Signs. Tesla

Hoy quiero hablaros de señales, de señales de la vida, no de señales de reserva de un piso o un viaje, o de señales que nos prohíben hacer algo, de señales, señales o como dicen los ingleses: Signs

Para ello tengo que desplazarme de nuevo en el tiempo y para rizar el rizo no solo voy a viajar en el tiempo si no que, además, voy a intentar viajar al pasado de otra persona que no soy yo.

¿Preparados? Vamos a ver que tal…

Si el año pasado seguiste mis andanzas, recordarás cómo relataba el día que conocía a mi mujer.

Tenemos que retroceder unos días más de ese 2004.

En una agencia de trabajo temporal del Paseo de la Habana en Madrid, entra una joven universitaria con el pelo lleno de horquillas de colores, a punto de terminar su carrera de Trabajo Social en busca de un trabajo.

No tiene ninguna necesidad de buscar trabajo, afortunadamente sus padres pueden afrontar sus gastos, pero ella quiere empezar a ganar su propio dinero.

Estudia por las mañanas y todos los martes y jueves acude a sus entrenamientos de rugby en el equipo de Arquitectura en la Complutense. Los fines de semana hace vida de estudiante/jugadora de rugby (quien haya tenido en algún momento simultáneamente esas dos condiciones en la vida, sabrá perfectamente cómo eran esos fines de semana).

La persona al otro lado del mostrador comenta a Paula que tiene un trabajo de camarera en un restaurante nuevo. Parece una buena oportunidad y la señorita de la agencia le comenta que ya ha enviado a varios candidatos y que todos se pierden porque es una calle un poco extraña.

—Es muy importante que mires antes de ir exactamente dónde es para que no te pierdas. La calle se llama Paul Guinard.

Para quien no lo sepa, la calle Paul Guinard es una calle en la Ciudad Universitaria de Madrid, de no más de 200 metros. En la acera de la derecha está el Museo del Traje y en la acera de la izquierda está la facultad de Arquitectura.

—¡!!PAUL GUINARD!!!, —exclama Paula completamente sorprendida. La conozco perfectamente, voy todas las semanas allí a entrenar a rugby.

Y sin pensar en qué opinión podría tener de ella la entrevistadora, suelta:

—Esto sin duda es una señal de que algo bueno me va a suceder.

Al día siguiente, Paula vino a la entrevista, encontró el sitio y parece que algo bueno le sucedió.

¡Y a mí, claro!

Como os conté la semana pasada, este fin de semana nos hemos ido a recoger un perrito a Pirineos. La perra pastora del pastor de Betés había tenido cachorritos y habíamos decidido, después de pasar un largo duelo por nuestra pequeña Truja, que nos íbamos a quedar con uno.

Mención especial aquí para nuestros colaboradores que acogieron a nuestros hijos durante este fin de semana de escapada: Blanky, Nati y Montse. Muchísimas gracias.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, me apunte a una carrera en un pueblo bastante cercano. LA PERIMETRAIL DE ARGUIS. Tenían dos distancias, 66 y 33 km. Como estoy en mitad de la preparación para mi gran objetivo del año, decidí apuntarme a la corta. Era una distancia asequible que en principio no debería darme mucho problema.

Además, no quería pasarme todo el sábado corriendo y la carrera larga me podría llevar fácilmente 10 o más horas. Ese no era el objetivo de este viaje. El objetivo de este viaje era recoger al cachorro y pasar un par de días sin pensar en qué hacemos de comer.

El sábado por la mañana me levanté prontito para prepararme para la carrera. Al abrir el cajón de la despensa pude comprobar que no quedaba Cola-Cao. Esa típica frase de que yo no soy persona hasta que me tomo mi cafetito, es aplicable a mi cambiando el café por el Cola-Cao.

Un buen Cola-Cao bien fresquito con una tostada es mi desayuno tipo desde hace mucho tiempo y antes de carreras o entrenamientos es lo único que tomo.

No le di mayor importancia, el plato contundente de pasta de la noche anterior y el café con leche fría que pude tomar serían suficientes para el consumo previsto del día.

Corría solo, no conocía a nadie, pero eso no me importa mucho. En los primeros kilómetros se formaron algunos atascos y la primera subida del día la tuvimos que hacer casi en fila india, así que adopté una estrategia conservadora y decidí no gastar mucha energía.

Cuando llevaba un par de horas, decidí que era momento de empezar a escuchar un poco de música. Para que no se me salgan los auriculares de las orejas, (algo que me pone de los nervios) me pongo un pañuelo que los deja bien fijos dentro y me olvido de que se me puedan caer.

Acababa de salir del tercer punto de avituallamiento y mi cuerpo seguía respondiendo bien. Los últimos kilómetros los había hecho detrás de una joven que llevaba un ritmo que me parecía muy cómodo y me permitía correr con buenas sensaciones.

El calor empezaba a apretar y después de tres horas y media de carrera empezaba a notar algo el desgaste. La primera señal fue que mi joven liebre empezó a sacarme unos metros, pero quise apretar un poco para no quedarme solo. En una sección de curvas en zig-zag, en mitad de la curva mientras miraba hacia arriba para ver cuánto me quedaba todavía, sucedió todo.

Yo no lo vi venir, pero de repente un hombre con un mazo enorme que me esperaba a la salida de esa curva, me golpeó con todas sus fuerzas en la cabeza.

Había perdido definitivamente a mi joven liebre, pero no solo eso. Había perdido todas las fuerzas, las ganas, las energías y la moral. Bebí un poco de agua, recuperé un poco el aliento y continué.

Cada cien metros tenía que pararme porque se me disparaban las pulsaciones y en una de esas paradas empezaron los calambres en las piernas. No había hecho tanto esfuerzo ni las subidas había sido tan duras como para tener esos calambres tan fuertes. Mientras me hacía a un lado del camino para poder estirar la zona de los calambres empezaron las arcadas y los vómitos.

Mi imagen no debería ser muy alentadora. En un borde del sendero, intentando estirar los músculos mientras vomitaba todo lo que iba bebiendo y, en un acto que agradecía y maldecía a la vez, cada uno de los participantes que me iban adelantando, se paraba para preguntarme si estaba bien:

!!Pues no ves que no, cojones!!!

Ese era mi pensamiento, porque no tenía fuerzas ni para decirlo.

Uno de ellos me aconsejó que me sentara en una sombra un ratito y que me quitara el pañuelo de la cabeza. Al quitármelo, noté que estaba especialmente mojado de sudor y que los goterones que me caían por la frente no eran normales.

Sabía que estaba deshidratado y que debía beber, pero cada vez que lo hacía me volvía a marear y provocar arcadas. Me quité el pañuelo, me quité la música y decidí seguir hacia arriba.

Creo que no se me va a olvidar nunca esa subida porque nunca he sufrido tanto corriendo. Estaba en mitad de la montaña y tenía que seguir por lo menos hasta el siguiente avituallamiento. Una vez allí decidiría qué hacer.

Conseguí llegar hasta lo alto de esa montaña para afrontar una bajada bastante sencilla que tuve que hacer andando porque estaba completamente seco. Cada vez que encontraba un pequeño repecho en esa subida, lo único que podía hacer era casi arrastrar los pies para poder seguir avanzando poco a poco.

Conseguí llegar hasta el siguiente avituallamiento. Me quedaban por delante cinco kilómetros de subida y tres de bajada hasta meta. Nunca había abandonado ninguna carrera. Lo había pasado mal, había tenido dolores, ampollas, días en los que las piernas no responden, pero esa sensación de absoluto vacío nunca la había tenido.

Sé que el músculo más importante es el cerebro y durante unos minutos valore la posibilidad de seguir y, mientras intentaba que mi estómago permitiera algo de líquido, miraba desafiante las primeras rampas de la subida que tenía por delante. Nunca había abandonado ninguna carrera.

Las rampas me devolvían impasibles la mirada y me retaban. En medio de mi desvarío provocado por el golpe de calor escuchaba las amenazas de la montaña: “¿No has tenido suficientes señales?, me preguntaba imperturbable.

Yo, reuniendo todas las fuerzas que me quedaban dentro, apoyé las manos en mis bastones, activé mis piernas, me ajusté la mochila y me levanté. Tenía que sacar fuerzas de flaqueza y sabía que el solo pensamiento de mis hijos me haría conseguir las fuerzas necesarias para afrontar la última parte de la carrera.

En un acto de valentía que incluso a mi mismo me sorprendió, puse un pie delante del otro para repetir de nuevo el proceso una y otra vez. Parecía que milagrosamente mis piernas volvían a funcionar.

Gracias a mi mentalidad, a mi motivación y a mi fuerza de superación, conseguí alcanzar la mesa del avituallamiento y reuniendo una vez más todo el valor del mundo, pregunté a los voluntarios:

—¿Cuándo viene el próximo coche para que me lleve a la meta?

La montaña me había vencido. Nunca había abandonado ninguna carrera.

Abandoné, no pude con ello. El malestar físico era tan grande que la carrera perdió todo el sentido. Nunca había pasado por una sensación así. Había oído hablar de ella, pero nunca la había experimentado. He de decir que el hecho de no haber abandonado nunca me producía cierto sentimiento de orgullo, aunque también sabía que esto me podía pasar en cualquier momento.

Y pasó.

Para mi desgracia, por allí no pasaban coches, así que me tocó bajar andando por un sendero hasta la carretera. Unos 20 minutos que me sirvieron para confirmar que había hecho lo correcto, porque aun siendo cuesta abajo, las piernas me temblaban con cada paso.

Conseguí llegar al parking donde un amable señor me subió hasta la meta que no pude cruzar. Allí me pedí una Coca-cola fresquita que traté de beber pero que tampoco pude. Eso sí que era una señal inequívoca de que algo no andaba bien dentro de mi organismo… ¡Yo rechazando una Coca-cola fría, lo nunca visto!

Ya en casa, después de una buena ducha caliente y de comer, pude pasar una de las mejores tardes que recuerdo últimamente. Siesta de una horita, otro par de horitas de ver una serie sin que nadie me molestara, y mención especial a la cena que me habían preparado Paula y el Pochongolas, langostinos con mayonesa casera, un solomillito, y de postre helado de Strawberrie Cheescake y donuts de chocolate. Se nota que me conocen….

El domingo amanecimos prontito. Queríamos salir cuanto antes y nos quedaban muchas cosas que hacer. Después de recoger toda la casa y organizar el coche, nos faltaba una última tarea: recoger al cachorro.

Existen diferentes versiones de lo que sucedió en esos momentos, tendréis que juzgar vosotros mismos cual os parece más verosímil.

Versión 1.

Al acercarnos a la madriguera que su madre había construido para ellos, pudimos ver a los dos cachorros como disfrutaban de su juego favorito, morderse las patas. Allí estuvimos observándoles pacientemente durante un rato, disfrutando de sus carreras, sus tropezones y sus peleas. Igual que hacíamos nosotros, su madre también les observaba y les vigilaba a una distancia prudencial.

El gallo y algunas ovejas también disfrutaban viendo jugar a los dos cachorros y, junto a ellos el pastor los acompañaba con la vista y con una sonrisa de oreja a oreja.

Había llegado el momento de la separación. Cogimos al que habíamos elegido y le metimos en el coche intentando no mirar mucho atrás. Los lloros de los dos hermanos separados golpeaban nuestro corazón con fuerza. No había que mirar atrás.

Cuando ya estábamos metidos en el coche para coger la carretera de salida, el rebaño de ovejas se interpuso en nuestro camino. En ese momento, el gallo, acompañados de todas las gallinas empezaron a saltar encima del cristal del coche provocando un ruido ensordecedor dentro del mismo.

Después de un buen rato, conseguimos sacar todas las gallinas de encima del coche y apartar a las ovejas para poder salir del pueblo. Los lloros del pequeño cachorro continuaban y Paula, que viajaba en el asiento trasero, bajo la ventanilla para mirar hacia atrás. En ese momento, un águila que observaba toda la escena desde la copa de un árbol, emprendió el vuelo, agarró al cachorro que se había quedado en el pueblo y salió disparado con el mismo entre sus garras en dirección al coche que se marchaba. En una demostración impresionante de control del vuelo se acercó al coche y empujó al cachorro dentro reuniendo de nuevo a los dos hermanos.

Aquello era claramente otra señal. Había que llevarse a los dos.

Versión 2.

El mismo viernes cuando llegamos y les vimos jugueteando por la pradera que había sido su patio de juegos durante sus dos primeros meses, lo tuvimos claro.

No tuvimos ni que hablarlo y especialmente Paula no quiso hacerlo. Me dejó todo el peso de la decisión a mí. No es lista ni nada.

Me fue completamente imposible pensar en separarlos. La decisión la tomamos los dos mirándonos a los ojos y sin decirnos nada.

No os puedo dar una razón concreta, no sé si es que Disney ha hecho mucho mal y me imaginaba sus conversaciones…

Nunca te olvidaré, se fuerte, siempre serás mi hermano…

O que el hecho de ser de familia numerosa me hiciera replantearme cómo hubiera sido mi vida si me hubieran separado de mis hermanos

O que el hecho de tener dos hijos me hiciera replantearme qué estarían sintiendo ellos si tuviéramos que separarles

O que igual soy, bueno, mejor dicho, somos, unos románticos, unos inconscientes, unos locos, poco reflexivos, desequilibrados, imprudentes, enajenados y un poco perturbados.

Muchos pensarán eso, así que para evitaros el mal trago de tener que decírnoslo, ya lo hago yo directamente por vosotros. Ya sabemos que todo indica que no es un buen momento, pero también sabréis que no solemos hacer mucho caso a todas esas señales que nos dictan lo que se supone que tenemos que hacer.

Señales, señales

En todas partes señales

Jodiendo el paisaje

Rompiendo mi mente

Haz esto, no hagas aquello

¿No puedes leer la señal?

¿Y sabes lo que hacemos nosotros?

Cogí papel y boli e hice mi propia puta señal.

Dije: Gracias Señor por pensar en mí.

Estoy vivo y me va bien

El caso es que llevo dos días recogiendo cacas y pises hasta que aprendan a hacerlo fuera, no sé bien cómo nos vamos a meter en el coche cuando tengamos que movernos, no tengo ni idea de cuánto nos va a costar el “mantenimiento”, y realmente las responsabilidades se nos multiplican, como si no tuviéramos ya suficientes.

También han pasado otras cosas estos dos días.

No ha habido ni una sola pelea ni gritos entre los hermanos (los humanos), únicamente nos han pedido el móvil para hacer fotos a los cachorros, el uso del ordenador ha disminuido a niveles nunca vistos y lo más increíble de todo, no se han quejado por tener que ir a comprar pan o por tener que ir a tirar la basura.

Sus sonrisas y el nivel de abrazos entre hermanos (los humanos de nuevo) también han subido exponencialmente por imitación de los cachorros así que andamos todos oxitocínicos perdidos y eso, hoy en día, no es fácil de conseguir.

Ellos se sienten hermanos mayores y aceptan esa responsabilidad con los cachorros. Es un gran paso, veremos cuánto dura.

Por el momento Paula y yo seguimos bailando recordando eso que le decía el Señor Conejo al Sombrerero:

—Lo mejor será que bailemos

—¿Y que nos juzguen de locos, Señor Conejo?

—¿Usted conoce cuerdos felices?

—Tiene razón, ¡bailemos!

And the sign says «long hair freaky people need not apply»
So I put my hair under my hat and I went in to ask him why
He said you look like a fine outstanding young man I think you’ll do
So I took off my hat I said «Imagine that Huh Me working for you»

Signs Signs
Everywhere there’s signs
Fucking up the scenery
Breaking my mind
Do this, don’t do that
Can’t you read the sign

And the sign says «Anybody caught trespassing will be shot on sight»
So I jumped the fence and I yelled at the house, Hey! What gives you the right
To put up a fence And keep me out Or to keep Mother Nature in
If God was here He’d tell it to your face Man You’re some kind of sinner

Signs Signs
Everywhere there’s signs
Fucking up the scenery
Breaking my mind
Do this, don’t do that
Can’t you read the sign

Oh Say now mister Can’t you read
You got to have a shirt and tie to get a seat
You can’t watch No You can’t eat You ain’t supposed to be here

And the sign says «You got to have a membership card to get inside» Huh

And the sign says «Everybody welcome Come in Kneel down and pray»
But then they passed around a plate at the end of it all
And I didn’t have a penny to pay
So I got me a pen and paper And I made up my own fucking sign
I said Thank you Lord for thinking about me I’m alive and doing fine

Signs Signs
Everywhere there’s signs
Fucking up the scenery
Breaking my mind
Do this, don’t do that
Can’t you read the sign

Signs Signs
Everywhere there’s signs
Fucking up the scenery
Breaking my mind
Do this, don’t do that
Can’t you read the sign

Y el letrero dice «gente friki de pelo largo no necesita aplicar»

Así que me puse el pelo bajo el sombrero y entré a preguntarle por qué

Me dijo: «Pareces un joven sobresaliente, creo que servirás».

Así que me quité el sombrero y le dije: «Imagínate que yo trabaje para ti».

Señales Señales

En todas partes hay señales

Jodiendo el paisaje

Rompiendo mi mente

Haz esto, no hagas aquello

¿No puedes leer la señal?

Y el cartel dice: «Cualquiera que sea sorprendido invadiendo la propiedad será fusilado en el acto».

Así que salté la valla y le grité a la casa, ¡Hey! ¿Qué te da derecho…

A poner una valla y mantenerme fuera o a mantener a la madre naturaleza dentro.

Si Dios estuviera aquí, te lo diría a la cara. Eres un pecador.

Señales Señales

En todas partes hay señales

Jodiendo el paisaje

Rompiendo mi mente

Haz esto, no hagas aquello

¿No puedes leer la señal?

Oh Señor ¿es que no sabes leer?

Tienes que tener camisa y corbata para conseguir un asiento.

No puedes mirar No puedes comer No deberías estar aquí

Y el cartel dice «Tienes que tener una tarjeta de socio para entrar» Huh

Y el cartel dice «Todo el mundo es bienvenido Entra Arrodíllate y reza»

Pero luego pasaron un plato al final de todo

Y no tenía ni un centavo para pagar

Así que cogí papel y boli e hice mi propio puto cartel.

Dije: Gracias Señor por pensar en mí

Estoy vivo y me va bien

Signos Signos

En todas partes hay señales

Jodiendo el paisaje

Rompiendo mi mente

Haz esto, no hagas aquello

¿No puedes leer la señal?

Señales Señales

En todas partes hay señales

Jodiendo el paisaje

Rompiendo mi mente

Haz esto, no hagas aquello

¿No puedes leer la señal?

9 comentarios en «Signs. Tesla»

  1. Sois mis locos preferidos….viendo a los dos cachorros no me extraña que no pudierais separarlos…y esa oxitocina me ayudó la peor mañana de lunes que recuerde mi vida. Un perrete (o 2) de los Piris lo cura todo.
    Oye y el relato de la carrera….joder que sufrimiento!
    Gracias Marcos

  2. El Viernes cuando hable con vosotros,tenía ya muy claro que sería así. Cómo os decía, sois unos locos? si, lo sois, pero sois unos locos lindos. Solo de imaginarme la separación de esos dos hermanos se me hacía un nudo en el estómago. Son seres que están en este mundo para traer felicidad, no me cabe ninguna duda. Afortunados ellos, afortunados vosotros. Os quiero millones

  3. Gran familia primo, espero q la concordia dure largo tiempo, dale duro a la escritura!

  4. Marcos, no sabía lo que te había pasado durante la carrera. Me lo tienes que explicar con todo detalle nunca lo había oído antes. Me encantan las dos versiones porque las dos tienen sus propias señales. Un beso, PalomaC

  5. Por fin se ve que no eres invencible, has tardado un rato eh???
    Quedarme con Afri y Jara es lo mas

  6. Me encantan los perritos!!!! Bro eso de la carrera te pasa por no tomar el cola cao!! Hay que seguir las costumbres siempre!!! De todos modos eres el Modric de las montañas!! Un partido regulero cada mucho no importa!!!

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