Hace aproximadamente 35 años, las cintas dominaban el mercado del pirateo de discos.
Si sabías que alguien tenía discos que a ti te gustaban, te comprabas una cinta y él, digo él, porque hace 35 años era incapaz de pedirle a ninguna chica que me grabara un disco, te lo grababa.
Las cintas de 90 eran las mejores porque el tiempo medio de duración de los discos estaba alrededor de los 45 minutos, así que en una misma cinta te cabían dos, uno en cada cara.
Incluso los había más cortos y te daba para grabar alguna canción de otro grupo que normalmente actuaba como muestra y que prácticamente siempre se convertía en el siguiente disco a grabar.
Las cintas de 60 se reservaban para discos un poco más largos.
Otra variedad de cintas eran las que cada uno se grababa con sus canciones favoritas. Yo les llamaba a todas “Varios” y tenía una gran colección de ellas, desde el Varios I hasta el Varios VIII.
Recuerdo con claridad el día que una mesa de mezclas entró en casa. Imagino que la traería mi hermano mayor pero enseguida me apoderé de ella para grabar mi primer “Varios” sin cortes. Conecté dos pletinas, un CD y el tocadiscos y me puse a mezclar.
La introducción era el Churchill Speech del disco Life after deatfh de Iron Maiden y de ahí pasaba a ya no recuerdo qué canción.
Como me gustaría recuperar aquella grabación. Recuerdo hacerla toda seguida, habiendo planificado bien el orden de las canciones y cuando debía empezar una y acabar la anterior.
Nunca más volví a grabar ninguna así, pero recuerdo el proceso como algo tremendamente creativo y estimulante.
Algunos años más tarde, cuando ya era capaz de articular más de una frase con sentido con las chicas, aunque todavía no lo era de mostrar mis sentimientos, una amiga me regaló a mí una de esas cintas con canciones variadas.
La cinta era de 60 así que las canciones superarían la decena. Únicamente soy capaz de recordar tres de esas canciones.
Ring the bells de James
No hay tregua de Barricada
La quiero a morir de Manzanita
Estilos de lo más variopintos desde luego. Creo que por eso me gustó tanto aquella cinta.
Probablemente el hecho de que yo andaba loca y secretamente enamorado de su hermana, también tuvo bastante que ver con que me gustara tanto esa cinta.
Ese amor se desvaneció después de dar varios puntapies a mi corazón como si fuera una lata de cerveza vacía, pero las canciones quedaron para siempre.
Mira tú, según escribo esto me he acordado de otra canción de aquella cinta, Quemando tus recuerdos de Extremoduro.
Me encantaba aquella cinta.
No sé qué fue de ella, de la cinta, digo.
De le chica que me la regaló tampoco. Probablemente tendría más fácil recuperar el contacto con mi amiga que recuperar la cinta, pero ni siquiera me planteo hacerlo.
No sé si será la falta de tiempo, la posibilidad de que a ninguno de los dos nos interese recuperar esa amistad, o la perspectiva de tener que enfrentarnos a la idea de que nunca fuimos tan amigos como mi memoria quiere recordar.
Quizás esa sea uno de los motivos por los que escribo cada semana, para recordar a todas esas personas que alguna vez estuvieron en mi vida y ocuparon un lugar importante y que después fueron cogiendo otros transbordos en la línea de la vida.
Quizás simplemente me gusta pensar que en algún momento esas personas puedan llegar a leer estas líneas y en el silencio de la noche, mientras beben una copa de vino, un recuerdo mío ocupe sus pensamientos por un momento y se dibuje una sonrisa sincera en su alma.
¿Acaso hay algo más importante en la vida que dejar esos recuerdos en las personas que se cruzan en tu camino?
Me temo que me he pasado de parada y he hecho un transbordo que no tenía planeado en la historia de hoy. Vuelvo de nuevo al trayecto que tenía en mente a ver si no me vuelvo a pasar de parada.
La quiero a morir.
La última parada del viaje de hoy es Moncloa, correspondencia con líneas 3 y 6 y con el intercambiador con el mismo nombre.
Allí meto la cinta de hoy en el walkman y comienzo a caminar en dirección a Ciudad Universitaria.
Tengo la dirección clara, un gran edificio negro me indica la dirección y cuando llego a la Avenida de Juan de Herrera, Manzanita me susurra que ella está allí esperándome y que, a pesar de haber perdido el tren tantas veces y de haberme equivocado otras tantas de trayecto, ahora soy el guardián de sus sueños de amor.
Hoy es 08 del 07 del 24 y cumplo mi mayoría de edad en mis obligaciones de guardián de sus sueños de amor.
El 8/7/6 a media tarde, una furgoneta Wolkswagen de color azul y blanco aparcaba en la puerta de la Iglesia de El Plantío.
Al abrirse las puertas, y de un salto que dejaba ver unas zapatillas blancas, se hizo presente el verdadero sentido de mi vida coronado con una gran sonrisa que eclipsó para siempre el tiempo y el espacio.
Viene hacia mi y me cose unas alas que me ayudan a subir a toda prisa, a toda prisa. Esas alas ya son mías para siempre, pase lo que pase, ese es el mayor regalo que me ha dado la vida a través de Paula.
No importa lo que pase, no importan los baches, que los ha habido y los habrá, esas alas son mías, ella me las regaló porque quería que voláramos juntos y eso es lo que hemos venido haciendo los últimos 18 años.
Alto, cada vez más alto.
Pero sobre todo lejos, muy lejos.
Hemos atravesado nubes negras, algunas las hemos dejado atrás volando bien juntos y otras eran tan negras que nos hemos perdido de vista el uno al otro. Grandes truenos han estallado a nuestro alrededor impidiéndonos escucharnos incluso a nosotros mismos y a pesar de todo hemos seguido volando juntos.
Hemos desarrollado sistemas de comunicación buscando los canales libres que nos permiten expresarnos de la mejor manera que podemos y seguimos volando cogidos de la mano sin saber bien hacia dónde, pero sabiendo que vamos juntos.
8, 7, 6, podría parecer una cuenta atrás que comenzamos hacia 18 años. Quizás lo sea porque al final la vida no es más que eso, una cuenta atrás, pero nosotros sabemos que hemos comenzado cuatro nuevas cuentas atrás, así que nuestros vuelos seguirán trazando los cielos durante mucho tiempo más igual que nosotros hemos seguido las rutas que nos marcaron los que volaron antes que nosotros.
Ocho del siete del seis, la única posible fecha para un disléxico despistado con claros signos nunca confirmados de TDHA y una TDHA con espectro autista diagnosticada. Una fecha perfecta para que no se os olvide a ninguno de los dos o que seamos los dos los que la olvidamos juntos.
Una sucesión de números, una sucesión de acontecimientos, una sucesión de hijos y una sucesión infinita de amor.
Precisamente allí, en el infinito, es dónde comenzó hace 18 años nuestra cuenta atrás, una cuenta atrás que sigue inexorable su avance o su retroceso, según se mire, y que nos mira con envidia porque cada vez que lo hace sabe que va ganando la batalla del tiempo reduciendo los minutos que nos quedan por seguir volando juntos, pero también sabe, porque lo ve, que nuestro amor se amplia en la misma medida que mengua nuestro tiempo.
El reloj no puede competir contra eso y desesperado intenta acelerar el paso y los días pasan rápido y las estaciones se confunden unas con otras y los años se funden en uno, pero aún así sabe que no puede luchar contra nosotros porque al final volaremos tan alto que alcanzaremos las estrellas para encontrar la nuestra propia.
8-7-6. Dicen que el número 33 representa el amor en su forma más pura. Ese día yo tenía 33 años, quizás me perdí en transbordos en las líneas de la vida, o quizás esa misma línea me llevó hasta ese momento que era el momento preciso para llegar. Cada cual que crea lo que quiera.
8 de julio de 2006, el día que un Sí me enseñó a volar, me enseñó a amar y me enseñó a perdonar.
Podéis destrozar todo aquello que veis
Porque ella, de un soplo, lo vuelve a crear
Como si nada, como si nada
La quiero a morir
Ella borra las horas de cada reloj
Me enseña a pintar transparente el dolor
Con su sonrisa
Y levanta una torre desde el cielo hasta aquí
Y me cose unas alas y me ayuda a subir
A toda prisa, a toda prisa
La quiero a morir
Y yo que, hasta ayer, sólo fui un holgazán
Y, hoy, soy el guardián de sus sueños de amor
La quiero a morir
Podeís destrozar todo aquello que veis
Porque ella, de un soplo, lo vuelve a crear
Como si nada, como si nada
La quiero a morir
Ella borra las horas de cada reloj
Me enseña a pintar transparente el dolor
Con su sonrisa
Y levanta una torre desde el cielo hasta aquí
Y me cose unas alas y me ayuda a subir
A toda prisa, a toda prisa
La quiero a morir
Conoce bien, cada guerra
Cada herida, cada sed
Conoce bien, cada guerra
De la vida y del amor, también
Me dibuja un paisaje y me lo hace vivir
En un bosque de lápiz, se apodera de mí
La quiero a morir
Y me atrapa en un lazo que no aprieta jamás
Como un hilo de seda que no puedo soltar
No quiero soltar, no quiero soltar
La quiero a morir
Cuando trepo a sus ojos me enfrento al mar
Dos espejos de agua encerrada en cristal
La quiero a morir
Sólo puedo sentarme, sólo puedo charlar
Sólo puedo enredarme, sólo puedo aceptar
Ser sólo suyo, sólo suyo
La quiero a morir
Conoce bien, cada guerra
Cada herida, cada sed
Conoce bien, cada guerra
De la vida, y del amor, también
Y yo que, hasta ayer, sólo fui un holgazán
Hoy, soy el guardián de sus sueños de amor
La quiero a morir
Podéis destrozar todo aquello que veis
Porque ella, de un soplo, lo vuelve a crear
Como si nada, como si nada
La quiero a morir