30. Disarm. Smashing Pumpkins

A pesar de las interminables jornadas que hacíamos en el Nham, esa época de mi vida tiene un hueco en mi memoria como una de las más intensas y especiales.

Poco a poco, fuimos construyendo un pequeño oasis de tranquilidad en aquel quinto piso y nos desprendíamos del mundo exterior al que nos enfrentábamos cada día a medida que subíamos cada uno de los cinco tramos de escaleras. Al llegar arriba y entrar por la puerta los problemas se quedaban fuera e ingresábamos en un paraíso de música, conversaciones, buen entendimiento, relax y compañerismo, aderezado siempre con olores dulzones que ayudaban sin duda alguna a crear ese ambiente relajado.

El Nham, a pesar de todos nuestros esfuerzos, seguía sin arrancar y por mucho esfuerzo y dedicación que le consagráramos no conseguíamos ver unos resultados que, al menos, nos dieran alguna esperanza o indicación de que estábamos en el buen camino. La paciencia de los socios y las fuerzas de los que nos dejábamos la piel allí, día tras día, empezaban a escasear.

Una de mis muchas funciones dentro del organigrama de la empresa, además de la gestión, pedidos, encargado de tienda, responsable de marketing, labor comercial, administración, etc., era la de repartidor. Para ello teníamos una bicicleta con la que me recorría, por las noches, las calles del barrio de Chamberí distribuyendo los pocos pedidos a domicilio que nos entraban. Pedaleando por aquellas calles, pensaba en toda mi formación universitaria, en mis experiencias en Inglaterra, en mi Master y no podía evitar sentirme un poco fracasado. Tanto estudio, tanta formación, tanto esfuerzo para acabar repartiendo comida rápida. Nuestra iniciativa no estaba yendo correctamente y por mucho que la quisiera disfrazar con los ideales del esfuerzo, del trabajo, de estar trabajando para mí mismo, en mi interior sabía que algo fallaba.

Las oscuras alas del fracaso volaban sobre nosotros, tan cerca, que ya podían ver los primeros indicios del “cartón” de mi cabeza.

La desilusión apareció y las relaciones personales empezaron a verse afectadas. Todavía recuerdo como cada vez que sonaba en el móvil el tono que tenía asignado a Juan se me disparaba la ansiedad. Las reuniones con los socios eran muy tensas porque además de tener que afrontar los balances negativos, también tenía que aguantar las reprimendas de alguno de ellos porque las cosas no se hacían como él quería y las 14 horas diarias que le dedicaba a aquel negocio no tenían ningún valor.

Todos los ingresos procedentes de los caterings, que suponían horas y horas de preparación, servicio y recogida, siempre a horas intempestivas, provocando jornadas inacabables, eran materialmente engullidos por los pagos del alquiler del local y de la obra. Cada día se nos hacía más difícil pagar los sueldos del único camarero que teníamos y de la cocinera y nosotros cobrábamos únicamente si ese mes habíamos tenido ingresos de los caterings, mientras que al local solo entraban los diez clientes fieles a los que les encantaba nuestra comida.

En esas condiciones, la atmósfera dentro de la empresa empeoraba cada día que pasaba de manera equivalente a las pérdidas que teníamos que soportar. Aquello no podía seguir así y debíamos dar un golpe de timón si queríamos enderezar el rumbo de aquella nave.

A principios de año, volvimos a reunirnos con la intención de buscar una solución. Recuerdo que se plantearon varias posibilidades, que finalmente se redujeron a una, dejar el local e irnos a una nave industrial mucho más barata para centrarnos únicamente en los caterings, que era lo único que nos estaba funcionando bien y lo que había conseguido hacernos aguantar todos esos meses. Para ello había que, una vez más, buscar un local, desmontar la cocina y montarla en el sitio escogido.

Necesitábamos, de nuevo, algo de dinero para acometer ese cambio. Las cuentas de la empresa estaban más que peladas y ninguno de los socios estaba dispuesto a poner dinero de nuevo.

En un momento dado alguien, que no fui yo, reunió el valor para expresar en voz alta lo que muchos nos planteábamos y que, para ser sincero, yo particularmente, estaba deseando. “¿Y si cerramos la empresa?” Mis fuerzas, ganas e ilusión estaban al mismo nivel que las cuentas, en negativo. Estaba completamente “desarmado” y aquella idea era indiscutiblemente la mejor de las soluciones por mucho que nos pesara reconocerlo, por muchas horas, ilusiones, esfuerzos, madrugones, noches en vela, sacrificios, sangre, sudor y lágrimas (y no es un recurso retórico) que le hubiéramos dedicado. 

Reconocer la derrota, ser capaz de mirarla a la cara y saber retirarse a tiempo fue una de las enseñanzas más importantes que pude sacar de aquella aventura. En la parte más práctica también aprendí que si crear una sociedad tiene sus procesos y sus tiempos y que siempre se encuentran trabas, cerrarla es un asunto aún más complicado y doloroso. Más de seis meses de burocracia, papeles, gestorías, notarios y demás cuestiones, nos llevaron terminar de cerrar la aventura del Nham y siempre quedaban flecos pendientes. Aún, a día de hoy, me siguen llamando de vez en cuando para preguntarme por el puesto de repartidor en bicicleta para el restaurante de comida rápida.

Y aquí viene de nuevo una de mis confesiones. Juan me dio una gran oportunidad al contar conmigo para el proyecto de Calle 54, aprendí mucho con él de hostelería, de negocios, de la vida, fue un gran maestro y siempre me trató con respeto y cariño, me acompañó en mis momentos más negros cuando más lo necesitaba y se alegró como el que más cuando pasaron esos nubarrones de mi vida, pero en aquel punto yo sentía que necesitaba “desintoxicarme” de aquella relación, necesitaba poner espacio de por medio.

Habían sido tres años muy intensos, de vernos prácticamente casi todos los días, de hablar diariamente, de compartir, de empujar, de reír, de llorar, de luchar, de aprender, de disfrutar (¡Juan, hazme un ocho, que me caigo!) y de sufrir, siempre bajo sus alas, siempre siguiendo el camino que él marcaba y necesitaba salir de esa protección y empezar a hacer mi propio camino.

Después de todas esas experiencias, nuestra relación se había desgastado y creo que los dos necesitábamos poner tierra por medio y eso fue exactamente lo que sucedió. Juan se fue a Donosti, esta vez siguiendo al amor de su vida, y allí se quedó para formar una familia maravillosa y para seguir con una carrera profesional llena de charcos en los que se metía cada vez con más cabeza. Ese distanciamiento actuó como un bálsamo y, al menos yo, conseguí cerrar todas las heridas que se convirtieron en cicatrices que forman parte de mí y que me hacen esbozar una sonrisa de felicidad y de gratitud por haber compartido esos momentos junto a él. No sería la última vez que nuestros caminos se cruzarían…

Disarm. Smashing Pumpkins

Tocaba desarmar mi vida como la había planteado en los últimos años, tomar mi propio camino y convertirme en el protagonista principal, ya no era ese pequeño niño en sus zapatos y necesitaba tomar mis propias decisiones. Y eso hice. La canción de esta semana es la que mejor refleja esa parte de mi vida, aunque ese disco lo descubrí muchos años antes.

Siamese Dream

La canción, compuesta por el líder de la banda Billy Corgan, habla de su relación con sus padres, en la que cuenta el abandono que sufrió por su parte. Tuve la suerte de poder verlos en directo en un concierto que no me gustó demasiado. El sonido no era bueno, me costaba reconocer las canciones y el grupo que les teloneaba, The Killers, fue el gran vencedor de la noche con una interpretación increíble que dejó un listón demasiado alto para el grupo de Billy Corgan. Todo esto bajo mi modesta opinión, ¡por supuesto! A pesar de esa pequeña decepción por su directo, esa canción y algunas canciones más del grupo forman parte de muchas vivencias importantes de mis veintipico años que guardo con especial cariño.

Durante la tramitación de cierre de la empresa, una soleada tarde de marzo, recibí en el local la visita de un excompañero del Máster de ESIC que venía a proponerme algo. Quería abrir una agencia de marketing y publicidad y quería contar conmigo. Yo estaba deseoso de abandonar el sector hostelería y vi en aquella propuesta una salida perfecta. Antes siquiera de tener que empezar con la búsqueda de trabajo, me llegaba una oferta para realizar una actividad para la que me había estado preparando. Ya tenía experiencia en poner negocios en marcha y en crear una empresa, así que lo vi claro, allí estaba mi futuro.

El único inconveniente era que mi capacidad financiera era nula y así se lo hice saber a mi futuro socio. Yo podía aportar trabajo y mi experiencia en la creación de una empresa, pero no dinero. Llegamos a un acuerdo para que él me cediera el 25 % de la misma y comenzamos nuestra aventura

Desde el principio me ocupé de todos los aspectos burocráticos y de papeleo. Me incorporé al maravilloso mundo del autónomo y me convertí en el representante legal de la empresa para que mi compañero pudiera seguir cobrando el paro que le correspondía.

Los inicios fueron muy ilusionantes y sobre todo muy cómodos porque establecimos la oficina en su casa que estaba a menos de 10 minutos andando de la nuestra. Él llevaba el peso comercial de la sociedad y yo llevaba la parte administrativa, aunque también tenía que asumir cierta responsabilidad comercial.

La emoción inicial era producto del hecho de haber podido dejar el mundo de la hostelería de una vez por todas, (¡¡¡pobre ingenuo, otra vez!!!) y de dirigir, por fin, mi carrera hacia el mundo del marketing que era lo que más me había gustado siempre.

Una vez constituida la sociedad, necesitábamos buscar un diseñador que se encargará de dotar de forma gráfica nuestras ideas porque ninguno de los dos teníamos esa formación.

En los caterings del Nham contábamos muchas veces con un chaval colombiano que nos ayudaba tanto en las partes de cargar y descargar como en los servicios. Además de buscarse la vida con eventos y caterings, Nico, que así se llamaba, era artista y diseñador y durante las largas horas de los caterings me contaba sus experiencias y sus proyectos. Rápidamente contacté con él para describirle nuestra propuesta y, a pesar de que no podíamos pagarle mucho, se unió a nosotros con un contrato de media jornada.

Ya teníamos diseñador gráfico, oficina, equipos, contactos y una empresa. Teníamos ganas, ilusión y hasta un plan estratégico que elaboré yo mismo. Después del fracaso con la anterior tentativa, sabía qué teníamos que hacer para evitar acabar igual y empezar con paso firme. Controlar mucho los gastos, que fueron reducidos a la mínima expresión, hasta que aquello empezara a andar de manera más o menos regular. Para ello establecimos un sueldo de 500 € para mí con lo que podía seguir pagando las cuotas del coche, el abono transporte y poco más.

En esas condiciones no podía aportar mucho a la casa, así que nos manteníamos con el paro de Paula y con lo que ella sacaba de trabajar en un Show Room dos o tres horas al día, más lo que aportaba Dani de trabajar en un video club. Aunque empezábamos a tener apreturas económicas conseguíamos llegar a fin de mes y conservar nuestra casa. Todas las estrecheces iniciales tenían una motivación que esperábamos se viera compensada en un futuro no demasiado lejano.

Además de la creación y puesta en marcha de la empresa, había otro gran proyecto vital en el que andábamos Paula y yo embarcados y que ocupaba el resto de nuestros tiempos: nuestra boda. La fecha estaba fijada y queríamos hacer algo especial, que se saliera de todo lo convencional, y para ello, solo había una manera posible: organizarla nosotros mismos.

Disarm. Smashing Pumpkins

Disarm you with a smile
And cut you like you want me to
Cut that little child
Inside of me and such a part of you
Ooh, the years burn

I used to be a little boy
So old in my shoes
And what I choose is my choice
What’s a boy supposed to do?
The killer in me is the killer in you
My love
I send this smile over to you

Disarm you with a smile
And leave you like they left me here
To wither in denial
The bitterness of one who’s left alone
Ooh, the years burn
Ooh, the years burn, burn, burn

I used to be a little boy
So old in my shoes
And what I choose is my voice
What’s a boy supposed to do?
The killer in me is the killer in you
My love
I send this smile over to you

The killer in me is the killer in you
Send this smile over to you
The killer in me is the killer in you
Send this smile over to you
The killer in me is the killer in you
Send this smile over to you

Desarmarte con una sonrisa
Y cortarte como quieres que lo haga
Cortar a ese niño pequeño
Dentro de mí y una parte de ti
Ooh, los años arden

Yo solía ser un niño pequeño
Tan viejo en mis zapatos
Y lo que elijo es mi elección
¿Qué se supone que haga un niño?
El asesino en mí es el asesino en ti
Mi amor
Te envío esta sonrisa

Desarmarte con una sonrisa
Y dejarte como me dejaron a mí aquí
Para que te marchites en la negación
La amargura de quien se queda solo
Ooh, los años arden
Ooh, los años arden, arden, arden

Solía ser un niño pequeño
Tan viejo en mis zapatos
Y lo que elijo es mi voz
¿Qué se supone que haga un niño?
El asesino en mí es el asesino en ti
Mi amor
Te envío esta sonrisa

El asesino que hay en mí es el asesino que hay en ti
Te envío esta sonrisa
El asesino que hay en mí es el asesino que hay en ti
Te envío esta sonrisa
El asesino que hay en mí es el asesino que hay en ti
Envía esta sonrisa hacia ti

9 comentarios en «30. Disarm. Smashing Pumpkins»

  1. A los smashing pumpkins los vi en el festimad del 96, conciertazo!
    Ganas de llegar al capítulo de la boda 😃 jjjj

  2. Joder, si es que la vida es una gymkhana, somos lo que superamos (y ya sabes, «otros por menos se han muerto») 😜
    Se me ocurre que aquí iría bien también la de «Animal instinct» de The Cranberries…
    ¡Menuda historiaza te nos estás marcando! Si has plantado alguna vez un árbol (literalmente, quiero decir, que te veo venir) ya vas a poder decir que has hecho las tres cosas esas que se supone que hay que hacer en la vida…
    ¡Abrazote, y seguimos!

  3. ¡Yo también hice de repartidora en bici en algún momento! ¡Me moló mucho!
    Smashing pumpkins tb me traen muchos recuerdos, cancionaca.
    Gracias Markis por tu historia de este miércoles.
    Love 💕

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