27. Malandragem. Cassia Eller

Cuando te encuentras en un momento tan feliz como en el que yo estaba, los días pasan sin darse cuenta y de una manera inesperada ya habíamos entrado en el segundo mes del año 2004.

Yo mantenía el contacto con Juan, pero rezaba para que el tema se alargara un poco más y pudiera seguir disfrutando de aquel paraíso blanco que tanto me gustaba. Como todo lo bueno se acaba, llegó el final y de nuevo una llamada se encargó de cambiar mis planes, esta vez sin yo desearlo en absoluto.

El deber me llamaba y era consciente de que debía volver a Madrid, pero he de reconocer que hubiera preferido que mi vuelta hubiera sido provocada por cuestiones meteorológicas, cuando la primavera empezara a asomar y a provocar el deshielo en las grandes cotas de las montañas pirenaicas.

No pudo ser. Las negociaciones con la dueña del local no habían salido como nosotros esperábamos y teníamos que replantearnos nuestras estrategias. Teníamos las ideas claras, pero no teníamos local, socios, ni dinero y por tanto lo más sensato era esperar y seguir buscando una oportunidad para lanzarnos con un poco de cabeza al mundo de la empresa.

Mientras esperábamos, contactó con nosotros una empresa de Donosti que tenía un proyecto para abrir un restaurante en Madrid y necesitaba a alguien de confianza y con experiencia para gestionar la apertura del local. De nuevo nos veíamos ante el desafío de abrir un restaurante partiendo casi de cero. En este caso, todo estaba mucho más controlado que en Calle 54, pero el problema fundamental era el poco tiempo que teníamos.

La fecha de apertura estaba establecida por contrato y para finales de marzo el local debía estar funcionando. La carta venía definida desde la central y en ese sentido había poco que hacer, pero quedaba dar los últimos remates a la obra, entrevistar, seleccionar y contratar al personal de cocina y de sala y poner todo en marcha.

El espacio estaba situado en el Museo del Traje, en Ciudad Universitaria, frente al campo de Rugby del Central, justo al lado de Arquitectura y contaba con un restaurante de “postín” y una cafetería. Antes de empezar con el trabajo tuvimos que acudir a una formación a la central del grupo en un pequeño pueblo pegado a Donosti.

Para conocer mejor el funcionamiento y la filosofía del grupo (y para ahorrarse dos camareros) nos llevaron a un evento cerca de Barcelona, en las bodegas de un famoso cava catalán en donde pude conocer al que, por aquel momento, era considerado el mejor cocinero del mundo, Ferrán Adriá. El evento estuvo muy bien organizado y, para ser honesto, muy bonito, pero en mi cabeza solo rondaba una cosa, estos cabrones nos traen hasta aquí, nos tienen currando doce horas seguidas durante tres días y no nos van a pagar un clavel y todo a cuenta del dichoso proceso de formación y, por supuesto, ¡sin contrato ninguno! Dicho y hecho.

A la vuelta del evento, aprovechando que andaba por el País Vasco y que llegaba el fin de semana, hablé con mi amigo Ibón que vino a buscarme desde Bilbao para pasar juntos esos días así que, al menos, pude sacar algo provechoso de aquella formación. Había pasado más de un año desde que nos habíamos visto por última vez y exprimimos el día y la noche de Bilbao para ponernos al día.

Ya de vuelta en Madrid, comenzamos a poner a punto la organización y a entrevistar a los primeros candidatos para empezar a formar el equipo. En relativamente poco tiempo tuvimos el personal y todo resuelto para poder abrir el local y conseguimos llegar a la fecha pactada sin grandes agobios.

Al principio, llegaba el primero por las mañanas y me encargaba de preparar todo para abrir la cafetería. Una vez abierta, lo dejaba en manos del camarero responsable y me dedicaba a labores administrativas, hacer pedidos, recepcionarlos, guardar las facturas, realizar la contabilidad analítica de los eventos que hacíamos, gestionar papeles del personal con la gestoría, etc.  

A eso de las 13:30, hasta que pudimos contratar a un Maitre, también me tenía que encargar de recibir a los clientes, darles la bienvenida, sentarles en sus mesas y echar una mano con el servicio, así que debía dejar de lado todo el papeleo y centrarme en el servicio en sí. Una vez que acababa el turno debía volver a mis papeles y a ayudar a preparar todo para el servicio de las cenas. En pocas palabras, me tenían de chico para todo.

Restaurante

Una mañana, mientras me volvía loco para cuadrar una de esas contabilidades entre el mar de facturas que tenía encima de la mesa, observé por el rabillo del ojo una imagen que, sin saber por qué, llamó mi atención.  Una joven con el pelo corto pero lleno de horquillas, con una camiseta naranja ajustada y con unos pantalones verdes, se plantó ante mi mesa y me dijo: “Hola, buenos días, buscaba a Carlos Calduch, tenía una entrevista con él”. En ese momento, maravillado por la revelación que tenía delante, mientras sufría un esguince cerebral de grado II con todas mis neuronas chocando entre sí para buscar una frase original con la que responder con cierta gracia a aquella inocente pregunta, lo único que pude decir fue: “Será Juan, no hay ningún Carlos Calduch”. “Nini nini, nininini…serás idiota” decían las neuronas del lado derecho a las del izquierdo, “…pues anda que tú” respondían las contrarias.

Por fin las cosas se calmaron dentro de mi cabeza y dije con todo el aplomo del que era capaz: “Un segundo que voy a buscarle”.

Durante el rato que duró la entrevista trataba de mantener la calma, centrarme en mis papeles y seguir avanzando con el apasionante mundo de la contabilidad analítica que tenía entre manos, con bastante poco éxito, he de reconocer.

Después de que la chica con el pelo lleno de horquillas terminara la entrevista y saliera del restaurante, y antes de que empezara con la siguiente entrevista, me acerqué a Juan y le dije: “Me da igual qué te haya parecido, contrátala”

A los dos días, la chica en cuestión que respondía al nombre de Paula, empezó a trabajar en el Restaurante a través de un contrato con una ETT. A las pocas semanas fue contratada directamente por la empresa por su buen hacer y aquel restaurante, de repente, se convirtió para mí en el sitio más maravilloso del mundo.

Cada vez que tenía una oportunidad me acercaba a charlar con ella. Si estaba repasando platos, me ponía a ayudarla, si había que montar las mesas, me acercaba a echarla una mano, si había evento por la noche y ella estaba, volvía de casa con la única excusa de ayudar en el evento para estar con ella. Tuve la suerte que, además, vivía en Las Rozas y como me pillaba muy cerca de casa, era una coartada perfecta para quedarme más rato y llevarla después.

En esas charlas Paula me contaba que aquel trabajo había sido mucha casualidad. Jugaba al Rugby en el equipo de Arquitectura y entrenaba muchos días en el campo que tienen en la facultad, así que conocía perfectamente la zona y le venía fenomenal para poder compatibilizar el trabajo con sus entrenamientos.

Poco a poco fuimos cogiendo más confianza y un día quedamos en el Central, el campo de Rugby, para tomar algo durante el descanso entre el servicio de la mañana y el de la noche. Cuando llegamos, Paula sacó un paquete de tabaco y me preguntó: “¿Fumas?” A lo que yo respondí: “Pero solo no me sienta muy bien, toma alíñalo” (la historia no fue exactamente así, pero me encanta meter pedazos de canciones).

A partir de ese momento las cosas empezaron a fluir mucho mejor entre los dos hasta que un día gris, con el cielo lleno de nubarrones negros, vi como un chaval venía a buscarla y se saludaban cariñosamente con un beso. Otraaaaa vez estábamos en las mismas. ¡¡¡Cagüentó lo que se menea!!! Mi primera reacción, que duró aproximadamente un día y medio, fue la de encerrarme y no querer saber nada de ella, un saludo frío por la mañana y poco más.

Esa misma tarde mientras hablaba con mi amigo Víctor de la mala suerte que tenía, me dio el mejor consejo que me han dado nunca: “A las trincheras” y me lo tomé al pie de la letra. Aquello del cincel y el martillo no había funcionado unos años antes y todo indicaba que ahora tampoco lo iba a hacer, así que me sacudí todos los miedos y volví a ser amable, simpático, agradable, en definitiva, volví a ser yo mismo.

A mitad del mes de abril, cuando el restaurante ya estaba funcionando bastante bien, Paula tuvo una discusión bastante fuerte con el Maitre. Yo seguía enfrascado en mi lucha diaria contra los papeles cuando la vi que venía directa hacia mí, con mala cara, y me decía: “Prepárame los papeles que me voy de aquí”. En aquel momento la expresión de mi rostro debió reflejar mi profunda desesperación al oír esa noticia y mis ojos fueron el espejo del pesar de mi alma. Paula me miró directamente a los ojos y tras un brevísimo instante, salió casi corriendo hacia el baño para cambiarse. Mientras se cambiaba y se miraba al espejo con el corazón a mil, Paula pensaba: “¿Qué me está pasando?, me parece que me acabo de enamorar”.

Al salir del baño, con los nervios a flor de piel por su propia revelación, intentó pasar rápidamente a mi lado, y mientras yo trataba de conseguir alguna información a la que aferrarme, me dijo: “Mañana te cuento”.

Aquello abría una ventana de optimismo a mi desesperación, al menos tendría la oportunidad de verla al día siguiente, y quizás, ya más tranquila, pudiera convencerla de que se quedara. Así fue, y para mi regocijo, a partir de ese momento, nuestras salidas fueron cada vez más habituales. Solo faltaba una cosa, ella debía dejar a su novio para empezar bien las cosas. Aquello sucedió al poco tiempo, pero yo seguía sin estar demasiado seguro y mis miedos y mis inseguridades volvían a aflorar.

Una noche, después de acabar un evento, la llevé a su casa y nos quedamos tranquilamente escuchando música y hablando en el coche. En aquellos momentos sonaba el “Spain” de Michel Camilo y Tomatito. Cuando comenzaban las primeras notas de “Two much Love Song” (os dejo el enlace para que os pongáis en situación), hice un movimiento en dirección a la radio del coche no sé si para cambiar de canción, para subir el volumen o para qué. El caso es que mientras hacia ese movimiento, por el rabillo del ojo pude atisbar como Paula había decidido llevar la iniciativa y ante mi más absoluta perplejidad, se había lanzado a besarme. Otra vez mi cerebro sufrió un esguince, esta vez de grado máximo, porque ya había dado la orden a mis músculos del cuello para girar la cabeza y mirar hacia la radio, pero a la vez mis ojos estaban viendo lo que llevaba esperando toda mi vida. Las neuronas de un lado obedecían a las órdenes del cerebro y las del otro gritaban: “¡¡¡Paraaaaaad idiotaaaas!!!”.

El resultado final: una magnífica cobra no deseada. En esos momentos, empecé a balbucear monosílabos: “No, no, no, sí, sí, sí…¡¡¡¡claro que sí!!!!” y me lancé a su boca.

Michel Camilo y Tomatito

Debian ser fiestas por allí o algo así porque no hacía más que ver y escuchar fuegos artificiales que salían directamente de mis entrañas y explotaban dentro del coche mientras seguía sonando esa maravillosa música. Aquella sensación de felicidad, de alegría, de locura, de amor, fue el mayor subidón que he tenido en mi vida y jamás podré olvidarlo. Llevaba 32 años esperando aquel beso y por fin lo tenía.

Nunca he vuelto a ir a trabajar con una alegría semejante. Me levantaba con una sonrisa en la cara que no se me quitaba en todo el día, por mucho trabajo que tuviera, o por mucho que tuviera que aguantar las tonterías de clientes o jefes, a mí me daba todo exactamente igual. Verla llegar por las mañanas, salir un rato a la calle antes de entrar a currar, llevarla por la noche a casa, aquellos sí que fueron los mejores días de mi vida.

A finales del mes de junio, Juan tuvo que dejar el trabajo por un problema personal y los responsables del grupo decidieron que yo también tenía que irme. El fin de semana anterior a que todo esto sucediera, Paula se había ido Santander a un torneo de Rugby playa donde sufrió un pequeño esguince de tobillo. Aprovechando esa tesitura, el mismo día que me echaron a mí, ella presentó su renuncia así que, de nuevo, teníamos el verano por delante, algo de dinero por la indemnización (mucho menos de lo que realmente me hubiera correspondido) y mucho tiempo para disfrutar una de las mejores vacaciones que recuerdo.

La primera parada no podía ser otra que Sandiniés, el pequeño pueblo del Valle del Tena, donde el Pichi nos esperaba con los brazos abiertos, deseoso de conocer por fin a esa Paula de la que llevaba más de un mes hablándole casi diariamente.

En lo musical, la principal aportación de Paula en aquellos días fue la de una cantante brasileña llamada Cassia Eller. Mis antiguos CD´s de rock y heavy tuvieron que ir dejando paso a otras músicas y se me abrió un nuevo e increíble horizonte musical. La banda sonora de aquel viaje la puso la cantante brasileña y una de sus canciones se quedó para siempre grabada en la memoria de esos días en los que empezábamos a construir nuestra historia en común. “Malandragem” era su título.

Una vez instalados en casa del Pichi, pasamos una semana en la zona haciendo todo tipo de actividades, barrancos, escalada, excursiones y tardes en las playas del lago de Lanuza. De nuevo aquella zona de los Pirineos, junto a Sallent de Gállego, que fue el lugar desde donde empecé mi primera gran experiencia vital casi 20 años antes, era el escenario perfecto para ser testigo del comienzo de una gran historia de amor, lo que convirtió a esa zona en un lugar fundamental en nuestras vidas y aún lo sería más.

Después de unos días de disfrutar de las montañas, tomamos rumbo a Donosti donde se estaba celebrando el festival de Jazz. Allí pudimos ver a Carlinhos Brown en un concierto divertidísimo. En Donosti pasamos la noche en casa de una amiga, Mónica, y al día siguiente partimos hacia Bilbao a ver de nuevo a mi gran amigo Ibón que nos alojó en casa de su padre en Barrika, donde pasamos dos o tres días.

Festival de Jazz de Donosti

A la vuelta a Pirineos nos esperaba el festival Pirineos Sur, donde pudimos ver a Ojos de Brujo y al maestro Paco de Lucía y disfrutar de una de las mejores noches que recuerdo junto con mi hermano Luis, mi hermano Manuel, Juan que también andaba por allí, mi amigo Quique, que fue con su novia María, y otros amigos y, por supuesto, junto a Paula. La fiesta se alargó toda la noche con una sensación de felicidad absoluta por estar con algunas de las personas más importantes que había tenido en mi vida hasta ese momento y la que iba a ser la más importante del resto de mi vida. De nuevo, sensaciones imposibles de describir con palabras para mí. Plenitud, felicidad máxima, sensación de bienestar total y de saber qué estás en el sitio adecuado con la gente adecuada y que no podrías estar en ningún otro mejor en todo el universo, una explosión de amor continuamente refrendada con abrazos infinitos…

Pirineos Sur. Paco de Lucía
Pirineos Sur. Ojos de Brujo

Unos pocos días después, con las resacas ya superadas, mientras nos dábamos un baño en el lago de Lanuza, sin pensarlo mucho y sin saber bien de donde me venía esa fortaleza, le dije a Paula: “El año que viene, aquí mismo, te pediré que te cases conmigo”.

Las vacaciones se alargaron unos pocos días más hasta que Juan, que ya había vuelto a Madrid, me llamó de nuevo a filas para empezar uno de los proyectos de los que más he aprendido en mi vida… de nuevo a base de palos.

Quem sabe eu ainda sou uma garotinha
Esperando o ônibus da escola sozinha
Cansada com minhas meias três quartos
Rezando baixo pelos cantos
Por ser uma menina má
Quem sabe o príncipe virou um chato
Que vive dando no meu saco
Quem sabe a vida é não sonharEu só peço a Deus
Um pouco de malandragem
Pois sou criança
E não conheço a verdade
Eu sou poeta e não aprendi a amar
Eu sou poeta e não aprendi a amarBobeira é não viver a realidade
E eu ainda tenho uma tarde inteira
E eu ando nas ruas
Eu troco cheque
Mudo uma planta de lugarDirijo meu carro
Tomo o meu pileque
E ainda tenho tempo pra cantar
Pra cantarEu só peço a Deus
Um pouco de malandragem
Pois sou criança
E não conheço a verdade
Eu sou poeta e não aprendi a amar
Eu sou poeta e não aprendi a amarEu ando nas ruas
Eu troco cheque
Mudo uma planta de lugarDirijo meu carro
Tomo o meu pileque
E ainda tenho tempo pra cantar
Pra cantarEu só peço a Deus
Um pouco de malandragem
Pois sou criança
E não conheço a verdade
Eu sou poeta e não aprendi a amar
Eu sou poeta e não aprendi a amarEu só peço a Deus
Um pouco de malandragem
Pois sou criança
E não conheço a verdade
Eu sou poeta e não aprendi a amar
Eu sou poeta e não aprendi a amarEu só peço a Deus
Um pouco de malandragem

Quién sabe que todavía soy una niña pequeña
Esperando el autobús escolar solo
Cansado en mis calcetines de tres cuartos
Rezando en las esquinas
Por ser una chica mala
Tal vez el príncipe se ha convertido en un dolor de cabeza
Que siempre está en mi culo
Quién sabe, tal vez la vida se trata de no soñar
Sólo le pido a Dios
Un poco de picardía
Porque soy un niño
Y no sé la verdad
Soy poeta y no he aprendido a amar
Soy poeta y no he aprendido a amar
La necedad es no vivir la realidad
Y todavía tengo toda una tarde
Y camino por las calles
Cambio un cheque
Muevo una planta
Conduzco mi coche
Tomo mi pileta
Y todavía tengo tiempo para cantar
Para cantar
Sólo le pido a Dios
Un poco de picardía
Porque soy un niño
Y no sé la verdad
Soy poeta y no he aprendido a amar
Soy poeta y no he aprendido a amar
Camino por las calles
Cambio un cheque
Muevo una planta
Conduzco mi coche
Tomo mi tocho
Y todavía tengo tiempo para cantar
Para cantar
Sólo le pido a Dios
Un poco de picardía
Porque soy un niño
Y no sé la verdad
Soy poeta y no he aprendido a amar
Soy poeta y no he aprendido a amar
Sólo le pido a Dios
Un poco de picardía
Porque soy un niño
Y no sé la verdad
Soy poeta y no he aprendido a amar
Soy poeta y no he aprendido a amar
Sólo le pido a Dios
Un poco de picardía

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11 comentarios en «27. Malandragem. Cassia Eller»

  1. Unos viven, otros lo piden, otros se casan…Pirineos 😍😍.
    Recuerdo como estabas de emocionado con Paula, desprendiendo, aún si cabe, más luz por cada uno de tus poros…vamos, colao hasta las trancas.

  2. Madre mía, pedazo de concierto y pedazo de días en los piris!!!! Y por supuesto un si rotundo cuando conocí a mi querida Paulix.

  3. Me ha encantado este capitulo. Casi todo ya lo sabía porque me lo habéis contado muchas veces, pero como soy una romántica me encantan las historias de amor. He pasado un rato estupendo. Un beso

  4. 😍 Oooooh, ¡qué «potito» y qué «herposo»! ¡Para un capítulo que llego tarde y resulta que es el de los rombos, jajajaja…!
    Coñas aparte, una preciosidad de historia con una preciosa banda sonora. Y con nuestro querido Víctor dando el empujón definitivo a sus amigos a los brazos del amor, eso me suena de algo… ¡Qué gran ocasión perdieron sus papis de llamarlo Celestino Valentín! 😂😂😂
    Pues nada, engancho directamente con el siguiente episodio… ¡Marxmaratón!
    ¡Abrazos!

  5. Pingback: Signs - Fifty50

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