3. Siempre estás ahí. Barón Rojo

En el verano de 1981 ocurrió un evento que sin duda marcó mi vida y la de mis hermanos. Para quién no lo sepa, somos seis vástagos con poca diferencia de edad entre uno y otro. Antes de ese verano vivíamos en Plaza de Castilla justo detrás del desaparecido periódico “YA”. En aquellos años no podíamos salir mucho a la calle, simplemente por una cuestión de salud mental de mi madre, que cuidaba de todos nosotros como gallina a sus polluelos y sacarnos de paseo era para ella un momento de estrés máximo que procuraba evitar a toda costa. Ante esa imposibilidad de salir al exterior, convertíamos nuestras habitaciones en escenarios de guerras improvisadas con un saco, donde solíamos guardar los juguetes, dispuesto a modo de trinchera. Mis hermanas Camino y Arancha eran enfermeras (Blanquita era demasiado pequeña para esos juegos) mi hermano mayor era el general, mi hermano Luis siempre se pedía el perro que ayudaba a curar a los heridos y yo era un soldado raso a las órdenes de mi general. De esa guisa pasábamos las tardes ya que por aquel entonces no existían ni tan siquiera los videos para poder ver películas, así que o te inventabas tus propias películas o te ponías a ver a Julio Iglesias en el Programa de TVE “300 millones”. Menos mal que al menos teníamos a Mazinger Z y a su incomparable compañera Afrodita: ¡¡¡Pechos fuera!!!

Otra de las posibilidades para pasar el tiempo era ir a ver los partidos de “fútbol en pasillo” de mis hermanos. La cosa siempre empezaba igual: “¿Jugamos al fútbol?” preguntaba Manuel. “No, que acabamos peleando” respondía Luis. “Te prometo que hoy no nos peleamos” argumentaba de nuevo Manuel. No hace falta que os cuente cómo acababan esos partidos, con los dos peleándose como leones mientras yo avisaba a mi padre de que se había desatado la tercera guerra mundial en el pasillo y que todo tipo de objetos volaban como armas arrojadizas. La casa de Rafael Herrera es, sin duda, un lugar que siempre guardaré en mi memoria, porque representa mi más tierna infancia, porque allí creamos unos vínculos con mis hermanos que duran hasta hoy y porque, lo reconozco, a punto estuve de quemarla junto con mi hermana Arancha experimentando con una caja de cerillas (pero esto no se lo contéis a nadie).

Mi padre nos acercaba por las mañanas a casa de mi tío Manolo que nos llevaba a mis hermanos y a mis primos al colegio, ¿Me has traído el duro? Me preguntaba todos los días. Para el que no lo sepa de nuevo, un duro era una moneda de 5 pesetas. No sé muy bien cómo nos podíamos meter todos en un coche, unos encima de los otros. Probablemente yo iría sentado encima de mi primo Pablo que me sujetaba fuerte en las curvas y aunque en ese momento ninguno de los dos teníamos ni idea, volvería a hacerlo, ya de adultos, en las curvas de la vida.

Por las tardes volvíamos con mi hermano mayor en el 27, toda la Castellana desde Colón a Plaza de Castilla, trayecto que yo aprovechaba para echar una cabezadita encima de quien se sentara a mi lado, normalmente mujeres con abrigos suaves y blanditos, mientras mis hermanos miraban a otro lado avergonzados. También nos tocó hacer ese mismo trayecto a pie en una ocasión en que mi hermano mayor perdió el bonobús y nos pareció una idea estupenda subir toda la Castellana andando, al ritmo de mis seis o siete años, mientras nuestra pobre madre miraba por la ventana a ver si llegábamos de una vez. Lo hicimos ya de noche, felices de contar nuestra aventura después de un buen baño y mientras cenábamos un huevo pasado por agua.

El caso es que ese verano nos mudamos al Plantío, una zona en lo que entonces eran las afueras de Madrid y en la que mis abuelos, muchos años antes, habían comprado una casa de veraneo. Me alejaba aún más del cole, pero sin duda fue lo mejor que nos pudo pasar. El único punto negro de esa mudanza fue la pérdida de mi colección de clicks (ahora se llaman playmobil, pero son clicks). Recuerdo que tenía un tambor de detergente lleno hasta los topes de ellos y era mi tesoro más grande. Les perdí la pista y no volví a verlos. Pasaba las tardes metido en el garaje de casa, entre cajas apiladas, herramientas del jardín y muebles viejos, buscando desesperanzado mi tambor de clicks. Creo que el día que acepté que ya nunca los volvería a ver deje mi niñez atrás.

En la nueva casa me tocó compartir habitación con mi hermano Luis. Yo le seguía (y le sigo y le seguiré) en todo lo que hacía. Si él escribía una carta de amor a la chica que le gustaba, aun sabiendo que nunca se la daría, yo hacía lo mismo con la que me gustaba a mí. Si él empezaba a fumar a escondidas, yo lo hacía igual. Si él se escondía detrás de la puerta del salón a ver una peli, a pesar de estar castigados a no verla, yo me ponía con él. Pero, como le decían a Leroy en Fama: “¡La Fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor!” Algunos lo recordaréis y os echaréis una sonrisilla, para los demás solo una palabra: youtube.

Y vaya si me costó ganarme el privilegio de tenerle siempre a mi lado…

”Marcos, tráeme el agua”, ”Marcos, cierra la puerta”, ”Marcos, abre un poco que no se ve nada”, ”Marcos, apaga la luz”. Esta era la que más me fastidiaba. Yo siempre me acostaba antes que él, que se quedaba fingiendo que estudiaba. Cuando se cansaba se metía en la cama y me despertaba solo para que yo apagara la luz y…allí iba yo. Salía de la cama, bajaba de la litera, iba hacia la puerta sorteando la mesa hasta alcanzar el interruptor, apagaba y volvía a la cama totalmente a oscuras.  Mientras subía a tientas el segundo escalón de la escalera de la litera le escuchaba murmurar: “Antes de subir, pásame el agua que está en la mesa”. ¡Valiente cabrón! Otra jugarreta que recuerdo de manera totalmente cristalina es cuando yo conseguía dormirme antes. A eso de las 12 de la noche, cuando ya llevaba un buen rato dormido, él me despertaba y me decía. “Marcos, que te has quedado dormido, vamos que no llegamos al cole”. Yo me despertaba sobresaltado, bajaba corriendo de la cama, me vestía y bajaba a la cocina a prepararme el desayuno corriendo. Cuando llegaba ya vestido al salón y veía a mi padre viendo tranquilamente la tele, mi cerebro ataba cabos y comprendía que me la había vuelto a jugar. Lo peor era subir de nuevo a nuestra habitación mientras escuchaba la risa descontrolada de mi hermano. Os podéis imaginar la tortura que era eso día tras día. Así que no me quedó más remedio que desarrollar un sistema que anulara su poder y fue cuando comencé a ponerme música en los cascos para dormir y para no escucharle. La cinta que andaba por casa en esos momentos era el Metalmorfosis de Barón Rojo, ese disco fue mi nana para dormir durante los terribles años de poder del malvado Pochóngolas (es el nombre que le han puesto mis hijas a su tío Pichi).

En ese disco había una canción que recuerdo con nitidez. Siempre estás ahí. Por aquella época todavía no había ido nunca a ningún concierto y no podía entender a qué se refería, pero aun así, se convirtió en un clásico que, incluso hoy, después de muchos, muchos conciertos vividos, me pone los pelos de punta. La canción tiene una clara influencia de Led Zeppelin e incluso de la primera etapa de Scorpions. Me encanta como describe la sensación de estar de gira, carreteras, hoteles, ciudades, pero siempre con esa necesidad de conexión con el público, de ser capaz de hacer feliz por un momento, aunque sea fugaz, a alguna persona. Esa capacidad es algo que siempre he envidiado de los artistas. Momentos de felicidad maravillosa que yo mismo he vivido en multitud de ocasiones en conciertos, abrazos infinitos con amigos del alma, lágrimas al escuchar una canción o locura total y sensación de no tener los pies en el suelo y de moverte con la marea humana que sigue el ritmo frenético de los acordes de Angus. La primera vez que escuché hablar de esa sensación fue en esta canción y algunos años después, mientras asistía a mi primer concierto, Scorpions teloneados por Vixen, comprendí exactamente el significado de la misma. Y me parece a mí que, no haber tenido alguna vez esa sensación de felicidad absoluta en un concierto en vivo o no haber cantado a voz en grito abrazado a tus amigos, debería estar prohibido por todos los médicos, psicólogos y psiquiatras del mundo.

Y en un salto mortal adelante con doble tirabuzón nos plantamos, unos 30 años después, mis hermanos y yo en la plaza de las Ventas para ver a Barón Rojo, Asfalto, Ñu, Coz y Topo. Después de tanto tiempo y de una sola sentada, conseguí ver en directo a los protagonistas de la canción de esta semana y de la siguiente…pero para eso tendréis que esperar siete días más.

Llegó el final, cesó el clamor

la magia se desvaneció

tus ojos siguen fijos sobre mi

La fría luz de un pabellón

sobre un mar de cristales rotos

y un náufrago se ahoga en un rincón

Y mi hogar vuelve a ser

en cualquier lugar cualquier hotel

dejo atrás la ciudad

dime tu esta noche ¿a dónde irás?

La actuación me hace vibrar

y el escenario es un volcán

que brama con sonido atronador

Bañado por sudor y luz

te busco entre la multitud

porque yo sé que siempre estás allí

Y mi hogar vuelve a ser

en cualquier lugar cualquier hotel

dejo atrás la ciudad

dime tu esta noche ¿a dónde irás?

Descenderás al reino de la oscuridad

sigue buscando una «escalera al cielo»

dime si habrá alguien que te espere

o simplemente mientras te duermes

los ojos de tus héroes te miran desde la pared

Volvió el clamor no habrá final

la magia no se romperá

todo está bien si tú estás aquí

Oh, si tú estás aquí.

49 comentarios en «3. Siempre estás ahí. Barón Rojo»

  1. Cómo me he reído con todos esos recuerdos! Los he revivido en mi cabeza como si hubiesen sido ayer mismo. Bueno, me he reído hasta que has desvelado nuestro secreto…¡La venganza será terrible!

  2. Ostia Marcos, para veros los 6 dando guerra en casa. Pobre madre!!!!! Nosotros tenemos 2 y ya se nos descontrolan!! Jajajajaja…..

  3. Que bueno Marcos! Y ese Pichi que mamón jajajajaja. Que por cierto no sabía que se llamaba Luis jajajja

    • Susana! Eres la segunda persona hoy que me habla de un libro!! Vamos a ver por donde nos lleva la vida!!!!
      Muchas gracias!!!

  4. Buenísimo Marcos! Escribes fenomenal y como primo más pequeño mola mucho reviviros en esas anécdotas. Abrazo grande!

  5. ¡Por fin empieza el heavy, jajajajaja! Por cierto, muy buen tema que no conocía, gracias por compartirlo. Y seis minutazos y medio de paz, a salvo de Pochóngolas, eso no debía de tener precio…
    Y enhorabuena por el pedazo de relato nostálgico que nos has regalado, que realmente a los nacidos en los ’70 nos ha transportado a «aquellos maravillosos años». Hasta tal punto ha sido así que, con tu permiso, se lo voy a reenviar a primos y amigos con los que viví experiencias parecidas (aunque yo no tuve hermanos; unos tanto y otros tan poco…), para que disfruten tanto como yo lo he hecho. ¡Seguimos enganchados, un abrazote!

    ***Asfalto: ¡Ven, Capitán Trueno, haz que gane el bueno…! 😊***

    • Alfon, por supuesto que puedes compartirlo!!! Te vas a hartar de heavy!!!, jajajajaja. Muchas gracias por tus palabras, me animan mucho a seguir!!!
      Un abrazo grande

  6. Ay que risa por favor!!!! Ahora entiendo todo!
    ¡¡¡Lo que te hizo Luis lo quisiste reproducir conmigo después!!!
    Yo no lo veo tan nítido porque era demasiado peque. Pero, aún así…¡ es tan fácil de visualizar sabiendo como sois y lo bien que lo cuentas!
    Gracias por otro gran ratito de miércoles

    • Después de todos estos años y visto en la distancia lo de Pichi fue un juego de niños comparado con lo que tuviste que soportar tú!!! Jajajajajaja. Qué pesado podía llegar a ser!!!! Cómo molan los miércoles, verdad???

  7. Marquetes, que valiente en contar todo esto y qué talento en hcerlo tan bien.
    Súper crack

  8. Esta también estaría en mi lista!! Metalmorfosis fue el primer disco heavy que compré y recuerdo la impaciente espera desde que empezaron a anunciarlo por la radio hasta que salió a la venta. También recuerdo pensar orgulloso que era un discazo que estaba a la altura de los de las bandas extranjeras de más renombre del momento, y en especial que este tema era mejor que las baladas de Scorpions.

  9. Joe, que temazo y que recuerdos, y que pedazo de concierto con los tres hermanos gozándola.
    En fin, tenía que hacerte fuerte, responsabilidad de hermano mayor…. En mi descargo tengo que decir que yo también sufrí lo mío con Manu, pero parece que eso de, el roce hace el cariño, tiene algo de cierto.
    Gracias por estar siempre ahí.
    Te quiero mucho hermano

    • Hola Luis,ayer me paso Irene el blog,me encanta y qué buenos recuerdos de las andanzas por El Plantio.Abrazo grande

  10. Qué maravilla, Marcos!!
    La música y las historias alrededor.
    Y quedan 47…
    Me está molando muchísimo.

    • Muchas gracias Jordi!!! Ya sabía yo que a ti te iba a gustar!! Y eso que todavía nos queda un poco para llegar al Sallema!!

  11. Wuauuuu,me ha encantado el relato y me hizo recordar mi infancia,también con 6 hermanos….que felicidad con todo….incluso con los bocatas de mantequilla con azúcar que ahora le hubiesen quitado a mi madre la tutela de los 6 hijos…..la pena es que me han engordaron tarde….jajjajaja gracias por compartir 😊
    Alicia,amiga de Pichi!!!!!

  12. Que bueno Marcos! Nos has hecho volver a ese lugar en la infancia en el que se estaba tan bien. Hacía tiempo que no escuchaba esta canción, recuerdo imborrable de unos años mágicos.
    Me ha encantado.
    Muchas gracias por compartirlo.

  13. Mark, me sumo a los ánimos cara al libro. Más allá de las anécdotas familiares y de amistad (con innegable valor sentimental), tus relatos tienen mucho valor musical. Yo te ficharía para Rock FM.

  14. Me ha encantado leerte,cuántos recuerdos del Plantío soy Sara,la hermana de David la que en mi última infancia y primera adolescencia se enamoró de tú hermano Luis,recuerdo vuestra casa perfectamente y la bici de Luis.😅
    Un abrazo.

    • Sara!! Te recuerdo perfectamente!! Qué alegría volver a saber de tí, me alegro mucho que te guste, todavía quedaran muchos recuerdos del plantío y la casa allí sigue con algunos cambios pero casi igual! A partir de ahora tenemos una cita todos los miércoles! Un beso!

  15. Sara!!!! Qué sorpresa y qué alegría… Que pequeño es el mundo, resulta que tenemos amigos comunes.
    Ya me han dicho que estás por aquí…
    Un beso grande y a ver si nos vemos.
    Cuidate mucho

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