Hoy no quiero hablaros de mí. Hoy os quiero contar la historia de una persona que conocí hace mucho tiempo. Casi tanto tiempo que no puedo recordar exactamente cuándo fue.
John era hijo de un pianista de jazz escocés, Steve O´Boto, que en sus conciertos siempre guardaba una pequeña petaca con el liquido dorado añejado en barricas de roble que le recordaba a sus amadas Highlands y que, además le rebajaba su natural timidez para poder tocar desinhibidamente.
Una noche de concierto en el Sacromonte en Granada, Steve, embriagado por la luz y la magia del lugar a los pies de la Alhambra, y por su vacía petaca, conoció a Carmen cuyo padre contaba historias de juegos infantiles dentro de la fortaleza cuando era propiedad de la maleza y refugio de enamorados en busca de intimidad.
De esa extraña mezcla nació mi amigo John que vivió sus primeros años de ciudad en ciudad acompañando a sus padres de concierto en concierto. John conoció con apenas cinco años la mayoría de los países de Europa, algunos del norte de África y Argentina, donde su padre estuvo de gira durante tres meses.
John conoció muchísima gente y convivió con diferentes culturas desde muy pequeño, lo cual le dió una visión del mundo distinta a lo que estaba normalizado y comúnmente aceptado.
Un humo especialmente denso nos unió en el mirador de San Nicolás y en ese momento, mientras me contaba su emocionante vida, nos hicimos amigos para siempre.
A pesar de lo que pudiera parecer por sus profesiones, sus aventuras y su mente abierta, los padres de John tenían un pensamiento más bien conservador que fue inculcado junto con el amor a la música en el pequeño John.
Quizá el contraste entre lo que veía y lo que escuchaba de sus padres fuera lo que le hiciera empezar a interesarse por la política.
Sin embargo, esas primeras enseñanzas paternas quedaron bien grabadas en su pensamiento y tardó mucho tiempo en sentir la necesidad de sacudirse todas esas ideas, no por erróneas, si no porque no eran suyas.
El color azul y unas aves marinas fueron sus predilectos durante tiempo. Era lo que había aprendido en casa, eso y a apoyar incondicionalmente a los Celtics de Glasgow.
A medida que iba adentrándose en la edad de trabajar, fue dejando de lado sus inquietudes políticas, él estaba más centrado en su trabajo y cualquier cosa que le distrajera era automáticamente rechazada.
Dibujar comics era su profesión y mi amigo John era brillante. No solamente eran sus dibujos, que desprendían una personalidad y un estilo únicos, John sobre todo destacaba por sus historias, sus intrigas, sus misterios y sus amores imposibles.
En cuanto comenzabas a leer uno de sus comics te arrastraba a su mundo y no te dejaba salir hasta que lo habías acabado. Tuve la suerte de ver crecer su talento y aún guardo uno de sus primeros trabajos firmado justo encima del surco que dejó una lata de cerveza, Mahou, por supuesto.

John era divertido, algunas veces alocado, y tenía una gran confianza en sí mismo principalmente cuando se trataba de defender alguna causa justa o de denunciar algún abuso. No era ningún defensor de causas perdidas, sabía seleccionar sus causas y trabajar por ellas. El problema era que normalmente sus causas no eran ni siquiera parecidas a las del resto de la gente.
Él mismo me solía comentar, alguna vez que vaciaba la petaca de su padre y la suya propia, yo no soy un antisistema, decía siempre muy categórico, yo vivo en el sistema, pero procuro vivir en sus límites, intentando aprovechar la libertad de poder salir cuando lo necesite y de entrar para cubrir las necesidades más básicas. Siempre terminaba su discurso con un: ¡¡¡me importa tres mierdas de vaca peluda escocesa lo que piensen los demás!!!
Politicalamity
Como os adelantaba, sus inquietudes políticas fueron apagándose hasta que le tocó ser presidente de una mesa electoral. Los terribles acontecimientos acontecidos unos días antes que tuvieron a toda España pendiente de la estación de Atocha y a muchas personas desesperadas durante horas buscando a un amigo, a una novia o a un hijo, fueron el escenario en el que mi amigo John terminó de perder la fe en el sistema.
John recibió algunas pocas muestras de apoyo e incluso de admiración por atreverse a estar allí después de lo que había pasado y 85 euros. El resto de lo que aprendió aquel día tenía más que ver con el odio, la envidia, la ambición y la mentira.
No solo eso, sino la falta de opciones, de caras nuevas, de ideas nuevas, de maneras nuevas de afrontar los mismos problemas sin solucionar de siempre, fue lo que provocó su depresión política. Él no había tenido que aguantar 40 años de dictadura como a veces se quejaba su madre amargamente, él había nacido en un país bajo una dictadura ya en cuidados intensivos e iría creciendo prácticamente al mismo ritmo que la recién nacida democracia.
Cuarenta años después, John pensaba que la diferencia no era tanta. Antes era uno solo el que manejaba el cotarro y ahora había dos que se iban alternando plácida y consentidamente, aunque en público fueran como dos dóberman rabiosos ladrando y echándose espumarajos a la cara.
Pasaron unos años en los que estuvimos sin tener noticias el uno del otro y volvimos a vernos en la segunda mitad de la segunda década de este siglo. Parecía que se había vuelto a ilusionar, aunque los años y las situaciones vividas le habían tranquilizado los ánimos, seguía teniendo esa mirada brillante y esa facilidad para hacer chistes rápidos casi de cualquier frase que escuchara.
La gaviota estaba completamente empapada de chapapote metido en sobres y la rosa marchita empezaba a perder pétalos a una velocidad preocupante. Dos nuevos colores, el morado y el naranja iban llenando las calles de las ciudades y John tenía el convencimiento de que por fin llegaba lo que llevaba esperando tanto tiempo. Nuevas opciones reales.
John volvía a creer, no en una idea, en un partido o en una persona, John volvía a creer en la democracia. Sus ojos brillaban porque sabía que por fin se hablaba de llegar a acuerdos, de colaborar, de intentar construir juntos, de poner a la gente por encima de colores o siglas.
John estaba contento, los viejos dinosaurios estaban amenazados por dos meteoritos que venían a toda velocidad y que iban a cambiar todo tal y como se conocía hasta ese momento. El impacto de los dos meteoritos fue intenso y mucha gente se deslumbró ante el brillo de los mismos y se ilusionó como no lo había hecho nunca. Mi amigo John fue una de esas personas.
Las luces eran cada vez más intensas y una gran cortina de humo no dejaba ver bien lo que estaba pasando. Para sorpresa de muchos que se llevaban las manos a la cabeza, mi amigo John entre ellos, a medida que la nube de humo se iba disipando, los allí presentes descubrían con hastío que las siluetas de los viejos dinosaurios seguían en el mismo sitio y que las luces que tanto brillaban no eran más que un par de focos de algún estudio de televisión que un tiempo después serían abandonados en algún cuarto oscuro por orden de la avaricia.
Las luces se apagaron al mismo tiempo que se apagó definitivamente la fe de John. Había mirado a su idolatrada democracia a los ojos, la había tocado y la había amado para descubrir que detrás de su mirada y de sus bellas proporciones lo único que había eran hilos de marioneta tirados por dos viejos decrépitos, poder y dinero.
Esos viejos dinosaurios, en su natural evolución hacia las gallinas, hoy siguen repartiéndose, como hicieron hace más de cuarenta años, los mejores sitios del corral para asegurarse el grano y la sombra, mientras las goteras van pudriendo la estructura ya envejecida y nadie se atreve a ir a la parte trasera a limpiar la mierda que se acumula desde hace años.
El caso es que hace poco me encontré con John en un bar, yo estaba entrando y él estaba saliendo, fuimos adentro, nos sentamos y tomamos unas copas. Seguía con sus comics, sus historias y sus chistes y una profunda cicatriz en sus ideales que, como Frodo en presencia de los espectros, volvía a quemarle cada vez que se acercaba un periodo de elecciones y se hacía especialmente intenso si pasaba cerca de un colegio electoral.
Esos días prefería quedarse en casa viendo Stranger Things, leyendo, dibujando, escuchando música y tomando una copa para brindar por los pasados días de gloria.
No me parece ningún mal plan el de mi viejo amigo John O´Boto.
Wars ‘n rumors
Of wars, no one knows what for
Toys and soldiers
Deployed, on some foreign shore
Lords and rulers
Destroy, diplomatic rapport
Communists, dictatorships
Democracies, hypocrisies
Ask not what your country can do?
To a one world governmental zoo
Political, political
Politicalamity
It’s an-ar-chy
Political, political
Politicalamity
Rich ‘n poor
Salute your country’s colors
Less is more
When one oppresses the other
Pride ‘n power
Decorated upon collars
Donkeys, bears ‘n elephants
All paper-trained on parliament
Ask not what your country can do?
To a one world governmental zoo
Guerras y rumores
De guerras, nadie sabe por qué
Juguetes y soldados
Desplegados, en alguna costa extranjera
Señores y gobernantes
Destruyen, relaciones diplomáticas
Comunistas, dictaduras
Democracias, hipocresías
No preguntes qué puede hacer tu país
A un zoo gubernamental mundial
Política, política
Politicalamidad
Es una anarquía
Política, política
Politicalamidad
Ricos y pobres
Saluda a los colores de tu país
Menos es más
Cuando uno oprime al otro
Orgullo y poder
Decorado en collares
Burros, osos y elefantes
Todos los papeles entrenados en el parlamento
No preguntes qué puede hacer tu país
A un zoológico gubernamental mundial
Política, política
Politicalamidad
Es una anarquía
Política, política
Politicalamidad
Reconoceré que yo vote todavía a Ciudadanos aún estando en el ataúd. Para mí sí fue voto útil. Veremos en las próximas.
Recuerdos a Jhon
Es verdad!!! Tu nos acogiste en ese viaje por las Highlands!!!
Otra preciosa historia maravillosamente contada que pienso compartir, si me lo permites. ☺️
Casi tod@s, salvo los más forofos de un partido político concreto, entendemos esa frustración y ese hastío de la política actual. Y sin embargo, la democracia, con sus luces y sus sombras, es un gran logro de nuestra sociedad por el que hubo que luchar, dejando literalmente por el camino demasiada sangre, incontable sudor e infinitas lágrimas.
Nunca compraré la equidistancia, ni el «son todos iguales». Si no nos acaba de convencer ningún candidato, votemos al que menos nos disguste, pero votemos. Porque la democracia, aun con todos sus defectos (ni más ni menos que los del pueblo que la detenta), afortunadamente, NO es una dictadura por turnos de dos o tres tiranos. Tenemos libertad de expresión, tenemos derechos sociales y servicios públicos, tenemos una justicia a la que podemos acudir si alguien nos agrede o vulnera nuestros derechos.
Cuant@s más votemos, más y mejor representad@s estaremos y menos fuerza tendrán los extremos, los que más gritan, más insultan y más odio siembran, que son los que quieren dinamitar el sistema desde dentro y volver a las décadas más oscuras de nuestra historia.
Que la mayoría de los que aquí leemos y escribimos, por suerte para nosotros, no hayamos vivido los años del hambre, el dolor y el silencio no nos debe borrar la memoria colectiva, ni negarnos el derecho a exigir que la barbarie no se repita nunca más.
Nuestros padres y abuelos saben algo de todo esto, escuchémoslos.
Perdón por la «chapa», pero por favor, el domingo tod@s a votar, si no lo habéis hecho ya por correo. Nos jugamos mucho, siempre.
¡Gracias, Marquetes!
GRacias Alfon!!! Comparte todo lo que quieras!!!
Jonh O’Boto adora la democracia!!! Lo que le disgusta es ver qué en España no existe, que se trata de una partitocracia donde la democracia real no existe.
Existirá cuando se de la división real entre los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial. Y por ahora ni está ni se la espera.
Yo me siento muy identificada con Jonh, aunque los colores sean distintos.
A lo mejor si Jonh crease un partido llamado Jonh O’Boto, nos daríamos cuenta que la abstención es la gran ganadora… Y se podrían cambiar las cosas.
Qué maravilla de relato Marcos. Pues yo siempre he votado, no siempre a los mismos, pero si a los que mi corazon verde de los Pirineos más se ha acercado, he votado a los defensores de lo rural y del medio ambiente… En esta nos jugamos que un partido anacrónico ( de color verde, pero que no representa la naturaleza para nada) nos convierta de nuevo en imágenes en blanco y negro.
Gracias Marcos, siempre nos haces reflexionar. Besos