje” de tierras británicas. Una de las visitas que tuve aquel verano en Londres fue la de mi hermana, mi amigo Víctor y mi primo Ignacio. Cuando éramos niños, tenía cierta envidia de mi primo Ignacio porque de alguna manera “disputaba” mi relación con el primo Mike. Ellos quedaban muchos días en el Retiro y en verano  pasaban siempre unos días juntos en su casa de Collado Mediano. Iban al cine de verano, cazaban todo tipo de anfibios y lagartos y yo no participaba de todo aquello así que, en cierto modo, sentía que no formaba parte de esa relación y me molestaba.

En la época de COU y la Universidad, Ignacio estaba muy centrado en sus estudios y era prácticamente lo único que hacía, así que, para mí, era un tipo aburrido. Todo cambió después de aquella visita a Londres donde conocí a un nuevo Ignacio, más sociable, más abierto y también más juerguista. Con esa versión de mi primo conecté bien y empecé a intimar con una de las personas más extraordinarias que conozco.

Aparte de la inteligencia, el tesón y la constancia que ya conocía, pude comprobar como mi primo era una de las mejores personas que habitan este loco planeta. Nuestros ritmos vitales nunca coincidieron hasta ese viaje y, a partir de ahí, siguieron caminos paralelos durante un largo periodo de tiempo, compartiendo equipos de fútbol, conciertos, viajes, secretos, confidencias y algún que otro susto a la salida de una discoteca. Esa relación significó mucho para mí y, aunque en menor medida, aún perdura y por tanto no podía ni quería dejar de hablar de ella.

De vuelta al ámbito profesional, de nuevo a través de un amigo, esta vez del fútbol, entré en una empresa que realizaba un servicio de fuerza de ventas para Microsoft. Si os soy sincero, a día de hoy todavía no tengo muy claro cuál era mi trabajo allí. Las primeras semanas fueron de formación para conocer bien los productos y una vez terminada la formación, me asignaron la zona de Valencia y Andalucía.

Tenía que visitar clientes, por lo general, tiendas de informática de un tamaño medio o empresas de servicios informáticos, y ayudarles, de alguna manera, a vender los productos de la multinacional. En muchas ocasiones me reunía directamente con el director de la empresa de turno, escuchaba sus quejas y las trasladaba a mis jefes en Microsoft, pero en otras ocasiones me organizaban una ponencia y me tenía que enfrentar a un buen número de informáticos para hablarles de algo de lo que realmente no tenía ni la más mínima idea.

Normalmente salía más o menos bien parado de aquellas ponencias, gracias a mis recursos aprendidos durante tantos años de buscarme la vida para salir de situaciones estresantes, primero en La Leyenda, después en Inglaterra y, por último, en los varios trabajos que había ido desarrollando. De esta manera, cuando alguien me hacía alguna pregunta complicada, mi respuesta era siempre la misma. “Es una pregunta inteligente, al ser un tema un poco técnico no soy capaz de responderte ahora mismo, pero me la apunto para consultarlo con mi jefa y darte una respuesta más concreta”. Normalmente, al alabar la inteligencia del que preguntaba, su ego superaba a su curiosidad y olvidaba rápidamente su consulta. De esa manera solía salir airoso de esas ponencias en las que se suponía que yo era el experto, y es que la interpretación también resultó ser uno de mis talentos ocultos.

Empezaba a sospechar que el mundo de la informática y yo no éramos muy compatibles y que aquel trabajo no me iba a llevar muy lejos, pero, en ese momento, era lo único que tenía y, aunque no me gustara nada, no podía dejarlo.

Un sábado de septiembre, recibí la típica llamada de mi amigo Víctor que había organizado un partidillo en un campo de arena que había bastante cerca de casa, así que para allá que me fui.

Después de un buen rato jugando, mientras trataba de zafarme de mi marcador explotando mi punta de velocidad, el balón hizo un movimiento extraño y cuando trataba de alejarlo del pie del defensa, se metió debajo de mi pie y al pisarlo, con la fuerza con la que iba, hizo que la rodilla se me doblara hacia el lado opuesto al natural, como si fuera un flamenco.

Como ya sabéis, una de mis cualidades es que tiendo a reírme de casi todo y eso me pasa también cuando tengo mucho dolor, así que, mientras me retorcía en el suelo, no podía parar de reírme ante la sorpresa de los demás jugadores. Solo mi amigo Víctor, que me conocía de muchos años, y alguno más, se dieron cuenta de la gravedad y me metieron en un coche para llevarme al hospital.

Tras varias radiografías, descartaron rotura, me pusieron una venda en toda la pierna y me dijeron que tenía que estar dos semanas sin moverme. El diagnóstico no estaba claro y yo temía alguna rotura grave de algún ligamento de la rodilla que me impidiera seguir haciendo deporte.

Pasadas las dos semanas, el traumatólogo que me trataba, después de revisar unas nuevas placas que me hicieron, me comentó que no se veía nada en ellas, pero que creía que tenía rotura de menisco. “No te preocupes, puedes seguir haciendo vida normal, pero no puedes hacer deporte”. Fue la última vez que visité a aquel traumatólogo, jamás volví a pisar esa consulta. Gracias a una tía mía que trabajaba en La Paz pude hacerme rápidamente una resonancia y con aquella prueba fui a un fisio que empezó a tratarme. Esa rehabilitación me llevó prácticamente un año, muchas risas descontroladas por el dolor que soportaba en las sesiones y que dejaban estupefacto a mi fisio y un buen dineral, pero volví a hacer deporte.

Lo único bueno que trajo aquella lesión es que me dio una excusa perfecta para coger una baja del trabajo y darme así cierto tiempo para pensar qué hacer porque, lo cierto era que aquel, no era mi camino. La baja se alargaba y no surgía ninguna otra opción, aunque cada vez tenía más claro que no quería volver. El tiempo jugaba en mi contra y la vuelta al mundo del software y las licencias se ceñía sobre mi futuro inmediato de manera inexorable.

Una tarde, mientras leía relajadamente un libro tumbado en el sofá de mi buhardilla, recibí una llamada que me cambiaría la vida por completo. Si retrocedéis al capítulo 18, Kiss me deadly, recordaréis que os hablaba de Juanito, un compañero de la Leyenda con el que hice buenas migas. “Marcos, ya sabes que me encantan los charcos y estoy metido en uno muy grande”, fue su primera frase. “Quiero contar contigo, ¿Cuándo nos vemos?”

El charco, efectivamente, era bastante grande ya que estaba poniendo en marcha un proyecto realmente ambicioso. El restaurante Calle 54 situado en el Paseo de la Habana. Al día siguiente de hablar, sin saber cuánto iba a ganar, qué horario iba a tener o cuales iban a ser mis funciones, llamé a mi jefa en Microsoft para decirle que renunciaba.

A los pocos días, me presenté allí con mi cojera y empecé a trabajar en uno de los proyectos más apasionantes en los que he colaborado. El local estaba en obras, el equipo a medio montar y casi todo a medio hacer. En pocos meses, pero con muchas horas de trabajo, conseguimos abrir aquel monstruo y ponerlo a andar.

Entrevistar, seleccionar y contratar a la plantilla, selección de proveedores, definición de las dos cartas, Restaurante y Bistrot, de la carta de vinos, puesta en marcha del almacén, puesta en marcha del sistema informático, licencias de obra y licencias de apertura, no en vano el local era un antiguo banco que iba a ser reconvertido en Restaurante y local de música en directo. Parecía que por una vez la cultura, la música y el entretenimiento ganaban la partida al vil metal, y lo que un día fue la cámara acorazada del banco, se había reconvertido en la bodega del local donde se guardaban sus más apreciados caldos.

A las cenas, para ir probando los diferentes platos de la carta, acudían personajes famosos del mundo del cine y el espectáculo y a mí me encantaba quedarme a echar una mano, aunque llevara allí desde primera hora de la mañana, especialmente cuando la invitada era Leonor Watling.

Encontré gente de todo tipo, un equipo de cocineros jóvenes y con mucho talento encabezados por Gorka, Álvaro y Albert, Reinaldo, un coctelero cubano que no paraba de tirarme los tejos, Carmen la directora financiera, una vasca con puño de hierro y con las cosas muy claras, Asún, una mujer con una clase y un aguante fuera de lo común, en definitiva, un equipo de lo más ecléctico capitaneados por Juan. Trabajamos muchos meses codo con codo, durante muchas horas, con un objetivo común.

Rápidamente me hice muy amigo del maître, Miguel, un chaval joven de Extremadura, con el que enseguida congenié y que era un apasionado de José Monge Cruz, Camarón. Yo había tenido mis acercamientos al mundo del flamenco, pero un flamenco un poco más canalla, como el de los Mártires de los que ya os he hablado, Pata Negra o Veneno o a algunos discos de Paco de Lucía o incluso el primer disco de Estrella Morente que siempre me encantó. Con Miguel conocí realmente a Camarón y empecé a interesarme por toda su obra. Para ser honestos tengo que decir que no tengo ni idea de Flamenco, no sé diferenciar una bulería, una soleá, unas alegrías o unos fandangos, pero tiene algo que realmente me emociona de una manera que pocas músicas pueden conseguir.

“La Leyenda del tiempo”, el disco con el que Camarón cambió las reglas del Flamenco es, sin duda, uno de mis discos favoritos y la canción que le da nombre es la elegida para estar en mi lista. Una canción que fue la primera que se aprendió mi hijo mayor, en la que la combinación de los textos de Lorca con la voz de Camarón, logran un efecto casi hipnotizador en mí, a pesar de que, he de reconocer, me pasa un poco como le sucedía al cantaor porque no soy capaz de entender lo que quería expresar el poeta con estos versos. Lo que está claro, es que las primeras notas de la canción me llevan flotando, como un velero, a aquellos días en que por primera vez sentía que, por fin, podía estar en el buen camino profesional. ¡¡Pobre ingenuo!!…otra vez.

Camarón y Tomatito

Con esta canción llegamos a la mitad del recorrido y parece que no podía hacer escogido una mejor para plasmar la idea del tiempo, como pasa despacio cuando somos pequeños y como poco a poco se va acelerando, sin nosotros darnos cuenta, a medida que van pasando los años. Todavía quedan muchos años y muchas canciones por mostrar, espero no haberos aburrido demasiado hasta este momento y, si tenéis un poquito de paciencia y seguís leyendo, creo que los relatos irán subiendo de emoción e intensidad, o al menos esa es la sensación que tengo.

En fin, como ya sabéis que no soy muy buen comercial, no os voy a dar mucho la matraca, si no queréis seguir conociéndome podéis dejar de leer, pero si queréis seguir haciéndolo o al menos completar la lista de 50 canciones, no os va a quedar más remedio que seguir con esta autobiografía sonora.

Muchas gracias por haberme acompañado hasta aquí.

El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Flotando como un velero

Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
En el corazón del sueño

El tiempo va sobre el sueño
Hundido hasta los cabellos
Hundido hasta los cabellos

Ayer y mañana comen
Oscura flores de duelo
Oscura flores de duelo

El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Flotando como un velero

Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
En el corazón del sueño

Sobre la misma columna
Abrazados sueño y tiempo
Abrazados sueño y tiempo

Cruza el gemío del niño
La lengua rota del viejo
La lengua rota del viejo

El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Flotando como un velero

Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
En el corazón del sueño

Y si el sueño finge muros
En la llanura del tiempo
En la llanura del tiempo

El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento
Que nace en aquel momento

El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Flotando como un velero

Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
En el corazón del sueño

25 comentarios en «25. La leyenda del tiempo. Camarón»

  1. Un auténtico placer hasta la fecha, amigo; aquí uno que por supuesto seguirá leyendo para disfrutar de tus andanzas y conocerte cada vez más y mejor. Adelante!!

  2. Pues yo pienso seguir leyendo tus aventuras de vida ! Ganas de llegar al capítulo que conoces a Paula jiji. Y sobre la canción….es la primera que me viene a la cabeza cuando se habla de Camarón. Que yo de flamenco ni idea y menos. Pero hace años vi la peli y está canción me encantó.

  3. Siempre me gustan tus vivencias pero hoy, especialmente, me has llegado al corazón.
    Si hubiera sabido que tenías envidia de tu primo podías haber venido tú también pero mis puertas están abiertas para cuando quieras cazar lagartijas

  4. Jejeje ese viaje igual también me marcó a mi un poquito…🤪 grande Ignasssi!!!!!

    Yo no me voy…¡me quedo! (Ahhhhhh toque Aitana)

  5. Es cierto que esas semanas con los Nogueira las disfrutaba muchísimo y guardo grandes recuerdos de aquellos días, pero no quiero ni pensar lo que habría sido de la fauna herpetológica de Collado Mediano si nos hubiéramos juntado todos los primos de «cacería»….
    Suerte a que «la vida os juntó más adelante» pude disfrutar con vosotros de grandes momentos (algunos también con el primo Jose) de los que guardo excelentes recuerdos.

    • Es cierto que esas semanas con los Nogueira las disfrutaba muchísimo y guardo grandes recuerdos de aquellos días, pero no quiero ni pensar lo que habría sido de la fauna herpetológica de Collado Mediano si nos hubiéramos juntado todos los primos de «cacería»….
      Suerte a que «la vida os juntó más adelante» pude disfrutar con vosotros de grandes momentos (algunos también con el primo Jose) de los que también guardo excelentes recuerdos.

  6. Recuerdo perfectamente esa etapa en Calle 54, en esa época trabaja yo también por la zona y compartí contigo alguna de esas comidas “en obras”. De hecho, la última vez que salimos antes de nacer Sete fue allí.
    Yo también sigo contigo hasta el final!!!

  7. ¡Esto engancha más que ninguna serie de Netflix! Fantásticos relatos con una gran banda sonora, what else?
    Mi relación con el gran Camarón es parecida a la tuya: nunca he sido aficionado al flamenco, pero siendo como ha sido el máximo exponente universal y divulgador del género, prácticamente todos hemos tenido en nuestra vida alguien cercano que nos ha descubierto alguno de sus himnos. Creo que es imposible que un talento y una pasión como los suyos no hagan mella en un espíritu musicalmente sensible. ¿Quién puede no admirar a Aretha Franklin, Edith Piaf, Frank Sinatra, Elvis Presley, Bob Marley, Compay Segundo y tant@s otr@s maestr@s, cada un@ en su estilo?
    ¡Hale, a por la otra mitad de la historia!
    ¡Gracias otra vez, amigo!

  8. Por cierto, me resulta admirable y muy digna de elogio esa cualidad tuya de ir dirigiendo el camino de tu vida hacia el de las personas con las que te identificas y que te hacen feliz, para acompañarl@s y que te acompañen. Por utilizar una expresión muy musical, ese «si tú me dices ven, lo dejo todo» del que ya nos has dejado varias muestras en tu apasionante relato. ¡Faltan más personas así en este mundo, no cambies esa forma de ser!

    • Gracias Alfon!!! Esa era la idea inicial, no pretendo convertirme en ningún entendido en música, esto tiene más que ver con quien he compartido esa música y como cada una de las canciones me lleva a vivencias especiales con personas especiales…lo malo es que me dejaré muchas (personas y canciones) fuera!

  9. primo yo tb me quedo, voy con retraso pero disfruto de tus vivencias y de lo bonito de tus amistades. Esta cancion tb esta en mi lista y tampoco la entiendo pero da igual. Eres un crack , un abrazo

  10. En una palabra OLE. coincido contigo de pleno en el desconocimiento del flamenco y la posterior admiración que tengo ahora por este género musical. Yo también entré en el gracias a los gamberros patanegreros, ketameros, garrapateros y otras yerbas. Que bueno que colaboraste en el nacimiento de Calle 54… Esa experiencia previa manejando bandejas, platos y comensales seguro que te ayudó un montón. Aquí seguimos Marcos y hasta el infinito y más allá… Bueno por lo pronto voy a por el siguiente capítulo a ver si avanzo.
    Dale a la tecla, que da gusto leerte.

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