En el segundo año de ADE las cosas iban bien. Iba sacando todas las asignaturas, aumentaba mis interacciones sociales con la gente de clase y como consecuencia mi confianza iba también en aumento en la misma medida. Las relaciones no eran demasiado profundas, pero ya no tenía ese miedo atroz que había experimentado años antes y podía ser una persona “medio” normal. Podía pedir apuntes, comentar temas de la Universidad, discutir por las fechas de los exámenes e incluso salir al encerado (qué antigua ha quedado esa palabra) a resolver los problemas de macroeconomía o a exponer mi plan de marketing social para la legalización del cannabis, sin ponerme demasiado nervioso.
En la Universidad no era la alegría de la huerta, ese puesto estaba muy solicitado en clase porque tuve la suerte de coincidir con varias de las personas más graciosas que he conocido, pero, por fin, había conseguido encontrar mi lugar sin llamar demasiado la atención o como dicen ahora con un low profile, tratando de no destacar ni por exceso ni por defecto. En ese punto me encontraba cómodo, seguía con alguna barrera levantada, pero si alguien quería profundizar en mi vida no tenía más que decirlo, dar el primer paso y la puerta se abría con facilidad. Ese fue el caso de dos personas: Jesús, el delegado del que ya os he hablado, y Javier o, como todos los conocían, el Ludo y el Chalamon. No será la última vez que oigáis hablar de ellos, pero es importante localizar los inicios de nuestra amistad.
Entre conversaciones musicales, partidas a la pocha, alguna escapada de las clases más aburridas y los lunes en los que no me movía de mi asiento por los dolores del fútbol del fin de semana, iban pasando los meses, mientras los ojos verdes acompañados siempre de una alegre sonrisa continuaban metiéndose en mi cabeza sin ser yo muy consciente de ello en un principio.
La Leyenda siguió siendo mi fuente de ingresos y trabajaba sin parar todo el fin de semana lo que, poco a poco, me iba distanciando de mis amigos del barrio que ya andaban inmersos en sus correspondientes carreras universitarias y tampoco tenían demasiado tiempo. La vida nos iba llevando por un camino distinto y nuevo para cada uno de nosotros. Las raíces eran fuertes pero las ramas iban buscando el sol de manera diferente y cada una por su lado. Al menos teníamos el fútbol de los domingos por la tarde donde nos volvíamos a reunir todos y nos poníamos al día.
A lo largo de mi vida he jugado en varios equipos y, gracias a ello, he descubierto el poder de la confianza y del liderazgo en el deporte. En el equipo de mis amigos de toda la vida sentía una confianza con ellos y en mí mismo que me hacía jugar mucho mejor que en cualquier otro equipo. Esa confianza me hizo ganar el premio al mejor jugador de la liga de Majadahonda el primer año que nos apuntamos. Ese trofeo, que todavía guardo, y que realmente es bastante insignificante, fue mi gran logro en el mundo del fútbol y me hizo muchísima ilusión recibirlo. El trofeo en sí es un pie golpeando un balón, y mis hijos cuentan a todos sus amigos que su padre ganó el balón de oro, y yo, aunque sé que está mal, no les saco de su error.
En esos inicios en La Leyenda conocí a muchísima gente de todo tipo. De todos ellos, dos fueron los que más me marcaron. Uno por su aportación musical a mí ya extensa lista de gustos musicales y porque, cosas de la vida, acabaría siendo parte de mi familia y otro porque, años más tarde, volverían a cruzarse nuestros caminos y compartiríamos una larga etapa de nuestras vidas profesionales y personales.
Empecemos por la aportación musical. En la remesa de camareros que empezamos el anterior verano había un grupo de chavales de Majadahonda, todos ellos con el pelo largo y coleta, que ya conocía por habernos enfrentado alguna vez al fútbol sala contra ellos, por supuesto con victoria nuestra. Esteban, uno de esos chavales, era bastante fan de Extremoduro, grupo del que yo renegaba por aquel entonces, principalmente porque únicamente había escuchado una canción suya en mi vida. La canción era “El día de la bestia” esa que dice:
El patio de mi casa es particular
cuando llueve se moja, como los demás.
el patio de mi casa está lleno de tíos,
unos son malincuentes y otros asesinos
¡Eih, colega, ¿Hacemos una banda?
– ¿pa qué? – ¿pa qué va ser?
pa hacer una matanza…
Para convencerme de lo contrario, Esteban me grabó una cinta con las canciones que más le gustaban a él y, aparte de grabar la cinta, se tomó la molestia de dibujar en la misma la portada del Ágila, uno de los mejores discos de la banda. Ese detalle me encantó porque yo siempre fui de dibujar el logo o cualquier otra cosa en ellas para darles un aire más auténtico y personal. No recuerdo exactamente qué canciones me grabó, pero sí que me fascinó desde el primer momento. Lamentablemente la cinta tuvo un final trágico y como muchas otras fue devorada por un malvado casete que le sacó todos los intestinos y los dobló en mil pliegues. No se pudo hacer nada por ella. Extremoduro pasó a ser uno de mis grupos favoritos hasta su disolución hace bien poquito. Otro de los que tengo todos los discos y que no me canso ni me cansaré nunca de escuchar. Como ofrenda de gratitud hacia Esteban, entregué a mi hermana pequeña Blanca a su hermano Julián unos años más tarde… Tranquis, que esto es solo medio broma, ¡ya os contaré!
La otra persona que me marcó fue Juan o Juanito como muchos le conocían. Únicamente compartimos ese invierno en el restaurante porque, enseguida, empezó a marcarse metas mayores y consiguió irse a Donosti a hacer unas prácticas en uno de los restaurantes más famosos del mundo, donde aprendió la profesión a la que dedicaría su vida. Como siempre, él había hecho muy buenas migas con mi hermano y enseguida fui aceptado dentro de aquel grupito de, digámoslo así, descerebrados talentosos. Si a eso le añadimos que se enamoró de mi prima que también trabajaba en La Leyenda y que me usaba a mí como enlace, es más fácil entender que nos hiciéramos amigos. Dentro de unos cuantos capítulos volveremos con él, pero de nuevo era importante para mí colocarle bien en la línea de tiempo de mi vida.
Lo mejor del trabajo es que, según acababas tu turno, te pagaban en efectivo y a eso de la una de la madrugada eras libre para hacer lo que quisieras. En medio de un grupo de jóvenes con ganas de marcha, con dinerito fresco en el bolsillo y con varios bares-discotecas a mitad de camino entre el restaurante y mi casa, era imposible decir que no. “¿Nos tomamos una…”? antes de que pudieran terminar la pregunta ya había dicho que sí. Lo malo es que nunca era una. Sabía que había que coger parte de lo que había ganado esa noche y el resto dejarlo bien guardadito en el coche. Aquellas noches, a pesar de tener que aguantar el monotema de los turnos que teníamos o dejábamos de tener, de lo poco que trabajaba este o aquel, de lo mal organizados que estaban lo rangos o chorradas por el estilo, las recuerdo (solo la mitad de ellas) con mucha emoción. Me sentía plenamente integrado, ampliamente querido y parte importante de aquel grupo. Si no hablaba con una, podía bailar (si a dar saltos como un poseso puede llamársele bailar) con otra (I know I like dancing with you), o solo si ponían alguna canción que me emocionara , y si no, me liaba un “canutito” a escondidas para que no nos echaran del garito, aunque tampoco lo hubieran hecho porque entre todos los que íbamos éramos una partida importante en su cuenta de resultados y no les salía a cuenta, nunca mejor dicho.
Toda esta época siempre me trae a la mente una canción que habla más o menos de eso. La conocí muchos años antes, en mis días de colegio. Aparecía en el disco de 1988 de Lita Ford llamado Lita. Para quien no lo sepa, Lita Ford fue una de las integrantes del primer grupo de rock íntegramente formado por chicas, The Runaways con Joan Jett, que tuvieron gran éxito de 1975 a 1979. “Kiss me deadly” es su título y me parece una de las canciones más alegres y dinámicas que conozco. Empieza “arriba” y termina todavía más “arriba” ganando energía en cada momento. Realmente no fue escrita por ella y, sin embargo, se convirtió en su mayor éxito y de hecho es la canción con la que termina siempre sus conciertos, aunque desgraciadamente nunca he podido verla en directo. Si queréis conocer algo más de ella os recomiendo la preciosa “Close my eyes forever” que interpreta junto al gran Ozzy Osbourne y que aparece también en el mismo disco.
Para mí era la canción perfecta para el momento justo antes de salir por la noche, solo con la primera estrofa ya me ponía en el modo “salir” y es otro de esos temas que solo me traen buenos recuerdos y unas vibraciones únicas que, de nuevo, consiguen transportarme a esa época de locura, algunos excesos, amigos, alegría y ganas de vivir.
Sé que muchos de los que estáis leyendo esto, como a mí mismo, eso de salir por la noche, ya nos queda lejos, pero si alguna vez lo hacéis os recomiendo hacer la prueba, subir al coche, poner la canción y dejar que os lleve a donde ella quiera. ¡No falla!
I went to a party last Saturday night
I didn’t get laid I got in a fight uh-huh
It ain’t no big thing
Late for my job and the traffic was bad
Had to borrow 10 bucks from my old man uh-huh
It ain’t no big thing
I went to a party last Saturday night
I told you that story would be alright uh-huh
It ain’t no big thing
But I know what I like
I know I like dancing with you
And I know what you like
I know you like dancing with me oh yeah
Kiss me once
Kiss me twice
Come on pretty baby kiss me deadly
Had a few beers getting high
Sitting watching the time go by uh-huh
It ain’t no big thing
Nothing to eat and no T.V.
Looking in the mirror don’t get it for me uh-huh
It ain’t no big thing
But I know what I like
I know I like dancing with you
And I know what you like
I know you like dancing with me oh yeah
Kiss me once
Kiss me twice
Come on pretty baby kiss me deadly
Kiss me once
Kiss me twice
Come on pretty baby kiss me deadly
You know I like dancing with you
Dancing with you, come on
Kiss me once
Kiss me twice
Come on pretty baby kiss me deadly
Kiss me once
Kiss me twice
Come on pretty baby kiss me
Come on pretty baby kiss me
Come on pretty baby kiss me deadly
Fui a una fiesta el sábado por la noche
No me acosté con nadie, me metí en una pelea
No es gran cosa
Llegué tarde a mi trabajo y el tráfico era malo
Tuve que pedirle prestado 10 dólares a mi viejo uh-huh
No es gran cosa
Fui a una fiesta el sábado por la noche
Te dije que esa historia estaría bien uh-huh
No es gran cosa
Pero sé lo que me gusta
Sé que me gusta bailar contigo
Y sé lo que te gusta
Sé que te gusta bailar conmigo oh sí
Bésame una vez
Bésame dos veces
Vamos nena bonita bésame mortalmente
Me he tomado unas cervezas y me he colocado
Sentado viendo pasar el tiempo uh-huh
No es gran cosa
Nada que comer y sin T.V.
Mirando en el espejo no lo consigo uh-huh
No es gran cosa
Pero sé lo que me gusta
Sé que me gusta bailar contigo
Y sé lo que te gusta
Sé que te gusta bailar conmigo oh sí
Bésame una vez
Bésame dos veces
Vamos nena bonita bésame mortalmente
Bésame una vez
Bésame dos veces
Vamos nena bonita bésame mortalmente
Sabes que me gusta bailar contigo
Bailar contigo, vamos
Bésame una vez
Bésame dos veces
Vamos nena bonita bésame mortalmente
Bésame una vez
Bésame dos veces
Vamos guapa bésame
Vamos guapa bésame
Vamos pretty baby bésame mortalmente
«Como ofrenda de gratitud hacia Esteban, entregué a mi hermana pequeña Blanca a su hermano Julián unos años más tarde…»
Y así fue como empezaste a caerme mal,chaval.
Sabía que este capítulo te iba a doler…
Otro grupo que no conozco de na jajaja, estoy aprendiendo mogollón de música contigo. Al menos conozco La Leyenda….y los bares que había de allí a Majadahonda 😅
Lo bueno es adaptar las canciones al momento de la vida. Ahora la tengo en mi lista de correr o la bailo mientras hago la cena…
Jajajaja, esa canción se adapta a cualquier momento!!!
Vic! Por esa época aún seguía trabando en su…¿te gusta Vic?
🤣🤣🤣Digamos que empezaron nuestros nexos de unión familiares..pero aún quedaba tiempo para esa “entrega”..
Esta canción la conozco por ti, como muchas otras…
Ahí en el post leyenda también estuve yo…
Yo lo intenté por todos los medios jajajajajaja
Ostras Mark, te estoy viendo recoger el premio en un pub de Majadahonda, qué bien merecido lo tuviste, y más que te tenían que haber dado!!!!!
Ese fue el segundo…el primero me lo dio Raúl el de Canal plus en los campos donde jugábamos…si no me falla la memoria
Hola Marcos he pasado un rato muy entretenido viéndote trabajar en La Leyenda. Estuve en ese Restaurante varias veces celebrando la comida de navidad con la gente del trabajo. Te he seguido por los salones y me ha resultado muy agradable seguirte visualmente. Me gusta que hayas incluido entre tus grupos musicales a uno integrado por mujeres. Me parece que es un toque histórico y desde él, se puede observar a lenta evolución de la emancipación de las mujeres. Un abrazo. Palomac
Lita Ford! Qué sorpresa…. Mi anécdota con Lita es muy chula, te voy a dar celos… Hace unos años, cuando vivía en Denver, se acercó a una librería a firmar ejemplares de su libro, y allí que me fuí yo con Rocío y con Pablo que tendría 3 o 4 años… Pues llega mi turno, y me da tanta vergüenza que soy incapaz de decirle casi nada… Pero ella, que no ve a sus hijos hace años xq su ex-marido los ha «secuestrado» (es complicado), ve a Pablo, y se pone a hablar con el y a preguntarle mogollón de cosas… Fue super dulce. La mujer cuyos posters adornaban mi habitación de adolescente, charlando con mi hijo. Surrealista. Y muy chulo.
Pues si, un poco surrealista, pero la vida es así!!!! Yo también tenía algún poster suyo en mi habitación!!!!
Siempre me pregunte que había dentro de la Leyenda! Era como el club moda del que hablabais todo el rato! 🙂