24. Sometimes. James

Cuando llegué a Madrid las puntas de mi pelo seguían blancas por el tratamiento de decoloración al que había sometido a mi cuero cabelludo durante mi estancia en Londres.

Al final tuve que ceder a las presiones de mi padre, que ya sabéis que tenía unas estrictas normas relacionadas con el pelo, y, de paso, reconocer que aquel look no eran muy buena carta de presentación para la búsqueda de trabajo. Me rapé y así desaparecieron las últimas pruebas físicas de mi estancia en la cosmopolita capital británica.

Lo primero, antes de comenzar los afanes laborales, era sobrevivir a las fiestas de Majadahonda. Para conseguir dinero para afrontar la temporada, el Club de Rugby Majadahonda, donde jugaba mi hermano Luis, montaba un chiringuito que se convirtió en el punto de reunión con toda la gente que no veía en un año. Varias tardes tuve que quedarme allí haciendo algún turno para no dejar el sitio solo y el pago por mis servicios fue un trato preferente en lo que a consumiciones se trataba, por lo que no recuerdo prácticamente nada de aquellas fiestas, salvo la visita fugaz de un ángel de alegre sonrisa que hizo escala en Madrid para continuar su camino hacia tierras británicas.

Después de esto, la primera entrevista que hice fue en el Decathlon de Majadahonda. Fui realmente emocionado y con muchísimas ganas porque, por fin, tenía la posibilidad de trabajar en algo relacionado con el deporte. Imaginaba que era para ser vendedor, pero me daba igual, era un comienzo y tenía claro que podía ser el inicio de una carrera profesional en un sector que adoraba. La entrevista me salió genial, estaba seguro que ese puesto era para mí, lo había bordado… me equivocaba. No recuerdo bien quién fue, pero alguien cercano, que trabajaba allí, nos comentó que el entrevistador le había dicho que se veía claramente que no estaba interesado en el puesto… ¡¡¡¡Un aplauso bien fuerte para ese entrevistador dotado con ese ojo clínico para la valoración de personas!!!! Vaya pedazo de idiota.

Poco tiempo después, a través de una amiga, conseguí hacer una entrevista en una empresa que se dedicaba a instalar una red de telefonía móvil. Después de responder todas las preguntas que me iba formulando la persona encargada de seleccionar el personal, se me quedó mirando fijamente y me preguntó: “Si eres de 1972 y fuiste al Colegio del Pilar seguro que conoces a…” y empezó a enumerar a muchos de mis compañeros de clase de los primeros años del cole. Resulta que Antonio, el entrevistador, era amigo íntimo de todos mis amigos de clase. Sabía que estaba dentro y en esta ocasión no me equivocaba.

Mi trabajo consistía en buscar, junto a un ingeniero inglés, emplazamientos altos para instalar los POC (Point of Concentration), una antena especial que no era para dar cobertura sino para crear la estructura de antenas, y así estuve más de medio año recorriendo la capital y subiendo a los edificios más altos de Madrid que eran los que reunían las condiciones necesarias para este tipo de estructura. El ingeniero inglés pesaba 150 kilos y padecía de acrofobia (miedo a las alturas). Todo un espectáculo cuando teníamos que subir a las azoteas por los típicos hierros en forma de “U” fijados a la pared.  Las subidas y bajadas eran peliagudas, pero una vez accedíamos a las partes más elevadas de los edificios, la visión era siempre impresionante.

De esa manera tuve la posibilidad de conocer mi ciudad de una manera muy peculiar que poca gente ha podido disfrutar. Desde las intrincadas calles del Madrid antiguo con sus tejados de tejas marrones, hasta la visión completa de la capital desde la zona norte, con la sierra toda nevada como parte de un escenario de película o el increíble espectáculo del cinturón sur de Madrid desde la Avenida de Andalucía.

Aquellas visiones únicas hicieron que me enamorara aún más de mi ciudad y que pudiera apreciar su belleza de un modo privilegiado y casi único. Lástima no haber guardado las fotos que tenía que hacer para cada informe. Pero como no se puede vivir de imágenes bucólicas y era bastante complicado poner de acuerdo a la gente en las juntas de comunidades para instalar las antenas en sus tejados, sobre todo teniendo en cuenta mi poca facilidad para el difícil arte de la venta, me vi forzado a buscar otro trabajo.

Entre tanto, mi amigo Pablo, el sevillano que había conocido en Leeds, había decidido estudiar aparejador en Madrid y con la confianza que habíamos adquirido y la cara que le echaba a la vida, me llamó para que le ayudara en los procesos de admisión. Nos pasamos unos días recorriendo las diferentes universidades, presentando solicitudes, hasta que le aceptaron en una no demasiado lejos de mi casa. Una vez establecido en la Universidad se apuntó con nosotros al equipo de futbol-7 de Majadahonda y muchos domingos, después de jugar, le llevaba a su casa y, con la excusa de ahorrarle el viaje, me cenaba el mejor caldito casero que he probado nunca, el de su madre.

Después del trabajo de las antenas pasé a hacerlo, una vez más, como vendedor para un portal de Internet especializado en empresas de construcción. Ahora tenía que recorrer los polígonos industriales de Madrid buscando a puerta fría clientes relacionados con la construcción. Creo que fue el peor trabajo de mi vida y donde realmente me di cuenta de mis pocas dotes para la venta. “Buenas tardes, quería hablar con el gerente” “Mira chaval, está muy liado y no vamos a comprar nada”. “Gracias, buenas tardes”. Ese era todo mi argumentario de ventas.

Decidí, que, si quería buscar algo realmente relacionado con el marketing, iba a tener que especializarme más. Tenía Turismo, Administración y Dirección de empresas, un año de experiencia viviendo fuera, el Advanced, pero no veía por donde tirar así que determiné estudiar un Máster, y el lugar elegido fue una prestigiosa escuela especializada en ese campo: ESIC

Unos meses antes de empezar el Máster, cuando ya tenía la reserva de plaza hecha, dejé aquel trabajo que me hacía realmente infeliz.

Un día de comienzo de verano, mientras echaba unas canastas en casa, apareció mi amigo David con su novia Cristina que trabajaba en una agencia de marketing haciendo campañas en centros comerciales para Coca-Cola y necesitaba a una persona que coordinara las distintas ubicaciones. Había que organizar todo, coordinar los equipos de azafatas, controlar los regalos y los juegos de las campañas, visitar cada centro para vigilar que todo estuviera bien, hacer los informes, mantener la nave y los juegos en buen estado, recepcionar todos los materiales después de cada campaña, en fin…un no parar. Con total honestidad le dije que no había hecho eso en mi vida pero que me veía capaz de hacerlo y empecé a trabajar.

Aquella actividad, a pesar del estrés y la cantidad de horas que nos exigía, incluidos fines de semana, me encantó y además reafirmó mi idea de estudiar algo relacionado con el marketing y tratar de orientar mi vida profesional hacia ese ámbito. Pasé todo el verano desempeñando esa labor junto con un compañero que también ejercía de coordinador, un loco del rock independiente, enamorado de grupos como Pixies, Weezer, PJ Harvey, Patty Smith y James, del que aprendí un montón de música.

Al acabar el verano y las campañas, me ofrecieron quedarme en la agencia, pero de nuevo como comercial. Acepté inmediatamente con la esperanza de que, tratándose de un trabajo relacionado con algo que realmente me gustaba, sería capaz de mejorar mis aptitudes como vendedor. Una vez más volvía a equivocarme y, aunque visité muchas empresas, no fui capaz de vender ni una sola campaña. Al menos, pude hacer varios trabajos más como coordinador para diferentes clientes. Esto me permitió alargar mi contrato mientras compatibilizaba el trabajo con los estudios durante un año de jornadas maratonianas de 08.00 a 22:30.

A los pocos días de empezar el Master, un chaval alto y con el pelo negro, en mitad de clase de una de las asignaturas impartidas de cuyo nombre no puedo acordarme, realizó una de esas preguntas que me producían una sensación a medio camino entre la admiración, con ciertos tintes de pura envidia por no haber sido yo al que se le ocurría esa pregunta, y el desprecio, con los mismos tintes de envidia por el mismo motivo. “Ya tenemos aquí al listillo de turno” fue mi primer pensamiento. Siempre he creído que mi intuición a la hora de juzgar a primera vista a las personas era casi perfecta, sin embargo, en este caso tardé poco tiempo en darme cuenta de que mi primera impresión había sido completamente errónea.

Además de ser ingenioso e inteligente, aquel chaval alto de pelo y ojos negros resultó ser una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Creo que ese año aprendimos mucho de marketing, estrategias, técnicas, métricas, gestión, estadística y demás conceptos, y probablemente nos sirvió a todos para encaminar nuestras vidas profesionales, pero una vez más, aquello no fue, ni de lejos, lo mejor que saqué de ese año que tuvo mucho más que ver con lo personal que con lo profesional.

Ibón, que así se llamaba el listillo, se convirtió en uno de mis mejores amigos y siempre me he sentido realmente orgulloso de que una persona tan generosa, sensible y especial me haya honrado durante tantos años con su amistad. No nos hemos visto tanto como nos hubiera gustado en estos 20 años desde que nos conocimos, pero cada vez que lo hemos hecho han sido momentos únicos de una conexión muy profunda. Mi hijo mayor lleva su nombre, fue el “chofer particular” de mi mujer la mañana del día de nuestra boda y compartimos una visión de la vida muy similar.

Como os he comentado antes, en esas campañas de Coca-Cola, conocí varios grupos, entre ellos uno llamado James. Ya había escuchado algún tema del grupo de Manchester, en concreto “Ring the bells”, una de esas canciones que se te clavan en la mente y en el corazón desde la primera vez que las escuchas y que ha rivalizado mucho por ser la elegida en mi lista con la canción que hoy os traigo, “Sometimes”.

Brian Eno es uno de los mejores productores musicales que ha habido y muchos de los grandes grupos de la historia han querido trabajar con él, pero son pocos los que lo han conseguido. James fueron uno de esos afortunados porque, desde el principio, le recordaban a sus idolatrados The Velvet Underground pero en versión británica.              

Sometimes fue grabada inicialmente con la única intención de mostrársela al genial productor. Una vez acabada la audición, mientras los músicos esperaban nerviosos el veredicto de Eno, este levantó la cabeza y dijo: “Acabo de experimentar uno de los momentos más destacados de mi vida musical”. A partir de ahí, Brian Eno se convirtió en el productor de la banda.

Ahora subid el volumen, bailad, cantad, reíd, abrazad, disfrutad, porque esta canción te abre por la mitad y deja salir todo lo que puedas tener guardado. Es terapéutica y mágica. Una auténtica maravilla que desgraciadamente nunca he podido saborear en directo, pero espero ansioso poder hacerlo algún día para anotarlo en mi lista de momentos únicos (Esta misma semana he visto que vienen a tocar a Madrid es Septiembre. Pedid y se os dará).

El estribillo dice: A veces, cuando miro profundamente en tus ojos, juro que puedo ver tu alma.

Esa sensación la puedes tener con muy pocas personas en este mundo. Son personas con quien realmente sientes que conectas en un plano muy espiritual, no os juzgáis, no hay mentira, no hay envidia, simplemente hay una mirada limpia, clara y verdadera, de igual a igual, que te llena el alma de tranquilidad. Ibón es una de esas pocas .personas y por eso cada vez que escucho esta canción no puedo evitar acordarme de él y de todos los grandes momentos que hemos pasado juntos.

Ya sabemos que, a los niños desde pequeños, al menos de mi generación, nos han enseñado a no llorar, a ser fuertes, a no mostrar nuestros sentimientos y a no decir nunca “Te quiero” y mucho menos a personas de tu mismo sexo. Tengo amigos de toda la vida a los que, a no ser que estuviera borracho como una cuba, nunca les he dicho un “Te quiero” verdadero y, sin embargo, Ibón me enseñó a hacerlo sin ningún tipo de miedo ni vergüenza (ni ningún tipo de alcohol corriendo por mis venas) y eso es algo que siempre le agradeceré.

Así que, sin decir nombres porque vosotros sabéis quienes sois y con la plena consciencia de que sé que esto queda por escrito y que podrá ser utilizado en mi contra en cualquier juicio, amigos que me habéis acompañado durante todos estos años: Os quiero

There’s a storm outside
And the gap between crack and thunder
Crack and thunder
Is closing in
Is closing inThe rain floods gutters
And makes a great sound on concreteOn a flat roof, there’s a boy
Leaning against a wall of rain
Aerial held high
Calling «Come on thunder
Come on thunder!»Sometimes, when I look deep in your eyes I swear I can see your soul
Sometimes, when I look deep in your eyes I swear I can see your soulIt’s a monsoon
And the rain lifts lids off cars
Spinning buses like toys
Stripping them to chrome
Across the bay, the waves are something else
Picking up fishing boats and spewing them on the shore The boy’s hit
Lit up against the sky
Like a sign
Like a neon sign Then he crumples
Drops into the gutter
Cut strings
Legs twitchingThe flood swells his clothes
Delivers him on
Delivers him onSometimes, when I look deep in your eyes I swear I can see your soul
Sometimes, when I look deep in your eyes I swear I can see your soul There’s four new colors in the rainbow
An old man’s taking Polaroids
But all he catches
Is endless rain
Endless rain
Endless rain
Endless rainHe says, «Listen!»
Takes my head
Puts my ear to his
And I swear I can hear the seaSometimes (sometimes), I look in your eyes, I can see your soul
(I can reach your soul)
Sometimes (sometimes), I look in your eyes, I can see your soul
(I can touch your soul)
Sometimes, I look in your eyes, I can see your soul
(I can hear your soul)
Sometimes (sometimes), I look in your eyes, I can see your soul
Sometimes, I look in your eyes, I can see your soul

Hay una tormenta afuera
Y la brecha entre el crack y el trueno
El crack y el trueno
Se está cerrando
Se está acercando
La lluvia inunda las canaletas
Y hace un gran sonido sobre el hormigón
En un tejado plano, hay un niño
Apoyado en un muro de lluvia
Con la antena en alto
Llamando «Vengan los truenos
Vamos trueno!»
A veces, cuando miro profundamente en tus ojos, juro que puedo ver tu alma
A veces, cuando miro profundamente en tus ojos juro que puedo ver tu alma
Es un monzón
Y la lluvia levanta las tapas de los coches
Girando los autobuses como si fueran juguetes
Desnudándolos hasta el cromo
Al otro lado de la bahía, las olas son otra cosa
Recogiendo barcos de pesca y arrojándolos a la orilla
El golpe del niño
Iluminado contra el cielo
Como una señal
Como una señal de neón
Luego se derrumba
Cae en la cuneta
Cuerdas cortadas
Piernas crispadas
La inundación hincha su ropa
Lo entrega en
Lo entrega en
A veces, cuando miro profundamente en tus ojos juro que puedo ver tu alma
A veces, cuando miro profundamente en tus ojos juro que puedo ver tu alma
Hay cuatro nuevos colores en el arco iris
Un viejo está tomando Polaroids
Pero todo lo que capta
Es una lluvia interminable
Lluvia interminable
Lluvia interminable
Lluvia interminable
Dice: «¡Escucha!»
Toma mi cabeza
Pone mi oído junto al suyo
Y juro que puedo oír el mar
A veces (a veces), miro sus ojos, puedo ver su alma
(Puedo llegar a tu alma)
A veces (a veces), miro en tus ojos, puedo ver tu alma
(Puedo tocar tu alma)
A veces, miro en tus ojos, puedo ver tu alma
(Puedo escuchar tu alma)
A veces (a veces), miro en tus ojos, puedo ver tu alma
A veces, miro en tus ojos, puedo ver tu alma

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25. La leyenda del tiempo. Camarón

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9 comentarios en «24. Sometimes. James»

  1. Me flipa James y mi canción preferida es Sometimes !!! Menuda coincidencia en esta y en la mayoría de las canciones que pones . Enhorabuena por el blog que es muy entretenido!!

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