Je ne regrette rien. Edith Piaf

Un manto de nubes grises, finas y suaves teñía el cielo de la Ciudad Universitaria impidiendo a los implacables rayos del sol de julio recalentar nuestras ideas.

El concierto de los Gipsy Kings en el Botánico era el motivo de deambular por las vacías calles del paraninfo.

Enseguida dimos con la cola de acceso al recinto. Gracias al cielo que estaba nublado porque de lo contrario, los quince minutos de espera en la cola, hubieran supuesto un auténtico calvario.

Después de reconocer el terreno y de sorprenderme con lo bien organizado que están “Las Noches del Botánico”, nos detuvimos en uno de los bares y pedimos una copa.

No sé mi hermano, pero yo llevaba sin pedir una copa en un bar una cantidad de años que prefiero no contar para seguir pensando que estoy hecho un chaval.

Apoyados en un murete, saboreamos nuestras bebidas mientras hacíamos tiempo para que llegaran los refuerzos; unos amigos de mi hermano del equipo de rugby.

¡Cómo disfrutó mi hermano esos años de jugador de rugby!

Creo que puedo decir sin miedo a equivocarme que fueron los mejores años de su vida hasta que un esguince de corazón, un hastío profesional y una necesidad de encontrarse a sí mismo le hicieron meter su vida en su coche y largarse en busca de una mejor vida sin mirar atrás.

Podría haber sido perfectamente el protagonista de una canción de Bruce.

Poco a poco el recinto se iba llenando y pocos minutos antes de que empezara el concierto nos encontramos con nuestros acompañantes de esa noche.

Viejos rostros perfectamente reconocibles pero esculpidos con el fino cincel de los años, las obligaciones y las risas. Canas que ya habían conquistado la totalidad de los sueños de juventud y risas que permanecían exactamente iguales que en la época en la que era capaz de pedir varias (lo dejaremos en varias para no dar demasiadas pistas) copas en una misma noche.

No hay como compartir espacio, vivencias, música, tinto de verano y alguna cosita más para experimentar un rejuvenecimiento inmediato, y además sin desentonar por la fecha de nacimiento con el resto de asistentes.

La vieja guardia sigue activa y eso es un hecho.

¡FACTO! Como diría ahora mi hijo Unai.

Y aunque parecía que todo indicaba que, a pesar de los años, todo seguía igual, rápidamente pude darme cuenta que no era así.

Al menos para mí.

Los colores del atardecer madrileño, la música que rememoraba noches que se convertían en días, y los efectos del dulce ron, se confabularon en mi contra o quizás en mi favor para canalizar mis pensamientos hacia un lugar al que sabía que algún día llegaría.

Debería dejar varios espacios aquí, porque desde que comencé a escribir la canción de hoy han pasado ya unos cuantos días.

Entre medias un viaje a Portugal con mi primo a trabajar y a visitar el templo romano de Évora después de una cena en la que el vino se encargó de rememorar viejas historias y alguna que otra confesión que sólo el zumo de los dioses podía verter en esa copa compartida.

No sé si la herencia genética actúa de igual manera en nosotros dos concretamente o es que el género masculino es así por naturaleza, el caso es que sienta muy bien, de vez en cuando, mostrar nuestros miedos y alguna que otra herida escondida, y aunque mañana mismo me arrepienta de estas palabras, deberíamos hacerlo más a menudo.

El siguiente viaje no se ha hecho esperar y tras un fin de semana tranquilo, vuelta al coche en dirección a los juegos olímpicos para quedarnos cerca de la ciudad de Orleans a menos de una hora de la capital francesa.

Nosotros no vamos a salir en las noticias, pero también nos esforzamos y trabajamos cada día para llegar Citius, Altius, Fortius.

Hoy martes día 30 de julio, después de soportar todo el día una canícula que nuestros vecinos franceses no saben por dónde les viene, he sacado un ratito después de cenar para retomar el tema de hoy.

No tiene mucho que ver, pero desde mi ventana puedo observar cómo se acerca la tormenta refrescando la candente campiña francesa necesitada de un poco de frescor después de haber sido abrasada durante días por un sol implacable.

Las tierras parecen una manta hecha a retales de colores amarillos, marrones, ocres y algunos rectángulos verdes y los rayos que cruzan el cielo le dan un color aún más vibrante.

Tengo un ojo en el teclado y otro en la ventana e imagino que quizás algunos de los grandes escritores franceses, alguna vez, disfrutaron de estas mismas vistas mientras escribían sus obras maestras.

Os podrá parecer que estoy divagando demasiado hoy. No os falta razón, el vino blanco de la ribera del Loira que ha acompañado a la ensalada de la cena, es sin duda, el culpable de ello.

Non, je ne regrette rien

Intentaré centrarme que si no esto puede ser o muy largo o casi imposible de entender.

Rebobinemos un momento para situarnos de nuevo en el punto de partida.

Concierto de los Gipsy Kings, un poco de lolailo, lolailo en cada canción que facilita que el público, aunque no se sepa la canción, coree todos los estribillos y se arranque a bailar sacando el duende que todos tenemos dentro.

Eso provoca sonrisas, abrazos, miradas cómplices, ojos felices y palmas y más palmas cada una siguiendo su propio compás, sus propias necesidades y su propia forma de expresarse.

Solamente esa estampa merece la pena. Todos los que allí estábamos uníamos nuestras manos y nuestras gargantas para gritarnos una sola consigna los unos a los otros, para decirnos y para decirte a ti también, que cada día te quiero más.

Entre medias, como os adelantaba hace un rato, un pensamiento empezó a destacar entre la marea de reflexiones e ideas que sobrevolaban mi cabeza.

Mientras disfrutaba de las guitarras, como siempre hago, me gustaba observar a la gente e imaginar sus vidas y sus pensamientos. Eso, como ya sabéis, no es algo nuevo, pero esta vez era diferente porque los miraba con ojos de escritor.

Joder, cuanto me ha costado decir esto y realmente sigo sin estar demasiado seguro de si he elegido bien la palabra.

Ya no solo imaginaba su vida o sus conversaciones, imaginaba cómo las plasmaría en el papel, cómo describiría a esa mujer, probablemente madre, que agitaba sus palmas y sus brazos mientras taconeaba siguiendo el ritmo de las canciones o a aquel hombre de pelo canoso, incapaz de dar dos palmas seguidas siguiendo el compás porque en realidad era su sonrisa la que lo seguía plenamente.

De repente me di cuenta de que ya no era capaz de observar lo que me rodeaba sin pensar en las historias que me inspiraban y en cómo las contaría.

Es una sensación extraña, ¿podré volver a mirar la vida como la hacía antes? ¿Quiero realmente volver a hacerlo?

Quizás me esté convirtiendo en una especie de obsesivo compulsivo o quizás es que todos lo seamos cuando encontramos lo que nos motiva en esta vida.

Me temo que son preguntas que tardaré todavía tiempo en contestarme, quizás tú, que me ves desde otro punto de vista, tengas las respuestas más claras.

Si es así, estaré encantado de escucharte a ver si entre los dos conseguimos darle algún sentido a todo esto.

Debería acabar hoy con una canción de los Gipsy Kings, sería lo suyo, pero como el que elijo soy yo, y además quiero meterme ya en la cama que estoy muy cansado pondré otra que llevo tiempo queriendo poner y no se me ocurre un momento mejor ambientado que este.

Va particularmente para la primera persona que me animó cuando le conté mi proyecto de escribir, que me corrigió y me sirvió de ejemplo cuando empezaba, que me enseñó a hacer lo que nos dicta el corazón en cada momento y a no arrepentirnos de las cosas que hacemos con amor.

Y por supuesto también va para ti, que me lees bajo una sombra para resguardarte del calor o para esconder tus emociones, porque hoy mi vida, comienza contigo.

Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Ni le bien qu’on m’a fait
Ni le mal
Tout ça m’est bien égal
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
C’est payé, balayé, oublié
Je me fous du passé

Avec mes souvenirs
J’ai allumé le feu
Mes chagrins, mes plaisirs
Je n’ai plus besoin d’eux
Balayé les amours
Avec leurs trémolos
Balayé pour toujours
Je repars à zéro

Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Ni le bien qu’on m’a fait
Ni le mal
Tout ça m’est bien égal
Non, rien de rien
Non, je ne regrette rien
Car ma vie
Car mes joies
Aujourd’hui
Ça commence avec toi

No, nada de nada
No, no me arrepiento de nada
Ni del bien que me hicieron
Ni el mal
No me importa
No, nada de nada
No, no me arrepiento de nada
Está pagado, barrido, olvidado
No me importa el pasado
Con mis recuerdos
Encendí el fuego
Mis penas, mis placeres
Ya no los necesito
Barrí los amores
Con sus trémolos
Barridos para siempre
Empiezo de nuevo
No, nada de nada
No, no me arrepiento de nada
Ni del bien que me hicieron
Ni el mal
No me importa
No, nada de nada
No, no me arrepiento de nada
Por mi vida
Por mis alegrías
Hoy
Empieza contigo

7 comentarios en «Je ne regrette rien. Edith Piaf»

  1. Eres un escritorazo. Ale, punto pelota.
    Ojalá me hubiese teletransportado a ese concierto con vosotros…iovi iova!

  2. Qué bueno volver a leerte, amigo, y qué buen resumen de lo que es el verano y en particular las vacaciones: revivir sensaciones y recuerdos que el resto del año tenemos en el desván de nuestra mente junto a los bañadores, las toallas de colorines y la sombrilla. Y divagar, saltar de una cosa a otra sin solución de continuidad como si de nuevo tuviéramos todo el tiempo del mundo para experimentar y soñar, para ser quienes somos en el fondo y construir sin ningún esfuerzo lo que aún podemos y queremos ser.
    Y el tema del día, ah, qué tema… Creo que no hay canción en el mundo que sea una mejor crónica de amor y dolor y a la vez una apasionada y arrolladora declaración de intenciones, un testamento vital que reivindica nuestro derecho a sacar la cabeza de nuestras propias cenizas y a poner el pie sobre ellas para impulsarnos al mismísimo infinito.
    Gracias; no como siempre, sino más. ¡Abrazos!

  3. Si te sirve de algo mi comentario te diré que me encantan tus escritos y que me emocionan cada día más. Creo que te vas superando a ti mismo y que tienes madera de escritor. No lo dejes!!.
    Me sorprende y me gusta mucho este Marcos que nos estás dando a conocer. Ánimo y adelante!!. Un besazo

  4. Las confesiones siempre son buenas y alivian el alma. A veces por inconfesables (valga la redundancia señor escritor), otras porque estrechan vinculos y podemos dejar de mirarnos como bichos raros.
    Elucubraciones aparte, la canción me ha transportado hasta tu abuelo Pepe. Su buen acento francés, el oído qué tenía (para nada heredado por mí) para captar la música, su sillón preferido, el tocadiscos regalo de la abuela Rosa… Todos son recuerdos que jamás olvidaré… Cómo dice otra canción, está vez de Julio Iglesias.

  5. MenKanta a mí también. (Me ha gustado la palabra). He entendido perfectamente lo que dices que ahora miras como un escritor. Verás, yo que nunca he pintado, desde que lo hago, veo las sombras de las cosas, antes no. Veo los árboles y los individualizo, antes todos era altos y con hojas verdes. Esta nueva sensación que tienes ahora, nos la has descrito fenomenal. No sé lo que tienes cuando escribes que casi siempre echo una lagrimita. Creo que es porque nos llegas al corazón. ¡Animo Marcos!

  6. Pues yo desde mi humilde opinión creo q tu cerebro ha hecho “un click” o unos cuantos en este proceso de escribir cada semana o cada día , q es un aprendizaje continuo y que por eso no vas a mirar a nadie de la misma manera sino que vas a ir mucho más allá . Llámalo un TOC o como quieras 😜 pero gracias por compartir!

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