Vos sabés. Los Fabulosos Cadillacs

Las sonrisas y los ojos brillantes son compartidos esta semana por millones de padres en este país que vemos como, por fin, el cole abre de nuevo sus puertas.

Liberación, podría ser la palabra que mejor definiera el estado de ánimo de todos nosotros cuando vemos correr a los niños, niñas en mi caso, por la puerta de entrada de la mano de sus mejores amigas sin mirar atrás.

Los mismos chistes y chascarrillos se repiten año tras año.

¡Qué alivio!

No vas a saber qué hacer, me dicen a mi muchos.

Te vas a aburrir.

Las redes se llenan de videos cómicos de parejas con una copa de champán mientras el niño se sube al autobús de la ruta, de padres emocionados gritando ¡¡¡guapaaaa!! a la maestra que pasa a su lado y de señores y señoras bailando emocionados a la puerta del cole como si estuvieran de after.

Y a la puerta del cole, los padres verdaderos comparten esos mismos videos virales y memes a ver quien consigue el más gracioso.

Yo suelo ser de esos, pero este año la vuelta al cole me ha pillado desprevenido.

Yo iba andando tranquilamente por la vida mirando el atardecer en la montaña y cómo el sol iba escondiéndose tras la silueta de siete picos y, cuando he querido mirar de nuevo hacia delante, me he golpeado sin remisión contra una farola en medio de la calle con un cartel enorme en el que se podía leer: Vuelta al cole.

Todavía me estoy recuperando del golpe con la nariz hinchada. Parezco un boxeador groggy al que le acaba de entrar un uppercut en todo el mentón y a duras penas es capaz de mantenerse en pie.

Hoy mismo, mientras lees esto, me habré subido de nuevo al ring de los pesos pesados, la vuelta al instituto.

Los golpes me están lloviendo desde todos los ángulos, material escolar, extra escolares, los libros que hay que ir a buscarlos, los horarios de clase, los de comedor, los del fútbol, hay que pagar el fondo común, la matrícula del equipo, la del otro equipo, rellena este papel que es muy importante y fírmamelo, ¿puede venir pepita a casa después del cole?, este cuaderno no tiene pautas, me falta el de mates,

 ¿Tú has ido a la compra?,

yo tampoco,

pues no hay nada para cenar.

¿Otra vez sándwich con ojo?

Intento protegerme, pero me siguen cayendo los golpes y aunque alguno esquivo, casi todos impactan en mi dolorido cuerpo dejándome sin respiración.

Solo deseo que suene la campana para irme a mi rincón a descansar, pero me temo que la única campana que voy a escuchar es la de la salida del cole que escucho ya llegando a recoger a las niñas mientras Mike Tyson me persigue por las calles del pueblo con cara de pocos amigos.

Y todo eso sin comer porque no hemos adaptado tampoco todavía los horarios de verano y nos ha pillado el toro dándonos un par de revolcones, así que mientras los dos mayores exigían su comida, yo corría hacia el cole y Paula terminaba la comida.

Y los perros sin salir.

Yo quiero tirar la toalla y miro hacia mi rincón esperando que lo hagan, pero en vez de eso lo que me tiran encima es el listado de libros que hay que recoger en las distintas papelerías del pueblo y un montón de memes de padres felices bailando y bebiendo.

¿Pero qué clase de gente es esa?

Vos sabés

Yo si que necesito un periodo de adaptación y me lo voy a tomar porque si no lo hago, en el siguiente asalto beso la lona.

Caaaaaaaalmaaaaaaaaaa, por favor.

Prisa mata, colega.

Que me conozco y si me paso de revoluciones no termino la semana.

Hay tres cosas que odio en esta vida:

  1. Las tareas
  2. La ironía
  3. Las listas

Pues bien, en contra de todos mis principios, Paula y yo hemos preparado una lista, larga, muy larga, de las cosas que tenemos que ir haciendo cada uno para ir tachando tareas.

Por el momento ya he sido capaz de tachar una, poco a poco, que oficialmente sigue siendo verano.

Pues todo esto para contarte que no estoy demasiado contento con la vuelta al cole y que ya no me hacen tanta gracia los mismos memes de todos los años.

Igual lo hago inconscientemente para tratar de ser diferente de los demás. Quizás es que, como te decía la semana pasada, este verano he visto reflejados esos veranos inolvidables de mi infancia en mis hijos y no quería que eso acabara o igual es que veo que me van quedando menos vueltas al cole y eso solo puede significar que, por mucho que lo intente, no puedo ralentizar el paso del tiempo.

Y mira que corro intentando escapar del paso del tiempo, pero no hay manera.

Hablando de correr.

Me queda justo un mes para mi gran reto del año. El GTP, 104 km corriendo por las montañas de la sierra de Madrid. 5000 metros de desnivel positivo, no sé cuántos puertos por caminos, vías y senderos repletos de piedras que se mueven a tu paso intentando desequilibrarte, raíces que tratan de zancadillearte, troncos en medio del camino que impiden tu paso y pequeños arbustos con alfileres por hojas que te raspan la piel a su paso.

Y todo eso pagando.

Llevo todo el año preparándome para este evento y por suerte, no he tenido ninguna lesión, así que he conseguido ser bastante constante. Hace ocho semanas comencé un entrenamiento específico con el objetivo de llegar lo mejor preparado posible a la carrera y por el momento, salvo un par de días, estoy cumpliendo escrupulosamente con el mismo.

Pero te tengo que confesar algo: empiezo a estar cansado. Solo me queda la última parte de esta ascensión, pero mi cabeza empieza a desear no tener la obligación que me he autoimpuesto.

Mira que soy raro, no digo diferente, digo raro.

La semana pasada sin ir más lejos, tuve uno de esos días en los que me salté el entrenamiento.

Bueno, más bien lo sustituí por otro que me apetecía más aún sabiendo que podía poner en riesgo toda la preparación acumulada.

Pero era por cumplir un sueño y a los sueños hay que perseguirlos siempre.

Te pongo en antecedentes.

Cuando yo empecé a jugar al fútbol 11 lo hice en un equipo de gente que, digamos, ya habían pasado sus mejores días como futbolistas. Tanto era así, que algunos de ellos empezaban a traer a sus propios hijos al equipo, siempre y cuando no les robaran el puesto.

Yo era muy joven para pensar en hijos, bueno, seamos realistas, yo era muy joven para pensar y muchos domingos aparecía con un par de horas de sueño y un olor a escocés que procuraba disimular juntándome con los más jóvenes del equipo que ni siquiera trataban de disimularlo.

A los pocos minutos del partido yo ya había sudado todo el whisky de la noche anterior de tal forma que. si exprimías un poco la camiseta, podías hacerte un combinado. Para esas alturas del partido las piernas empezaban a funcionar sin ningún tipo de resaca.

Bendita juventud.

Una de las cosas que más me gustaba era observar la relación de esos padres e hijos y desde entonces siempre he tenido el sueño de convertirme yo en el padre que da consejos a su hijo durante el partido.

El miércoles pasado recibí una llamada de mi amigo Víctor. La pretemporada del Sallema, el equipo en el que siempre jugué, empezaba y me invitaba a ir a jugar una pachanga con ellos.

En principio mi reacción fue de rechazo.

A ver si me voy torcer un tobillo o a hacerme una lesión muscular y por gilipollas me quedo sin poder correr la carrera.

Pero es que, entre que mi amigo tiene mucha labia y siempre me lleva por el mal camino y yo soy un débil de espíritu, acabé accediendo.

Y como mi hijo mayor está también empezando su pretemporada y si hay un balón de por medio se apunta a un bombardeo (¿a quién habrá salido este niño?), me lo llevé conmigo.

¡Qué sensación! Compartir equipo con él, jugar a su lado, verle con sus 15 años, competir y disfrutar contra señores que le doblan (por mucho) la edad y estar presente a su lado, para mí fue algo totalmente increíble.

Estaba cumpliendo un sueño y tanto él como yo lo estábamos disfrutando.

Él queriendo demostrar lo que lleva dentro y tratando de hacerlo lo mejor posible, no sé si para que yo pudiera sentirme orgulloso o simplemente para que él mismo pudiera sentirse orgulloso, y yo intentando mostrar algo de lo que algún día fui y que tantas veces le he contado.

Y además lo hacía con mis compañeros de equipo con los que he compartido tantas y tantas cosas durante los 25 años que jugué con ellos.

Me encantó el reencuentro con ellos, me encantó volver a ponerme unas botas de fútbol, volver a sentir la sensación de ver venir el balón rodando hacia a ti y saber perfectamente qué quería hacer (aunque mis piernas ya no lo tenían tan claro) y sobre todo la sensación de fijar la mirada en los ojos de mi hijo y mientras le presionaban para intentar quitarle el balón, acercarme hacia él para que supiera que le estaba apoyando y que hiciera lo que hiciera o haga lo que haga, siempre estaré ahí para apoyarle.

Mira que soy raro, no digo diferente, digo raro.

De esta manera, el jueves pasado, tachaba uno de mis sueños de la lista de sueños sin cumplir y como cada uno sueña como quiere, y quiere como sueña, he apuntado uno nuevo en esa misma lista:

Correr con mi hija una carrera de montaña. Para este únicamente tengo que seguir corriendo ocho años más.

¿Estarás por aquí cuando cuente que lo he logrado?

La canción de hoy es total y completamente para mi hijo mayor, sin él no hubiera podido nunca cumplir mi sueño porque

Vos sabés
Que a veces hay desencuentros
Pero cuando hay un encuentro
De dos almas, trae luz

Vos sabés
Que cuando llegaste
Cambiaste el olor de mis mañanas

PD. No me deja compartir el video porque salen mamás alimentando a sus hijos. Yo no me lo perdería.

Vos sabés
Cómo te esperaba
Cuánto te deseaba
No, si vos sabés

Vos sabés
Que a veces hay desencuentros
Pero cuando hay un encuentro
De dos almas, trae luz

Vos sabés
Que cuando llegaste
Cambiaste el olor de mis mañanas
No, si vos sabés

Vos sabés
El día que tu madre vino
Me dijo, con ojos mojados
Que ibas a venir

Cuando el doctor dijo: «señor
Lo felicito, es un varón»
¿Cómo poder explicarte?
¿Cómo poder explicártelo?
El amor de un padre a un hijo
No se puede comparar
Es mucho más que todo
No, si vos sabés

todo, todo, todo, todo, es el amor
(Vos sabés) en la calle, en la familia, codo a codo
(Vos sabés) cómo cambia la vida
(Vos sabés) no me quedo nunca más solo, solo

Los observo
Mientras tu madre te mece
Y me hace sentir fuerte
Mirarte crecer

La emoción que llevo dentro
Comparto en este cantar
Con los que miran al frente
De noble corazón

Cuando el doctor dijo: «señor
Lo felicito, es un varón»
¿Cómo poder explicarte?
¿Cómo poder explicártelo?
El amor de un padre a un hijo
No se puede comparar
Es mucho más que todo
No, si vos sabés

todo, todo, todo, todo, es el amor
(Vos sabés) con el tigre en la familia, codo a codo
(Vos sabés) cómo cambia la vida
(Vos sabés) no me quedo nunca más solo, solo

nunca más solo
(Vos sabés) mira ese par de pibes lindos, lleva el cabezón
(Vos sabés) un bandoneón y un contrabajo, en el corazón
Anduvo sobre el perro

Vos sabés (eh-oh, eh-oh)
Y ahora es un campeón (eh-oh, eh-oh)
(Vos sabés) yo no me quedo nunca más solo, solo, solo, solo (eh-oh, eh-oh)
(Vos sabés) dejame que te mire tus ojitos mojados de niña (eh-oh, eh-oh)
De tanto llorar (eh-oh, eh-oh)

Vos sabés (eh-oh, eh-oh)
(Vos sabés) todo, todo, todo, todo, es el amor
(Vos sabés) con el tigre en la familia, codo a codo
Vos sabés (eh-oh, eh-oh)

2 comentarios en «Vos sabés. Los Fabulosos Cadillacs»

  1. Esos carteles y farolas deben estar repartidos por varios municipios. A mi me toca doble (recibir y dar) y me están dando unos cuantos uppercuts importantes. En octubre hay retirada de carteles para dar entrada a los de “ya empieza la Navidad”.
    Gran lección Marcos: “no te pierdas momentos por si..” a veces no vuelven

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