Hoy hemos recibido un correo de la profesora de la pequeña. Todo bien, no te alarmes.
Lo he leído con poca atención, he de reconocer. Estaba en mitad de un curso gratuito sobre la IA. La primera ponencia la he aguantado más o menos bien. La segunda, muy cercana a la hora de comer, ha podido conmigo y, a pesar de mis denodados esfuerzos, mis párpados pesaban más que el interés que el ponente despertaba en mi curiosidad.
Ha sido como volver a mi viejo pupitre cuando el profesor de filosofía explicaba la teoría de la razón pura de Kant en la primera hora de la tarde, después de comer.
No te hagas el despistado ahora mirando hacia otro lado, todos hemos experimentado esa sensación alguna vez.
Tus ojos se fijan en un punto indeterminado. Son incapaces de moverse de ese punto. La visión comienza a hacerse borrosa. La voz del profesor se convierte en una melodía sedante y en ese mismo momento, comienzas a perder el control de tus párpados que caen suavemente y a la misma velocidad mientras los dedos de la mano que sostenían el bolígrafo se relajan dejándolo caer sobre el libro que permanecía abierto.
En un esfuerzo supremo tratas de sujetar esos pesados párpados. Sabes que no puedes mantener los dos y te concentras en subir al menos uno, pero al cabo de un segundo vuelve a caer sin que puedas hacer nada por remediarlo.
La siguiente fase se apodera de tu boca que empieza a segregar una saliva somnolienta que resbala desde la comisura de los labios hacia la barbilla.
Estás perdido.
Por fortuna, la clase de hoy era online sin cámara y no he tenido que soportar la burla del profesor ni la carcajada del resto de compañeros cuando mi saliva había diluido los pocos apuntes que había podido coger.
En esos momentos ya había olvidado el tema de la ponencia y por supuesto, el contenido del mail de la profesora.
Al recoger a las niñas de clase, Paula me ha preguntado si había leído el mail de la cápsula del tiempo. Las dos neuronas activas se han conectado a la velocidad de la luz para arrojar dentro de mi cabeza, precisamente un rayo de luz.
“Algo he leído”, he añadido rápidamente, “pero no recuerdo bien”, he confesado.
Jara tiene que hacer una cápsula del tiempo. Ahora que está en primero de primaria van a comenzar este proyecto para abrir la cápsula en sexto para comprobar cómo han cambiado sus vidas en los próximos seis años.
De nuevo las dos neuronas han hecho conexión y ha saltado una chispa. Podría perfectamente haber sido un cortocircuito, pero no, ha habido suerte y simplemente ha sido una idea para el capítulo de esta semana.
Jara tiene siete años, así que contando con los dedos de las manos he calculado, varias veces para asegurarme, el año en que yo cumplí los siete años.
1979
La canción no podía ser otra. Llevaba tiempo rondándome y compitiendo contra otra de ese mismo disco, pero ha llegado esta primer.
Volvamos a los deberes de la niña.
En la cápsula tiene que meter una carta escrita por ella en la que describa cómo se ve dentro de seis años, qué quiere ser de mayor, quiénes son sus mejores amigas, una foto, un recuerdo, un juguete, lo que cada uno quiera.
También irá una carta de la familia y otra de sus mejores amigas.
Todo eso se cierra bien en la cápsula y cuando terminen sexto de primaria, volverán a abrirla.
¿Se reconocerán?
¿Tendrán los mismos amigos?
¿Seguirá su vocación siendo la misma?
¿Echarán de menos sus años de infancia?
Para nosotros los adultos, seis años pasan en un suspiro, pero para ella suponen casi la mitad de su vida.
¿Qué cambios dará su vida en estos próximos seis años?
¿Será feliz?
La vida da muchas vueltas y por muy suspiro que sean seis años puede pasar cualquier cosa.
Hay una cosa que tengo clarísima y es que el amor de su madre y de su padre seguirá creciendo cada día que pase, con cada abrazo que tenga para nosotros, con cada grito que le demos (Sí, ya sé que no está bien, pero no somos perfectos, ¡coño! Y no sabéis la capacidad pulmonar que tiene esta niña para hinchar las pelotas), con cada sonrisa que nos regale y con cada “Te quiero” que tengamos para dar, nosotros a ella y ella a nosotros.
Que sea feliz, que sea feliz, cruzo los dedos para que sea feliz.
Buena idea esto de la cápsula del tiempo.
No digo original o novedosa, digo buena.
Hace dos años y medio empecé yo a meter cosas en mi particular cápsula del tiempo.
Quizás la finalidad sea otra, pero la mecánica es igual. Quizás simplemente no quiera olvidar todos esos recuerdos y por eso los guardo bien juntos. Quizás sea miedo a que un día no recuerde ni quien soy y solamente pueda hacerlo cuando escuche una canción imborrable.
Por el momento no tengo intención de cerrar la cápsula y guardarla unos años para comprobar si me reconozco dentro de seis o diez años, pero tampoco sé qué capacidad tendrá esta cápsula para ir guardando recuerdos vivencias y sentimientos.
Si hablamos de gigas, todavía tengo espacio para seguir guardando, y cuando se vayan acabando, si todavía tengo ganas y alguien que siga leyéndome, trataremos de solucionar ese problema.
La canción también es una especie de cápsula del tiempo. La letra de la canción trata sobre la transición de la juventud a la edad adulta. Corgan, el autor y cantante del grupo, tenía 12 años en 1979 y considera que ese fue el año en el que pasó a la adolescencia, una etapa, en la que, según sus propias palabras, “tienes un sentimiento de espera a que suceda algo, aún no hemos llegado a ese punto, pero está a la vuelta de la esquina”.
No puedo estar más de acuerdo con esa afirmación y sin embargo creo que ese sentimiento de espera no es propiedad exclusiva de la adolescencia.
Al final te pasas toda la vida con esa sensación de espera. Quizás hacerse adulto significa que deberíamos ser capaces de dejar de esperar e ir a buscar eso que nos espera. La vida nos debería de haber dado las herramientas para ir a por lo que queremos y a por lo que esperamos y ese continuo avanzar debería ser la vida.
Deberíamos ser capaces de tirar hacia delante y ser nosotros mismos los que manejáramos nuestras vidas. Quizás los verdaderos triunfadores son los que lo consiguen.
O quizás los verdaderos triunfadores son los que siguen esperando que la vida los encandile y no temen enfrentar las sorpresas que nos asaltan cada día, porque realmente viven en paz consigo mismos.
Yo no tengo claro si soy de las primeras o de las segundas, ni tan siquiera tengo claro lo que he querido plasmar hoy, así que imagino que te habré dejado también con la duda.
Yo, por si acaso, la dejo metida en mi cápsula del tiempo por si dentro de unos años puedo resolver esta duda,
para ver que ni siquiera nos molestamos en
sacudirnos este sentimiento de nostalgia.
Y no sabemos
dónde descansarán nuestros huesos,
se convertirán en polvo, supongo,
olvidados y absorbidos por la tierra bajo ellos.
Shakedown 1979
Cool kids never have the time
On a live wire
Right up off the street
You and I should meet
Junebug skipping like a stone
With the headlights pointed at the dawn
We were sure we’d never see
An end to it all
And I don’t even care
To shake these zipper blues
And we don’t know
Just where our bones will rest
To dust I guess
Forgotten and absorbed into the earth below
Double cross the vacant and the bored
They’re not sure just what we have in store
Morphine city slipping dues
Down to see…
That we don’t even care
As restless as we are
We feel the pull in the land of a thousand guilts
And poured cement, lamented and assured
To the lights and towns below
Faster than the speed of sound
Faster than we thought we’d go
Beneath the sound of hope
Justine never knew the rules
Hung down with the freaks and the ghouls
No apologies ever need be made
I know you better than you fake it
To see that we don’t even care
To shake these zipper blues
And we don’t know
Just where our bones will rest
To dust I guess
Forgotten and absorbed into the earth below
The street heats the urgency of now
As you see there’s no one around
Repasamos el año 1979
los chicos populares nunca tienen tiempo.
Sobre un cable de alta tensión,
que sale directamente de la calle,
tú y yo deberíamos encontrarnos.
El Junebug dando saltos como una piedra,
con los faros delanteros apuntando al amanecer.
Estábamos seguros de que nunca veríamos
el fin de todo ello.
Y ni siquiera me molesto en
sacudirme este sentimiento de nostalgia
Y no sabemos
dónde descansarán nuestros huesos,
se convertirán en polvo, supongo,
olvidados y absorbidos por la tierra bajo ellos.
Traiciona a los estúpidos y los aburridos
no están seguros de lo que tenemos guardado.
La ciudad de la morfina, esquivando deudas,
dispuesta para ver…
Que ni siquiera nos importa,
por muy preocupados que estemos.
Sentimos el tirón en la tierra de un millar de culpas,
y el cemento vertido, llorado y asegurado
sobre las luces y ciudades bajo él.
Más rápido que la velocidad del sonido,
más rápido de lo que pensamos que iríamos,
bajo el sonido de la esperanza.
Justine nunca conoció las reglas,
pasaba el rato con bichos raros y personas macabras.
Nunca hizo falta pedir disculpas,
te conozco mejor de lo que lo finges.
Para ver que ni siquiera nos molestamos en
sacudirnos este sentimiento de nostalgia.
Y no sabemos
dónde descansarán nuestros huesos,
se convertirán en polvo, supongo,
olvidados y absorbidos por la tierra bajo ellos.
La calle calienta la urgencia del ahora,
como puedes ver, no hay nadie alrededor.