La técnica es lo más importante. Has tenido que hacerlo millones, pero millones literal, como dicen ahora, para poder dominar la técnica de pelado.
La coges con dos dedos, y colocas la punta entre los dientes incisivos. Aprietas ligeramente con la fuerza justa. Si te pasas de fuerza, la cascara astillada se mezcla con el fruto interior y normalmente te toca escupirla porque no hay manera de separar una de la otra. Si te quedas corto de fuerza, simplemente no accedes al tesoro dentro de la cáscara.
Una vez has abierto correctamente y con la presión adecuada y has separado la parte inferior de la superior, viene la parte más delicada.
Giras ligeramente los dedos para darle a la lengua el mejor ángulo de entrada y con un rápido movimiento de la misma, como si fueras un camaleón, sacas el fruto y lo trituras entre las muelas. Dos o tres aplastamientos son suficientes para tragarlas y empezar de nuevo el movimiento con una nueva pipa.
Así una y otra y otra y otra…
Podría rellenar el texto de hoy simplemente con esta palabra, “y otra”, porque el vicio es irrefrenable.
Siendo niños, adolescentes, jóvenes imberbes, universitarios y recién estrenados trabajadores, pero aún bajo el techo y la protección de nuestros padres, siempre hubo en casa una gran afición por comer pipas.
Nunca fuimos de grandes lujos, aunque ahora comprendo que el simple hecho de dar de comer a seis, de vestirles, de comprar libros, material escolar, abonos transportes, y tener un techo y una cama calentita (bueno en invierno no es que fuera especialmente calentita), etc, ya era un lujo que muchos años después empiezo a valorar en su justa medida.
Como te decía, no éramos de grandes lujos, pero cuando los video clubs eran negocios boyantes…
Antes de que siga, y como me debo a mi público, para los más jóvenes explicaré qué era eso de un video club. Para hacértelo más comprensible, querido lector nacido después del 2000 (Si hay alguno, ¡manifiéstate!), te diré que antes de que Netflix estuviera dentro de tu tele, existían plataformas físicas para poder ver los últimos estrenos del cine.
Era un lugar, una tienda, ibas, veías que películas tenían disponibles en formato VHS al principio y DVD un poco más tarde, lo alquilabas, te lo llevabas a casa, veías la película y al cabo de un par de días, devolvías la peli. Es lo mismo que haces tú actualmente, pero saliendo de casa e interactuando con personas.
¡Qué cosas había en aquella época!, ¿verdad?
De locos. Y ahí no queda eso. No solo podías alquilar una o dos películas, sino que además podías comprar refrescos, helados, chuches, palomitas, como si estuvieras en el cine.
¡Me vas a decir ahora que no era algo moderno!
Bueno, el caso es que los viernes por la tarde, íbamos al video club con mi padre y después de alquilar dos o tres películas, una vez superadas las discusiones con hermanos y hermanas, la siguiente parada obligatoria era la tienda de frutos secos.
Allí mi padre compraba pipas a granel. Nada de bolsitas de 150 gramos que te cuestan un dineral y te duran un suspiro. Verdaderos bolsones de pipas. Medio kilo, un kilo, eso son muchas pipas, las suficientes como para que cada uno de los seis hermanos hayamos hecho un máster de pelar pipas y seamos auténticos expertos en ese arte.
Al llegar a casa, nos sentábamos a ver la peli hacinados en el suelo del salón a los pies del sofá que ocupaban mi padre cómodamente tumbado con los pies en una pequeña silla y mi madre junto al otro reposabrazos del sofá.
En el centro del mismo, varios periódicos que terminaban mezclando los goles del Buitre con los escándalos de Filesa y el “te pego leche” de un loco vestido de Superman, ocultaban el verdadero color del sofá. Sobre estos, siempre el mismo cenicero circular de color dorado que rápidamente acababa lleno de cáscaras de pipas y colillas de Malboro.
Y allí pasábamos la vida perfeccionando el difícil arte del pelado de pipas y el más difícil arte del roce familiar.
— “Hay que vaciar el cenicero”
— “Vale, pero no me quites el sitio”
Cuando volvías, con un poco de suerte, conservabas el sitio, pero el cojín ya había cambiado de manos o de cabeza mejor dicho.
Probablemente esas millones de cáscaras han aportado más a nuestra familia que si hubieran sido millones de pesetas.
¡No me digas que también tengo que explicarte eso de las pesetas, bro! ¡Contigo no me renta escribir!
Esas cáscaras afianzaron lazos y fortalecieron nuestra propia cáscara familiar que llegó a hacerse irrompible. Por mucho que alguien quiera apretarnos con sus dientes, no va a conseguir abrir ni una grieta.
¿A que venía todo esto?
Maldito TDHA, todo esto tenía una relación con lo que quería contar hoy.
Voy a comerme unas pipas a ver si me acuerdo.
¡Mierda!, se las ha llevado Jara. Parece que esto pasa de generación en generación.
Disculpa, ha habido una interrupción. Son las 20:00 y empiezan a exigirme su cena. Parece que las pipas no les han saciado.
Yo sigo sin acordarme. Quizás después de la cena me vuelva. Si no es así, tendré que intentar salir de ésta airosamente cómo pueda.
Así no hay quien avance….acaban de llegar los perros a exigir también su ración de mimos y no les vale un no por respuesta. Te ladran, te ponen la pata en el brazo, se te suben encima, te miran con cara de pena con las orejas gachas. No puedes librarte, estás perdido.
No voy a luchar contra ello. Nos vemos en un par de horas. ¿Habré recordado algo? Tendrás que seguir leyendo.
Hoy hemos cenado salchipapas. La idea fue de la pequeña y a mi me pareció perfecto. Ya sé que no es la más sana de las cenas y que siempre acaban pinchando las patatas del plato de al lado solo para fastidiar, pero es una cena fácil, más o menos rápida y encima que no he tenido que pensar yo.
Y como no he tenido que pensar nada, he usado esa memoria RAM que no estaba utilizando para recordar porqué te he dado tanto la chapa con el tema de las pipas.
Y, oh sorpresa!, lo he conseguido.
A ver por dónde salta este ahora, estarás pensando.
Pues sí, no es ninguna reflexión esencial ni tengo ninguna frase que te vaya a cambiar la vida. Bastante tengo yo con intentar cambiar un poco la mía.
Bueno, que me desvío. Antes de empezar a escribir, normalmente, no siempre, tengo una idea pululando por mi cabeza y poco a poco la voy asentando persiguiendo cada palabra con aliento, hasta que al fin, se rinde alguna para mí.
Hoy sin embargo, no sabía como empezar, no era capaz, todos los comienzos acababan cayéndose por el precipicio de la segunda línea, así que me he puesto a comer pipas y a mirar por la ventana con la cabeza ligeramente mirando hacia arriba, ya sabes.
Ahí ha empezado todo.
Le peor de todo es que ya llevo tres páginas y todavía no te he hablado de nada en concreto, ni siquiera de la canción.
Voy a ser breve, que como siga así, el que vas a necesitar un par de horas de descanso vas a ser tú.
Esta semana estoy solo en casa.
Más bien, estoy solo frente a las obligaciones de la casa, Paula está en Barcelona y me toca tomar todos los mandos. Hay muchos botones de colores parpadeando en el panel de control, pero intento centrarme en los básicos.
Por el momento no ha saltado ninguna alarma y no hemos tenido que salir corriendo de casa, así que ni tan mal.
El caso es que, volviendo de dejar a las niñas en el cole, un vecino y amigo (también tengo vecinos enemigos, para que veas que no soy perfecto) me ha dicho:
—¿Qué? ¿Estás de Rodriguez, no?
Ahí se me ha encendido la luz. De repente dos neuronas desconocidas que parecían moverse en distintas direcciones y sin un destino claro, se han mirado, se han gustado y las muy cochinas se han puesto a frotarse en medio del camino, tanto, tanto que ha saltado la chispa.
La canción de hoy va a ser de Los Rodriguez.
Recuerdo con claridad meridiana la primera vez que escuché a Los Rodriguez. Era un viernes noche, y vestía unos vaqueros y una camisa elegante. Por aquel entonces era más importante para mi parecerme a los demás que mi propia comodidad. Lo reconozco, eso duró unos años, pero acabé superándolo.
Mis amigos y yo fuimos al CARAY, un bar discoteca, y mientras tomábamos nuestra medicación para combatir la vergüenza crónica, comenzó a sonar una canción.
Ahí vamos
Yo no la reconocía, pero inmediatamente todo el bar se llenó de una energía desconocida para mí, y en cuanto el cantante empezó con la primera estrofa, todo el bar al unísono le siguió con una precisión que llamó mi atención.
Déjame atravesar el viento sin documentos
Me impresionó. No sé si la canción o lo que provocaba en esos jóvenes intoxicados por la música, las hormonas y el alcohol, pero me impresionó.
Yo también quería saberme esa canción y cantarla cubata en mano con todos mis compañeros.
Y me la aprendí, esa y muchas otras del grupo.
El segundo recuerdo asociado a la banda también pervive en mi memoria con claridad meridiana. Recuerdo hasta casi la fecha. Era finales de verano, mes de septiembre, probablemente la segunda semana, fiestas de Majadahonda. Concierto gratuito de Los Rodriguez.
Poco tiempo antes había conocido a la hermana de una amiga de mi hermano. Una morena con ojos verdes que me hipnotizaron desde la primera décima de segundo.
El día del concierto volví a verla y sin saber bien cómo ni porqué, se vino conmigo al concierto. No podía creer la suerte que había tenido y sobre todo no podía creer que quisiera venirse conmigo al concierto.
Allí estuve, todo el concierto esperando a que ella se lanzara.
No te lo vas a creer, pero no pasó nada. Así de estúpido era.
Yo creo que era algo físico incontrolable. En presencia de unos ojos como aquellos se activaba la fábrica de chorradas y chascarrillos con una producción incontrolada, pero a su vez, la fábrica de valor y arrojo cerraba todas las puertas a cal y canto, se detenían completamente las máquinas y se colgaba el cartel de “Cerrado por acojones”.
El tercer recuerdo dejó de ser un recuerdo hace tiempo porque sigue formando parte de mi realidad. Compartimos clase en la universidad, conciertos, viajes, experiencias vitales, confesiones, penas, alegrías, abrazos, bailes y vida.
Él era un gran seguidor de Los Rodriguez y después de Andrés Calamaro y me es imposible separar sus canciones de sus recuerdos. No solo me es imposible, sino que, además, nunca querría hacerlo porque esa música me ayuda a valorar la suerte que he tenido de encontrarme con gente con la que echaría a volar con un solo paracaídas.
Al final, esa ha sido siempre mi intención con estas canciones que te cuento y te canto cada semana, que me dejes atravesar el tiempo sin documentos, que lo haré por el tiempo que tuvimos.
Ahí vamos
Déjame atravesar el viento sin documentos
Que lo haré por el tiempo que tuvimos
Porque no queda salida, porque pareces dormida
Porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida
Quiero ser el único que te muerda la boca
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar
Déjame que te cierre esta noche los ojos
Y mañana vendré con un cigarro a la cama
Porque no tengo más intenciones que seguir
Bebiendo de esta copa que no está tan rota
Quiero ser el único que te muerda la boca
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar
¡Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque en esta vida no quiero pasar un día entero sin ti
¡Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque mientras espero, por ti me muero y no quiero seguir así, uh-uh, uh
Déjame atravesar el viento sin documentos
Que lo haré por el tiempo que tuvimos
Porque no queda salida, porque pareces dormida
Porque buscando tu sonrisa estaría toda mi vida
Quiero ser el único que te muerda la boca
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar
¡Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque en esta vida no quiero pasar más de un día entero sin ti
¡Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque mientras espero, por ti me muero y no quiero seguir así
Quiero ser el único que te muerda la boca
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar
Ay, quiero ser el único que te muerda la boca
Quiero saber que la vida contigo no va a terminar
Porque sí (porque sí)
Porque en esta vida no quiero pasar más de un día entero sin ti
Porque sí (porque sí)
Porque mientras espero, por ti me muero y no quiero seguir así
Cómo cada semana ¡Tremendo!
Ya sé qué regalaros por Navidad 😎
Otra canción que conozco!!! Y es que las pipas unen mucho. Ese vicio también era nuestro, no puedo decir si por contagio o propia iniciativa.
Todavía tengo en casa vuestro primer aparato de video! Pieza de museo total.
Búa!!!!¡ Cuántos recuerdos me traen tanto las pipas como la canción!
Robar un puñadito de pipas cuando padre se levantaba… ¡era lo más! , comer pipas en la esquina de Encarnita, compartir pipas en el sofá…
Pipas+ canción de los Rodríguez….muy top!!! (Ya sé que no te gusta utilizar palabras en inglés pero encaja a la perfección).
Es que Fits que te cagas!
Grande Marcos