Mierda de ciudad. Kortatu

Hace 14 años y 7 meses, el calor era abrasador en Madrid.

Incluso cerrando todas las persianas y contraventanas para intentar crear cierta penumbra en la casa que nos permitiera respirar, el bochorno era insoportable.

Salir a pasear a Trujita, nuestra maravillosa pequeña Teckel de pelo duro, era un acto de osadía máxima, que incluso ella aborrecía.

Una vuelta a la manzana, un pis y una caca rápida y de nuevo para arriba a recuperar el resuello con una buena ducha fría cuyo efecto se desvanecía rápidamente y las gotas de agua fría se confundían con pequeñas gotitas de sudor reincidente.

En esas extremas condiciones nació nuestro primer hijo y fueron la gota, -de sudor, probablemente-, que colmaron el vaso de nuestra paciencia con esa ciudad que habíamos disfrutado tanto pero que ya no nos acogía como antes.

¡Mierda de ciudad! ¡Aquí no queremos vivir!

El verano lo pasamos en casa de los suegros que nos acogieron con los brazos (y la piscina) abiertos.

Un mes estuvimos allí.

Volvimos, pero ya casi para recoger nuestras cosas y mudarnos a Las Rozas. Ese solo fue el primer paso hacia nuestro destino final, un pueblo cercano a la Sierra de Guadarrama, donde aún seguimos hoy.

Con dos años, Ibón, el mayor, comenzó la guardería.

Los primeros días de guardería una madre con el pelo corto, llamó nuestra atención. En especial, la atención de Paula, que suele tener mucho mejor radar que yo para las buenas personas.

A los pocos días de intercambiar miradas e intuiciones mutuas llegó una de esas sorpresas, coincidencias, casualidades o convergencias que le gusta tanto a la vida ponernos delante.

Mi hermana Blanca nos habló de una chica, amiga de una amiga y, por tanto, amiga suya, que también llevaba a su hijo de dos años a la misma guardería.

“Sí, hombre. Así bajita, con el pelo corto, ojos azules y sonrisa infinita.”

No podía ser otra, y Paula, que ama profundamente la vida y sus casualidades, se acercó rápidamente a hablar con ella. 

Era María, o Marieta, como ella prefería que la llamáramos.

Y si la vida había hecho que nuestros caminos coincidieran, ¿quiénes éramos nosotros para llevarle la contraria?

Desde entonces nuestros caminos discurrieron paralelos.

Llegó su segundo hijo y a los pocos meses llegó nuestra tercera.

Además de ser amiga de una amiga de mi hermana y de que nuestros hijos se hicieron amigos, compartíamos también otras muchas cosas. Una juventud en Majadahonda (y sus fiestas), mismos o parecidos gustos musicales, y sobre todo un profundo amor por los Pirineos y en particular por su parte oscense, donde vivió toda su infancia mirando hacia la Peña Oroel.

Lo primero que María veía cuando era una niña y su madre subía la persiana de su habitación para despertarla era la reconocible silueta de la Peña Oroel.

Sin duda, ser un niño y levantarse cada día con esa vista fue cincelando su hermosa y también reconocible sonrisa y sus ojos copiaron el azul del cielo sobre el que se recortaba su silueta.

Pero su sonrisa y sus ojos no fueron lo único que María tomó prestado de su amada montaña, aunque ella todavía no lo sepa.

La Peña está rodeada de misterios y leyendas. Se dice que la Reconquista de Aragón comenzó cuando unas hogueras en su cima dieron la señal esperada para empezar la lucha. También se dice que es el vértice oriental de un triángulo mágico formado con otros dos picos, el de San Adrián de Sasabe y San Juan de la Peña.

Otra de las leyendas habla de que en sus entrañas se esconde un tesoro que nunca pudo ser encontrado a pesar de que grandes buscadores lo intentaron.

Pero la más conocida es la que cuenta que hace muchos años, en una cueva de una de sus laderas, se escondía un dragón que atemorizaba a todo el valle. Un caballero jacetano, encarcelado por su amistad con las brujas del bosque, propuso recuperar su libertad a cambio de matar al dragón.

Las brujas le avisaron de que no mirara al dragón a los ojos porque así hipnotizaba a sus víctimas. El caballero pulió su escudo hasta que lo convirtió en un espejo y al alcanzar la guarida del dragón, éste se vio reflejado en el escudo y cayó hipnotizado bajo su propia mirada, lo que fue aprovechado por el valeroso caballero para darle muerte clavándole su espada en el corazón.

Yo más bien creo que el caballero jacetano no era tal, sino que más bien era la humilde hija de un pobre campesino, cansada de que el dragón atemorizara a su padre y al resto de vecinos.

También creo que de tanto mirar la Peña desde su habitación, todas esas leyendas fueron creciendo en el interior de Marieta y que permanecen allí dentro a la espera de que una hoguera en su cima las haga despertar.

Marieta es el vértice oriental de un triángulo mágico que forma con sus dos hijos y en su interior hay un tesoro tan grande que ningún dragón nunca podrá sepultar, así que levántate, mira bien hacia arriba y comienza tu ascensión, porque podrás ver claramente las dos hogueras que te indicarán el camino para reconquistar el brillo de tus ojos y de tu sonrisa.

Marieta ha elegido esta canción porque le recuerda su infancia y juventud cuando el hechizo de su Peña Oroel todavía la protegía de las brujas y dragones de la vida.

Gracias por tu valor para escribir estas líneas que hoy compartes con todos (tampoco somos muchos).

YA NO ME RÍO EN SUEÑOS

Ya no me río en sueños, antes me reía mucho mientras dormía, debía tener sueños muy divertidos o me hacían cosquillas, no lo sé. Me despertaba y me decían que me habían escuchado reírme, pero yo no recordaba nada.

De pequeña era sonámbula, más de un susto le di a mi madre, no me extraña, mis hijos alguna vez se han incorporado dormidos y han dicho cosas sin sentido.

Dani una vez se señaló el pie y dijo: “Mía mamá”

Me asusté un poco porque por aquel entonces el niño tenía bajadas de azúcar y yo en mi duermevela estaba atenta a casa suspiro. Se volvió a dormir pegadito a mí, bendito colecho.

Creo que ya ni me levanto sonámbula por la noche.

Una vez me desperté helada de frío en el salón de Majadahonda, mirando por la ventana. Si pasó alguien por la calle se debió llevar un susto de muerte. Ahora, si me levanto por la noche lo hago bien consciente porque me hago pis o me duelen las rodillas, jajaja…o quizás sea el alma lo que me duele…

Y ya no me río por las noches.

Me pregunto si será por la tristeza.

Intento no estarlo, hay días de sol y colorinchis que comparto con amigas y niños, cafés o cervezas, confidencias y gofres, abrazos dulces o salados, depende de las lágrimas.

Hay días que me deshago en ellas, luego me quedo vacía y en calma, o me dejan fundida y derretida, días de boiras y lluvias.

Y pienso en mi lugar seguro: un prado rodeado de montañas, la hierba me hace cosquillas, creo que intenta que me vuelva a reír. Respiro profundo para alejar las nubes de mi cabeza.

Vuelo al pasado, ese en el que no teníamos preocupaciones, y siempre vuelvo a los veranos en el pueblo de mi padre.

Las noches tumbadas viendo los millones de estrellas, jugando al pilla-pilla por las calles con olor a chimenea y ovejas, las excursiones en bici y esas verbenas de pueblo con el olor de los campos segados de fondo.

Noches de calimotxos, de los primeros amores platónicos y borracheras, de risas con las amigas con las que apenas compartías unos pocos días, pero que duran años, mandándonos cartas inmensas, hasta volver a vernos el siguiente verano, con otro corte de pelo, cada una de una ciudad diferente, pero con los antepasados en un pequeño pueblo del Pirineo.

Recuerdo fiestas, teatro, juegos, chocolatadas, concursos de disfraces, de bizcochos, y ¡hasta de chupitos!

Hicimos la bebida más horripilante, (la cara de los jueces del concurso fue todo un poema) mezclando todo lo que encontramos en el mueble bar del abuelo de Isa, eso sí, decorando la copa con sombrilla y sal en el borde. Bonito a la vista, imbebible total.

Mis primeros recuerdos de bailes y borracheras fueron allí, y la música fue variando con los años.

De bailar los «Pajaritos» a «Barricada», de «Paquito el chocolatero» o el «Tractor amarillo» a los «Héroes del Silencio» o Chiquilla de «Seguridad Social», de las canciones de mariachis de Rocío Dúrcal o el «Bailar pegados» de Sergio Dalma al «Mierda de Ciudad» de Kortatu.

¡Diox que sopa musical!

Si me quedo con una canción de entonces es con esta última, para mí es casi como un himno de esos veranos. 

No sé si esas noches me reía en sueños cuando caía fulminada en esa cama de colchón de lana que te atrapaba en su abrazo. Pero era inmensamente feliz.

Buscamos la felicidad en esas pequeñas cosas, en los recuerdos y emociones que nos da escuchar una canción que te hace volver a ese instante, a ese momento que es tuyo o compartido, con el único anhelo de volver a reír en sueños❤️

Así que…Marieta, si hay que quedarse en casa privando hasta reventar, las puertas de la nuestra estarán siempre abiertas para ti.

Ja, ja, ja

Kortatu
Oi-oi-oi

Todo este sábado me lo voy a pasar
Privando en mi casa hasta reventar
Ya estoy harto, no quiero salir más
Siempre lo mismo, ¡mierda de ciudad!

En la calle, tontos que saludar
Coches zeta, un cacheo en el portal
Chulos de puta teniendo que aguantar
Siempre lo mismo, ¡mierda de ciudad!

No hace falta que nos lo diga nadie
Ya sabemos que es un pataleo gratis
No cambiará nunca esta situación
Siempre lo mismo, ¡mierda de canción!

Todo este sábado me lo voy a pasar
Privando en mi casa hasta reventar
Ya estoy harto, no quiero salir más
Siempre lo mismo, ¡mierda de ciudad!

Oi-oi-oi-oi

9 comentarios en «Mierda de ciudad. Kortatu»

  1. Pues si. Es verdad que por carambolas de la vida acabas encontrándote con gente maravillosa. Sobresaliente Marieta.

  2. Hay en este mundo seres hechos de rayos de luz. Los conoceréis porque hablan con las manos, escuchan con el corazón y acarician con los ojos. A su lado uno entiende que nuestra existencia, aunque no tenga sentido, merece ser vivida. Benditos y benditas sean.
    Gracias, Marcos. Gracias, Marieta.

  3. Mil gracias Marcos por poner voz a mis palabras. En mi última visita a Jaca fui a la Ermita de Orante, que confluye la energía de la peña Oroel y San Juan de la Peña….y algo se vino conmigo para aquí. No fue casualidad que nos conociéramos hace tantos años con Blanki y luego con vosotros 🥰, sois familia para mi

    • «Ya está Paula haciéndose amiga de las más hippies», pensé yo…Deja que esa energía de las montañas te lleve!!!

    • Bonitas, muy bonitas coincidencias.
      Emocionante relato. Gracias, seguid trayendo luz al presente.

  4. Arriba las panderetas Marieta! La vida volverá a hacerte cosquillas en los pies… No lo dudes!
    Mientras tanto, sigue nutriendote de esa energía bonita que te rodea, que cuando te des cuenta, verás el cielo despejado.

Los comentarios están cerrados.