¡Beep, beep, beep…! La alarma. Saco un brazo de debajo de la sábana y deslizo la pantalla de mi móvil para apagar ese molesto sonido. Las 06:30
Por la ventana del salón de casa de Amayix se cuelan los sonidos de las gaviotas y el olor a mar de Riazor. Unas pocas nubes grises salpican el cielo de La Coruña y los primeros rayos de sol se cuelan entre los huecos que van formando mientras chocan suavemente entre ellas.
Estamos de vacaciones en La Coruña, donde Paula nació, pasó su infancia y la primera parte de su adolescencia, hasta los 16 años, cuando, por asuntos laborales, tuvieron que volver a la capital. Ese cambio la afectó mucho, pero pudo conservar grandes amistades, de esas que duran toda la vida, a pesar de la distancia.
En esta ocasión, su gran amiga Amaya nos ha dejado alojarnos en su casa, en el piso de encima de la que fue la casa de Paula durante todos esos años, y yo he terminado durmiendo en el salón porque el resto de camas están ocupadas por niños con las camisetas del Depor. A pesar de todo, he descansado bien y tengo tres horas de entrenamiento por delante.
Durante ese año conocí, gracias a Miguel, uno de los vecinos con los que solía salir de vez en cuando a correr, a Fernando, un loco de las carreras de ultra distancia que se encargó de prepararme un plan de entrenamiento para el TP60. Después de desayunar y tras ojear, de nuevo, el mapa en el móvil para hacerme una idea de por dónde voy a ir y de la distribución aproximada de la ciudad, termino de atarme bien las zapatillas y salgo a enfrentarme a esas pequeñas gotitas de lluvia fina que me dan la bienvenida. Después de tres horas y unos 33 kilómetros ya conozco más o menos donde están situados los lugares importantes.
Todas las historias que Paula me ha contado de sus días en su ciudad natal pasan por delante de mis ojos, y voy completando la imagen mental que tenía cuando Paula me las contaba, con la imagen real que percibo ahora. Conocer de primera mano todas esas historias y a todos sus protagonistas me ayuda a completar una parte de ella que no conocí y, sin embargo, puedo ver claramente por el amor, el cariño y las risas de todos, que ha sido un ser de luz desde siempre y que, simplemente, con ponerte a su lado se puede sentir esa energía suya que todo lo llena.
Next to me
Al llegar, los niños esperan impacientes porque hoy toca día de playa. Destino Soesto, una maravillosa playa atlántica paraíso de surferos con sus furgonetas. Después de media hora para intentar convencer a la pequeña de que el bañador azul es mejor y más cómodo para ir a la playa, vigilo con atención para que cada uno lleve sus cosas. Jara sale la última con el bañador rosa que, efectivamente, combina mucho mejor con su bolso. ¡Qué carácter! El azul lo guardo para cuando la incomodidad la supere.
Una vez que consigo tener a todos dentro del coche, cinturones abrochados y siempre con alguno enfadado por el lugar que le ha tocado, empieza el siguiente conflicto. ¿Qué música ponemos? “Me toca a mi primero”, “No tengas morro, tu pusiste la última”,” Sí, pero llegamos antes de que acabara, así que no cuenta”, “Mamá, pon Aitana”, “Noooo, Aitana ni de coña, pon Iron Maiden”. Ya hemos recorrido unos 20 kilómetros y la discusión continua.
Mientras dura la disputa, aprovecho para subir un poco la música de Robe y, en un acto inconsciente, dejo la mano apoyada en la palanca de cambios. Paula apoya su mano sobre la mía de la misma manera que hacía cuando, en nuestro primer viaje, fuimos a conocer a Pichi para que nos diera su bendición. Nos miramos, nos sonreímos. Miramos hacia atrás y vemos nuestros últimos 17 años reflejados en cada una de esas personas que nos acompañan en este increíble viaje. Se hacen mayores, empiezan a elegir lo que les gusta, su deporte, sus amigos y por supuesto su música.
Un amigo de la clase de Unai le ha enseñado una canción de un grupo y Unai la trae a casa para empaparse de la música de ese grupo. ¿De qué me suena a mi esta historia?
Los niños empiezan a aportar sus propias canciones y a entender que la música es un elemento de socialización tremendamente válido. “En mi clase hay uno que le gusta Green Day y como yo llevaba la camiseta de Nirvana hemos empezado a hablar”. Qué manera más maravillosa de empezar una relación de amistad, compartiendo tus pasiones. A mí me pasó con la edad de mi hijo mayor y aún conservo esa amistad, los vínculos del rock son irrompibles.
El nuevo horario de Paula trajo muchas cosas buenas a la casa, pero también alguna no tan buena. Mis entrenamientos me obligaban a hacer días de dos, tres y hasta cuatro horas. Las semanas que Paula libraba yo me despertaba pronto para evitar el calor del verano y sobre las 12:00 ya estaba libre para empezar a preparar la comida, llevar a los niños a la piscina o lo que tocara hacer en cada momento. Las semanas que Paula trabajaba el único hueco que me quedaba para poder sacar esas horas de entrenamientos eran de 16:00, hora en que se levantaba Paula, hasta las 19:00, que empezaba a prepararse para irse. Esos días hacía siempre la misma ruta, en la que podía encontrar una fuente cada kilómetro aproximadamente para evitar morir abrasado. Afortunadamente, el verano pasó y en las últimas sesiones ya podía disfrutar de una temperatura menos sofocante.
Un domingo, después de una salida de 25 kilómetros por mis caminos preferidos del Cerro del Telégrafo, tachaba el que había sido mi último entrenamiento de cara a mi gran reto del año. Tenía una semana por delante para ir al fisio, descansar e intentar controlar los nervios.
Fernando, el que me había ayudado con la preparación y con el que había compartido muchas rutas y momentos, también tenía el dorsal para la carrera así que, el domingo 7 de octubre, nos poníamos en la segunda fila de la salida detrás de un tal Pau Capell. Al dar la salida, los que iban a disputar la carrera salieron disparados con mi amigo Fernando detrás de ellos. Cuando llevaba recorridos no más de cincuenta metros me di cuenta que ese no era mi ritmo. Me quedaban 60 kilómetros por delante para afrontarlos solo. Y eso hice. Como siempre, el objetivo fundamental era saber si sería capaz de acabar, pero mi lado más competitivo, que también lo tengo, marcaba el límite de las ocho horas para terminarlo. Al final conseguí hacerlo en 7:50 en una de las mejores carreras que nunca he hecho donde volví a admirar, de nuevo con sorpresa, mi capacidad de concentración. Mi mente analizaba todo durante el recorrido. Cuánto queda de esta subida, qué viene después, donde están los avituallamientos, tengo que comer, tengo que beber, que no se me olviden las sales, chequeo mental: tobillos con un par de torceduras superadas, gemelos parece que esta vez no se suben, cuádriceps bien, aunque en la próxima parada tendré que estirar un poco. Mi mente funcionaba como un ordenador controlando todos y cada uno de los diferentes parámetros. La noción del tiempo cambió por completo. Estuve una jornada laboral casi completa y a mí me pareció un suspiro. Mi mente no estaba ocupada en controlar el tiempo, estaba ocupada en controlar todo lo demás o como diría el maestro Robe, “se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas” y los minutos dejaron de correr mientras yo ascendía por las montañas.
La última subida, de Cotos a la Bola, la conozco bien. Sé dónde se puede correr y donde hay que andar y aunque las piernas ya empiezan a ir justitas, la afronto con ganas. A mitad de subida me adelanta la tercera clasificada femenina, intento seguirla, pero va demasiado fuerte para mí en esos momentos. De nuevo la cabeza me pide calma y después de los últimos tramos de subida que disfruto y sufro a la vez mientras voy cantando a voz en grito las canciones que van saliendo en mi reproductor, consigo llegar arriba. “Solo” me queda bajar. Cuando llego a la Barranca, me llevo la alegría del día. Mi amigo de la Universidad y de Leeds, Javi, el Chalamon, ha venido a animarme. Me ha estado persiguiendo por las montañas y por fin nos encontramos. Yo ni siquiera paro. Solo le grito: “Ya lo tengo, te veo en la meta”. Las emociones se arremolinan y doy gracias por tener gente como él a mi lado en la vida. El remolino de la cabeza pasa a las piernas y hago los últimos kilómetros (de fácil bajada) a menos de 05:00 el kilómetro. Entro en Navacerrada y de nuevo veo a Javi y a Celia que me animan en los últimos metros. Al llegar a la plaza, Paula y los niños me esperan para entrar con ellos en meta. Otra vez la sensación de gratitud por tenerles junto a mí.
Entro en meta con los niños y solo quiero abrazarme con ellos, con Paula, con el Pichi que también ha venido a verme, con el Chalamon y con Celia y con mi amigo Fernando que, a pesar de haber acabado mucho antes que yo, me espera para compartir estos momentos tan especiales.
Tengo la medalla colgada al cuello. Mi gran hazaña deportiva está conseguida y la alegría la comparto con la gente que me quiere. No he luchado por la sensación de conseguir una recompensa, no quiero recordar todos los días de sol, frío, lluvia, viento, nieve, madrugones, series, cuestas, como un sacrificio o como resultado de una disciplina porque no es así. Cada uno de esos días que terminaba con las piernas agarrotadas o con el corazón a punto de salirse por la boca era deseado y disfrutado. Sabía que me ayudarían a conseguir mi objetivo final, pero mi objetivo original, el primario, el esencial, era el de disfrutar cada segundo haciendo lo que tanto me gustaba y eso lo había hecho durante todos los meses previos de mi preparación. Llegar a la meta no era más que terminar el último día de entrenamiento.
Con esa idea, a los pocos días decidí que el año siguiente me apuntaría a la carrera grande, 104 km y 5100 metros de desnivel positivo.
Next to me
El año terminó de una manera muy especial. De nuevo una celebración especial para un aniversario especial. Esta vez tocaba el turno a mi hermana Camino, residente en La Haya. Cumplía 50 años y la semana anterior a la fecha una extraña sensación transitaba sus pensamientos mientras corría por las dunas de la playa. Cumplía 50 años y no lo iba a poder celebrar como ella deseaba, con su familia.
La maquinaria se había puesto a funcionar unos meses antes cuando decidimos el resto de hermanos ir a La Haya el mismo fin de semana de su cumpleaños. El cómplice, nuestro cuñado Jesús, se encargó de todo, recogida en el aeropuerto, alojamiento y coordinación de toda la sorpresa.
El mismo día de su cumpleaños había quedado con Jesús y unos cuantos amigos en un bar que suelen frecuentar para tomar algo y celebrarlo. Curiosamente, el resto de hermanos, entrábamos en ese mismo bar, unos minutos antes de que Camino llegara.
Agazapados en otra zona pudimos observar su entrada. No habíamos previsto cómo llevar a Camino al sector donde estábamos nosotros, así que, después de unos minutos de desconcierto, decidimos cambiar el plan. Blanca y Arancha la llamaron al móvil y para evitar el ruido del lugar Camino salió a la calle, momento que ellas aprovecharon para colocarse en la entrada del bar. Todavía estaban despidiéndose cuando Camino volvió a entrar para encontrarse de bruces con sus dos hermanas. El grito se escuchó desde la parte de atrás, donde todavía permanecíamos ocultos los tres chicos.
Después de la correspondiente tanda de besos y abrazos, Arancha y Blanca se encargaron de llevar a la homenajeada hacia la zona donde los tres hermanos no podíamos aguantar ya las ganas de saltar sobre ella. Al vernos, su reacción fue abalanzarse sobre nosotros en un torbellino de felicidad y achuchones. Nunca habíamos hecho un viaje los seis hermanos juntos. Aquel fin de semana estuvo lleno de anécdotas, abrazos, risas, paseos, risas, recuerdos, amor y gratitud. A ninguno se nos olvidarán nunca esos días que sirvieron para unir, aún con más fuerza, los nudos de la red que hemos creado durante todos estos años y para confesar a mis hermanos la idea de este proyecto que estaba a punto de arrancar.
Esta lista, que ya está a punto de acabar, pretendía ser un repaso de las canciones que me han acompañado en estos diez primeros lustros. Han venido de la mano de historias, anécdotas, amistades, decepciones y corazones rotos que nos han traído hasta aquí, hasta el ahora. El aquí y el ahora, en estos momentos, son mi familia y de la misma manera que Paula y yo tratamos de educar, enseñar, formar y desarrollar a nuestros hijos, ellos a su vez son una fuente inagotable de aprendizaje de vida de la que bebemos cada día. Unos días el sabor será más dulce y otros será más amargo, pero cada día alimentan nuestra alma con tan solo respirar el mismo aire que nosotros.
Lo mismo sucede con la música. Creo que a estas alturas no hace falta explicaros lo que disfruto del proceso de introducción de nuevos grupos en el amplio abanico musical que refresca los días de esta casa. El primero en llegar fue Imagine Dragons y no podía faltar en mi selección en representación de este nuevo aprendizaje. Ya no soy yo quien enseña, ahora también me toca seguir aprendiendo y lo hago con una sonrisa de satisfacción y, lo digo con cierto pudor, con orgullo.
“Next to me” es la canción de esta semana. Una frase que un día me dijo Paula me viene a la cabeza cada vez que la escucho. “Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite”. Durante todos estos meses he ido quitándome capas, intentando mostrarme y mostrar una manera diferente de ver la vida. Sin embargo, sigo teniendo zonas oscuras, como todos. Zonas en las que cuando entras, el suelo deja de ser estable, se abre bajo tus pies y caes. Aunque intento evitarlas, de vez en cuando el viento sopla en esa dirección y me acerca a ellas. Cada vez que pierdo el paso, cada vez que tropiezo y caigo, cada vez que cojo un camino equivocado pensando que mi brújula es la única que marca la ruta, cada vez que me detengo agotado para sentarme en una roca porque las fuerzas me abandonan, solo tengo que mirar hacia arriba para ver la mano de Paula que me ayuda a levantarme y a seguir caminando junto a ella.
Los Reyes de ese año nos trajeron a todos una entrada para el Madcool para ver a Imagine Dragons y a The Killers. ¡Nuestro primer festival en familia!
Comenzaba entonces, o acababa, no lo tengo muy claro, mi séptima vuelta al sol y comenzaba un año lleno de cambios, proyectos y descubrimientos. Perlas escondidas que han ido formándose dentro de mi caparazón con el paso de los años y que ahora muestran su belleza imperfecta acompañadas de una lucidez silenciosa.
Something about the way that you walked into my living room
Casually and confident lookin’ at the mess I am
But still you, still you want me
Stress lines and cigarettes, politics, and deficits
Late bills and overages, screamin’ and hollerin’
But still you, still you want me
Oh, I always let you down
You’re shattered on the ground
Still, I find you there
Next to me
And oh, stupid things I do
I’m far from good, it’s true
But still, I find you
Next to me
There’s something about the way that you always see the pretty view
Overlook the blooded mess, always lookin’ effortless
And still you, still you want me
I got no innocence, faith ain’t no privilege
I am a deck of cards, vice or a game of hearts
And still you, still you want me
Oh, I always let you down
You’re shattered on the ground
Still, I find you there
Next to me
And oh, stupid things I do
I’m far from good, it’s true
Still, I find you
Next to me
So thank you for taking a chance on me
I know it isn’t easy
But I hope to be worth it
So thank you for taking a chance on me
I know it isn’t easy
But I hope to be worth it
Oh, I always let you down (I always let you down)
You’re shattered on the ground (shattered on the ground)
But still, I find you there (yea-)
Next to me
And oh, stupid things I do (stupid things we do)
I’m far from good, it’s true
Still, I find you
Next to me (next to me)
Algo acerca de la forma en que entraste en mi sala de estar
Despreocupada y confiada mirando el desastre que soy
Pero todavía tú, todavía me quieres
Líneas de tensión y cigarrillos, política y déficit
Facturas atrasadas y excesos, gritos y alaridos
Pero todavía tú, todavía me quieres
Oh, siempre te decepciono
You’re shattered on the ground
Aún así, te encuentro allí
Junto a mi
Y oh, las cosas estúpidas que hago
Estoy lejos de ser bueno, es verdad
Pero aún así, te encuentro
A mi lado
Hay algo en la forma en que siempre ves la vista bonita
Pasar por alto el lío ensangrentado, siempre mirando sin esfuerzo
Y todavía tú, todavía me quieres
No tengo inocencia, la fe no es un privilegio
Soy una baraja de cartas, vicio o un juego de corazones
Y todavía tú, todavía me quieres
Oh, siempre te decepciono
Estás destrozada en el suelo
Aún así, te encuentro allí
A mi lado
Y oh, las cosas estúpidas que hago
Estoy lejos de ser bueno, es verdad
Aún así, te encuentro
A mi lado
Así que gracias por arriesgarte conmigo
Sé que no es fácil
Pero espero que valga la pena
Así que gracias por arriesgarte conmigo
Sé que no es fácil
Pero espero que valga la pena
Oh, siempre te decepciono (siempre te decepciono)
Estás destrozado en el suelo (destrozado en el suelo)
Pero aún así, te encuentro allí (yea-)
Junto a mi
Y oh, cosas estúpidas que hago (cosas estúpidas que hacemos)
Estoy lejos de ser bueno, es verdad
Pero aún así, te encuentro
Junto a mí (junto a mí)
Pedazo de canción, está sin duda en mi top 3.
Pedazo de viaje, está sin duda en mi top 3
Pedazo de hermano, está sin duda en mi top 3
Jajajajajajajaja
Pedazo de hermano en el top 3 de los chichos ¿no?
A ti te marcó la canción esa que aprendimos en EGB, en El Pilar… la de «corre, corre corredor, corre hasta la meta, corre sin temor»… lo tengo muy claro 🙂
Pues fíjate que no la recuerdo
Pedazo de sorpresa. Pedazo de cumpleaños. Pedazo de fin de semana. Pedazo de hermanos. Pedazo de marido. Cuando queráis repetimos
Capítulo muy completo que me ha gustado mucho. Ya falta poco… Un beso
Gracias por ser pedazo de nuestra vida
«Comenzaba entonces, o acababa, no lo tengo muy claro, mi séptima vuelta al sol y comenzaba un año lleno de cambios, proyectos y descubrimientos. Perlas escondidas que han ido formándose dentro de mi caparazón con el paso de los años y que ahora muestran su belleza imperfecta acompañadas de una lucidez silenciosa.»
…..lucidez silenciosa» es una de las cosas que tu tienes y me encanta…..jajajajaj
Ahí lo dejo a modo de prólogo….