Varios fogonazos de las largas de un coche no fueron capaces de despertarme y no fue hasta que escuché en la lejanía tres toques de claxon del mismo vehículo que no fui capaz de volver de nuevo a la realidad.
De un salto me incorporé y rápidamente apreté el botón para elevar la barrera que daba acceso al cuartel.
Aunque nos íbamos turnando y cada uno de los soldados hacíamos una serie de horas, el aburrimiento y el sueño se aliaban contra mi sentido del deber y lo iban acorralando poco a poco.
La “pecera” donde hacíamos las guardias tendría tres o cuatro metros cuadrados y un poyete que asemejaba una mesa recorría todo el perímetro de la misma.
Yo empezaba mi guardia sentado en una silla junto al poyete y apoyando los brazos en el mismo los usaba a modo de almohada.
Colocaba mis apuntes del primer curso de administración y dirección de empresas a modo de coartada por si algún mando venía en mitad de la noche y me pillaba con los ojos cerrados, al menos que pensara que me había quedado dormido estudiando.
Para mí, era un atenuante del delito que cualquier juez hubiera admitido.
Para el segundo turno en la pecera ya no me molestaba ni en disimular. Me tumbaba directamente en el poyete y dormía plácidamente hasta que unos fogonazos, un claxon o el zarandeo del compañero que venía a reemplazarme, me despertaban.
La única distracción que teníamos en aquella garita era una pequeña radio que solamente recibía la señal de las emisoras más comerciales.
Era la época de “Amores extraños” de Laura Pausini, “No more I love yous” de Annie Lennox o “Siete vidas” de Antonio Flores.
Ya entenderéis que, entre los apuntes de macroeconomía y esas canciones en la radio, pudiera caer dormido en casi cualquier posición.
Sin embargo, había una canción que de vez en cuando sonaba en la radio y que escuché por primera vez en una de esas aletargadoras guardias del Ejército del aire español.
Hay algunas canciones, igual que algunas personas, que te impactan la primera vez que las escuchas. Eso no quieren decir que sean mejores ni peores, o que las que no te impactan a la primera ya no tenga la posibilidad de hacerlo nunca.
Eso no es así.
Hay algunas que te llegan desde el principio y nunca se van, otras que tardan en llegar y tardan en irse, otras que llegan y tal y como lo han hecho se van o incluso algunas que quiero pensar que todavía no han llegado.
Lo mismo que las personas.
Live Forever
Esto es todo lo que he podido escribir durante el martes. Ayer por la tarde tuve un curso que acabó a las 20:30, así que se me solapó con la cena y posteriormente con el partido. Si todo eso un no fuera excusa suficiente, al acabar el partido todavía me quedaba media horita de sacar a los perros.
Todavía no consigo que caminen normalmente a mi lado sin tirar de mi como dos locos, así que después de todo el día, esa salida terminó de agotar mis fuerzas y con ellas se fue también cualquier resquicio de creatividad.
Ese es el motivo real por el que se ha retrasado la canción de hoy.
Me encuentro a menos de tres semanas para enfrentarme, por segunda vez, a la Maratón de Madrid y los lunes y los miércoles voy al gimnasio justo después de dejar a las niñas en el cole.
Os confesaré algo. Si ayer no seguí con el relato es porque tampoco tenía muy claro por donde tirar. Lo único que tenía claro era la canción y esa primera parte, pero no conseguía vislumbrar una salida digna para el relato.
Entonces me encomendé al ejercicio físico para ver si sacudiendo los músculos conseguía que las musas despertaran.
A veces me pregunto si debería seguir con esta aventura o si ya he dicho y contado todo lo que tenía que contar. Cuando eso sucede, adopto la estrategia de mis hijos y directamente me hago el sordo conmigo mismo.
¿Soy raro o tú también lo haces?
Hago como si no hubiera escuchado esa pregunta que no sé bien de dónde sale, simplemente la ignoro y continuo. Quizás este striptease vital de los miércoles vaya a vivir para siempre….quizás no, así que la respuesta no puede ser otra que, definitivamente quizás.
Me desvío, me disperso, es mi neurodivergencia la que me dirige, así que es difícil saber hacia dónde.
En el camino al gimnasio he visto un coche, un clásico, aparcado cerca de la entrada. Era un Citroën ranchera de los años 80 y nada más verlo he sufrido uno de esos viajes en el tiempo a los que deberíais estar ya acostumbrados.
Live Forever
De nuevo viajaba directamente a mi campo de baloncesto favorito, el que tenía montado en la calle de mi casa.
Unos metros más allá de la línea de triple solía aparcar su coche el Señor Jose María, padre de mi amigo Victor.
Todas las noches de verano interrumpía implacablemente nuestro partido de baloncesto nocturno. José María trabajaba en Radio Nacional de España en el turno de noche y cada día a eso de las 22:15 salía con su bolsito de mano, arrancaba su Citroën CX rojo y esperaba a que subiera la amortiguación.
Me encantaba presenciar cada noche ese momento. De repente, por arte de magia, la parte trasera del coche se elevaba ostensiblemente hasta alcanzar su punto óptimo para inmediatamente meter marcha atrás y salir dejándonos completamente libre toda la calle, perdón, la pista de baloncesto.
José María pretendía ser un tipo serio y esa era la imagen que los menores teníamos de él. ¡Qué engañados estábamos! Unas pobladas cejas medio escondidas detrás de unas gafas de pasta y el puro en la comisura de sus labios daban esa distorsionada imagen.
Él era ingenioso, gracioso y generoso por mucho que sus cejas de oso quisieran esconder todos esos atributos. Un cáncer se lo llevó ya hace unos cuántos años.
El coche aparcado cerca del gimnasio también me ha hecho recordar otras cosas. De repente me he visto tumbado en el maletero de un SEAT 131 azul ranchera junto a mi primo Miguel Ángel con una pequeña mochila con una muda y un cepillo de dientes para pasar uno o dos días en su casa.
Eso de quedarme a dormir en casa de mis tíos era una gran fiesta para mi primo y para mi. Podíamos ir al Retiro a cazar patos, a jugar al fútbol o simplemente a subirnos en los columpios o podíamos ir “Guppy”, una tienda de peces donde mi primo se podía pasar horas hablando con Sole, la dueña, mientras yo estaba deseando que acabaran para irnos al Retiro a jugar a algo.
Además de estar con mi primo y mis primas, me encantaba comer las paellas de mi tío Miguel Ángel, ver cómo las preparaba, cómo iba echando los ingredientes poco a poco y cada uno a su tiempo, cómo vigilaba la cocción del arroz mientras daba sorbos a su lata de cerveza y cómo después de comer, se echaba una gran siesta.
Me encantaba cuando nos reuníamos alrededor de la tele por la tarde para ver el capítulo del sábado de “El hombre y la tierra” justo antes de cenar. Recuerdo que, tumbado en el maletero de ese gran coche, disfrutaba de las canciones en italiano y en francés que él y mi Tía Maribel canturreaban cuando me llevaban de vuelta a casa.
No soy capaz de recordar qué canciones eran, pero tengo muy grabada esa sensación de disfrutar de esos momentos, de saber que, gracias a la música, esos momentos vivirían ya para siempre.
Una operación de corazón a la que no pudo resistir se llevó a mi tío también hace ya muchos años.
Quizás la canción que había elegido para esta semana sin saber porqué simplemente me quería decir que tanto José María como mi Tío Miguel Ángel van a vivir para siempre.
No hace falta más que un coche aparcado en una calle de mi memoria que consiga sacudir el espacio tiempo para volver a tenerlos muy cerquita de mi retorciendo las palabras para hacer un chiste o preparando una paella que alimente mi alma.
Quizás solo quiera volar
Quiera vivir y no quiera morir
Quizás solo quiera respirar
Quizás simplemente no creo
Quizás tu eres igual que yo
Vemos cosas que ellos nunca verán
Tu y yo vamos a vivir para siempre
Maybe I don’t really wanna know
How your garden grows
‘Cause I just wanna fly
Lately, did you ever feel the pain
In the morning rain
As it soaks you to the bone?
Maybe I just wanna fly
Wanna live, I don’t wanna die
Maybe I just wanna breathe
Maybe I just don’t believe
Maybe you’re the same as me
We see things they’ll never see
You and I are gonna live forever
I said maybe I don’t really wanna know
How your garden grows
‘Cause I just wanna fly
Lately, did you ever feel the pain
In the morning rain
As it soaks you to the bone?
Maybe I will never be
All the things that I wanna be
Now is not the time to cry
Now’s the time to find out why
I think you’re the same as me
We see things they’ll never see
You and I are gonna live forever
Maybe I don’t really wanna know
How your garden grows
‘Cause I just wanna fly
Lately, did you ever feel the pain
In the morning rain
As it soaks you to the bone?
Maybe I just wanna fly
Wanna live, I don’t wanna die
Maybe I just wanna breathe
Maybe I just don’t believe
Maybe you’re the same as me
We see things they’ll never see
You and I are gonna live forever
Gonna live forever
Gonna live forever
We’re gonna live forever
Gonna live forever
Gonna live forever
Gonna live forever
Tal vez realmente no quiero saber
Cómo crece tu jardín
Porque sólo quiero volar
Últimamente, ¿alguna vez sentiste el dolor
En la lluvia de la mañana
Mientras te calaba hasta los huesos?
Tal vez sólo quiero volar
Quiero vivir, no quiero morir
Tal vez sólo quiero respirar
Tal vez no creo
Tal vez eres igual que yo
Vemos cosas que ellos nunca verán
Tú y yo vamos a vivir para siempre
Dije que tal vez realmente no quiero saber
Cómo crece tu jardín
Porque yo sólo quiero volar
Últimamente, ¿alguna vez sentiste el dolor
En la lluvia de la mañana
Como te calaba hasta los huesos?
Tal vez nunca seré
Todo lo que quiero ser
Ahora no es el momento de llorar
Ahora es el momento de averiguar por qué
Creo que eres igual que yo
Vemos cosas que ellos nunca verán
Tú y yo vamos a vivir para siempre
Tal vez realmente no quiero saber
Cómo crece tu jardín
Porque sólo quiero volar
Últimamente, ¿alguna vez sentiste el dolor
En la lluvia de la mañana
Mientras te calaba hasta los huesos?
Tal vez sólo quiero volar
Quiero vivir, no quiero morir
Tal vez sólo quiero respirar
Tal vez no creo
Tal vez eres igual que yo
Vemos cosas que ellos nunca verán
Tú y yo vamos a vivir para siempre
Vamos a vivir para siempre
Vamos a vivir para siempre
Vamos a vivir para siempre
Jajaja unas latas, de las que colen, dan fe de lo que comentas. Gracias hermano.
Por cierto, no era un CX, ¡era un GS! Básicamente lo mismo pero más pequeño.
Sabía que me iba a equivocar de modelo!!!
Del 131 no te has equivocado y de que van a vivir para siempre tampoco.
Cuore de Rita Pavone, Les Chevaliers de la table ronde de Mocedades… Todo entrañable, como tú lo eres.
Cejas de oso y paella…viven en nosotros!!!
Cómo nos marcan los coches de nuestra infancia… Recuerdo mis siestas al sol en la bandeja trasera del R11 de la familia, mientras el sol me calentaba. Cada hermano se hacía con una zona del coche, pero al ser la más pequeña, entraba perfectamente tumbada en aquella bandeja! Todavía recuerdo el olor de ese coche…
Te echábamos de menos Spach.
Gracias por una más